Guayacán es el nombre común con el que se conoce a varias especies de árboles nativos de América, pertenecientes a los géneros Tabebuia, Caesalpinia, Guaiacum y Porlieria. Todas las especies de guayacán se caracterizan por poseer una madera muy dura. Es justamente por esa característica que reciben el nombre de guayacán, aun cuando no guarden relación de parentesco entre sí.

jueves, 8 de septiembre de 2016

#TodosMarchamos Sin derecho al olvido

Julius Fucik. Foto: Archivo
Vivimos tiempos de peligro, cuando en muchos casos, la historia se pretende olvidar con el mismo “bo­rrón y cuenta nueva” usado por oportunistas y revisionistas al desintegrarse la Unión Soviética y colapsar el llamado socialismo europeo.
Con aquellos cantos de sirena pro capitalistas, también se fueron bo­rrando historias de grandes hombres y conmemoraciones de alta valía.
El periodismo no quedó al margen de esas aberraciones y la figura del periodista checo Julius Fucik, por solo citar un ejemplo, poco se recuerda o peor aún, su histórico Reportaje al pie de la horca, tal vez no constituya material de estudio de la llamada Academia de muchos países, de donde egresan los profesionales de la prensa.
En su último párrafo, el citado Reportaje dice:
“Vaya, también mi obra se aproxima a su fin. No puedo describirlo. No lo conozco. Ya no es una obra. Es la vida.
 Y en la vida no hay espectadores.
El telón se levanta.
Hombres: os he amado. ¡Estad alerta!
Julius Fucik.
9-6-1943”
En 167 tiritas de papel higiénico llegadas a la celda 267 de la cárcel de Praga, Fucik redactó y pudo hacer que se sacara del lugar, su Reportaje que lo inmortalizó.
¡Estad alertas!, ese  es el llamado que no debemos olvidar hoy, por cuanto el mensaje contiene, por sí solo, el sentimiento de un ser humano sometido a las más crueles torturas, que no vaciló en advertir a la humanidad lo que se avecinaba tras la avalancha fascista que estremecía a Europa.
Había nacido el 23 de febrero de 1903 en el seno de una familia obrera. Estudió filosofía en la Uni­ver­si­dad de Pilsen.
Como periodista, crítico literario y teatral, alcanzó re­lieve, antes de que se convirtiera en redactor de publicaciones comunistas como Rude Pravo y Tvorba. Fue miembro del Comité Central del Partido Comunista de Checoslo­vaquia.
Durante la ocupación nazi publicó con un seudónimo hasta abril de 1942 cuando fue detenido por la Gestapo, llevado hasta la cárcel de Pankrac, en Praga, y torturado salvajemente. En el verano de 1943 fue enviado a Alemania y asesinado en la prisión Plötzensee de Berlín.
Por su Reportaje, Fucik fue ga­lardonado en 1950, a título póstumo, con el Premio Internacional de la Paz. La Organización Inter­na­cio­nal de Periodistas (OIP) tuvo como su máxima distinción la Medalla de Honor Julius Fucik.
El poeta chileno, Pablo Neruda de­­dicó a Fucik una de sus obras literarias:
“Por las calles de Praga en invierno, cada día
Pasé junto a los muros de la casa de piedra
En que fue torturado Julius Fucik.
La casa no dice nada: piedra color de invierno,
Barras de hierro, ventanas sordas.
Pero cada día que pasé por allí
Miré, toqué los muros, busqué el eco, La palabra, la voz, la huella pura
Del héroe”.
En su Reportaje al pie de la hor­ca, compuesto por ocho capítulos, na­rra la crueldad de la tortura a un ser humano —él mismo— a la vez que piensa y escribe sobre lo que a esas horas estaría pasando fuera de aquel macabro recinto.
Comienza el relato por la noche de la captura y la primera sesión de torturas. Entre preguntas y golpes de sus captores, el periodista describe cómo caen sus dientes, mientras imagina la rutina de su ciudad, de su país, de la humanidad.
Una vez derrotado el fascismo, se eligió el día de la muerte de Fucik —un 8 de septiembre— como el Día In­ternacional del Periodista, por organizaciones y colegas progresistas del mundo, en homenaje a quien supo dar muestras de excelente profesional, buen comunista y gran hombre.
Hoy, la fecha no aparece entre las celebraciones internacionales por el Día del Periodista. Tampoco se ha­bla mucho o se enseña sobre la figura de Julius Fucik, y su Re­portaje al pie de la horca, y que la historia del presente y el futuro debe tener en cuenta.
Y, aunque en algún lugar de este mundo, hasta su nombre haya de­saparecido de plazas y sus monumentos derribados; sería imperdonable que las actuales y venideras generaciones de periodistas no ten­gan entre sus paradigmas al autor del Reportaje al pie de la horca.
Estamos a tiempo de salvar ese des­liz histórico. Hagámoslo. ¡Es­te­mos alertas!, como el propio periodista-héroe nos pidió.

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