Quienes asistieron a la primera jornada del Foro Literario en la sala Villena de la Uneac, dedicada a uno de los autores esenciales de las letras cubanas, no albergarán la menor duda de que José Soler Puig es un escritor solar. Porque aun cuando el público tuviera conocimiento de su obra, lo cierto es que el encuentro con las doctoras Graziella Pogolotti y Aida Bahr, y el narrador Miguel Mejides, en un panel conducido por el poeta Alberto Marrero, para rendirle honor en su centenario, significó un verdadero acto de aprendizaje y una convocatoria a repensar la literatura escrita por este santiaguero de gran talla.
Un bosquejo por la obra del novelista, que fue también dramaturgo, guionista radial y de cine, donde no faltaron justas honduras, fueron las palabras de los ponentes, de los que habló en primer lugar Pogolotti, para apuntar el valor real que debe dársele a la efeméride por tratarse del autor de obras singularísimas como El caserón, El pan dormido y Un mundo de cosas, y a quien Benedetti le reconociera vínculos esenciales con las más altas voces de la nueva narrativa latinoamericana de entonces, lo cual no fue advertido por otros contemporáneos más cercanos.
También manifestó que los lectores que deben formarse hoy en nuestras escuelas y universidades no han tenido un acercamiento a su novelística, lo cual es muy lamentable, porque son joyas de la literatura cubana. Sobre El Pan dormido refirió que es una extraordinaria metáfora que influye en los procesos culturales e históricos, articulados ambos en la memoria y en la subjetividad, y que, por desgracia, el pan sigue durmiendo su sueño eterno hasta que no se vuelva a esas obras, por lo que su relectura resultaría de extrema utilidad.
Consciente de que todo escritor debía escribir como Cervantes, Soler Puig ejerció el sacerdocio literario y pensando en grande supo mirar lo inmediato, la realidad concreta, por lo que es hora de reinscribir su voz en la contemporaneidad de nuestra vida literaria, destacó la Pogolotti.
Con el título El novelista revisitado, Mejides evocó a Soler en palabras poéticas que lo visualizaron como precursor y lo colocaron en diversos pasajes de su vida, muchos descritos en las intervenciones de Bahr.
Soler fue “mi padre literario”, consideró Bahr, quien integra la comisión que se ha creado, encabezada por el escritor Luis Álvarez Álvarez, para celebrar el centenario de su nacimiento. Ni él ni la literatura cubana deben perderse la oportunidad de releerlo, apuntó, y lamentó que cuando se habla de él se piensa siempre en Bertillón 166, que es su obra inicial, y que aun con sus méritos, al ser premiada por Casa de las Américas, volcó la atención sobre su autor, pero también lo etiquetó como un escritor político, de un proceso revolucionario, lo cual no fue nunca su propósito.
Bahr llamó la atención sobre todo lo que está sin investigar sobre Soler, como los estudios de género, la figura materna, las técnicas del boom y del post boom, que se hallan en toda su obra, e insistió en la necesidad de orientar a los jóvenes en la lectura de Soler, para lo que deberán aprovechar la posibilidad de toparse ahora con las reediciones de Bertillón 166, El pan dormido, El caserón, El derrumbe y Un mundo de cosas, donde este hombre obsesionado con la espiritualidad está más completo.
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