Guayacán es el nombre común con el que se conoce a varias especies de árboles nativos de América, pertenecientes a los géneros Tabebuia, Caesalpinia, Guaiacum y Porlieria. Todas las especies de guayacán se caracterizan por poseer una madera muy dura. Es justamente por esa característica que reciben el nombre de guayacán, aun cuando no guarden relación de parentesco entre sí.

viernes, 7 de octubre de 2016

#TodosMarchamos Cualquier semejanza no es pura coincidencia

Fidel y Raúl durante las operaciones de rescate.  Foto: Foto tomada del libro Fidel al frente del rescate
Entre el 4 de octubre de 1963 y el del 2016, claro que hay diferencias. Son muchos años, 53, para encontrar similitudes. Sin embargo, a pesar del tiempo, aunque no pocas cosas fueron bien distintas, otras son muy parecidas.
En 1963 un huracán de nombre femenino, Flora, penetró por el sudeste de Guantánamo. Su categoría 2, según la escala Saffir-Simp­son, no lo clasificó como de gran intensidad. El mis­mo día, del calendario que hoy vivimos, otro sistema como ese, pero graduado en 4 por el mismo indicador y con nombre varonil Ma­tthew, tocó tierra cubana, por el mismo territorio, en el actual municipio de Maisí. Hace más de 50 años era viernes, ahora fue un martes.
Flora se pasó más de tres días con sus noches encima de la región oriental cubana con su carga de diluvio universal. Fue tanta la lluvia, que Fidel, en medio de aquel vendaval, lo definió así el 21 de octubre, al analizar por la televisión el paso del fenómeno atmosférico: «Eso era un mar, era como si el Amazonas lo hubiesen situado tres días en el medio de la provincia de Oriente».
Fue la manera de ilustrar la crecida de los ríos, debido a la lluvia, que inundó la geografía del este de la Mayor de las Antillas, pues el huracán afectó a más de 62 000 kilómetros cuadrados.
Matthew no pasó de un día, pero cinco de sus infernales horas las dedicó a Baracoa, Imías y Maisí. A la ciudad primada de Cuba, la devastó la pared frontal e izquierda del ojo del meteoro, con vientos de más de 200 kilómetros por hora, lluvia intensa y la penetración del mar, que incrustó sus olas de más de ocho metros contra la bella urbe baracoense.
Fidel sobre uno de los anfibios de las FAR, en medio de las crecidas. Foto: Tomada del archivo de Granma
Cuenta Elvin Fontaine, en su libro Fidel al frente del rescate, que el Comandante en Jefe no más despidió a Valentina Tereskova, la primera mujer cosmonauta, se lanzó al desafío que vivían los orientales. Pasó por Villa Clara, donde dio instrucciones para que los equipos anfibios de las FAR se movieran a las zonas afectadas; cruzó esos «mares» de los que ha­blaba y al llegar a una casa de campesinos y verlos descalzos, se quitó sus botas para dárselas a uno de ellos.
El Comandante en Jefe avanzó hacia el Flora, lo mismo en jeep, que en anfibio o a nado, incluso, cruzando una crecida me­diante un puente de sogas. Y en las inmediaciones de Cauto Cristo puso en peligro su vida, pues el anfibio de las FAR en el que se trasladaba, se hundió, lo mismo había ocurrido al intentar cruzar el río La Rioja. Pero lugareños, soldados y escoltas solventaron la situación.
Fontaine describe el emotivo encuentro entre el Comandante Juan Almeida y Fidel. El primero se subió a un helicóptero en temeraria hazaña, pues esas naves no podían volar por los efectos de los vientos, pero en busca del jefe, de quien no sabía nada, no midió el peligro y mucho menos se puso a pensar en él.
El Flora encontró a la Revolución en medio de la lucha por la vida de sus hijos y a Matthew también le pasó lo mismo. Raúl, que también hace 50 años estuvo en el mismo frente de combate, se puso al frente. Y esa no es la única semejanza.
Contaba Fidel el 21 de octubre de aquel 1963 que «…allí mismo en la provincia de O­rien­­­te, nos reu­­nimos con los compañeros del Gobierno, los compañeros del Partido, dirigentes nacionales, ministros y los dirigentes y compañeros de la provincia de Oriente. Y allí discutimos qué política íbamos a seguir».
Ministros de Transporte, de Obras Pú­bli­cas, de Comercio Interior, de Salud Pública y del Instituto de Recursos Hidráulicos fueron convocados entonces en la zona de combate frente a Flora.
Cualquier semejanza con el 4 de octubre del 2016 no es pura coincidencia. Es la misma Re­volución. Raúl está frente a Matthew, mucho an­tes de la llegada de sus vientos, lluvias y marejadas, con los mismos ministros, con las FAR y el Minint, el Partido y el Go­bierno, en el borde de­lantero de la batalla, evaluando y previendo, pa­ra pasar rápido a la recuperación. Y afirmó que permanecería en el lugar junto a los orientales y su equipo de trabajo.
En octubre de 1963, Fidel destacaba la solidaridad del pueblo. «Cada ciudadano, cada hombre, donde quiera que pudo hacer algo lo hizo» y agregaba: «se puede decir que ese sentimiento de solidaridad humana alcanzó allí, bajo circunstancias como esas, los niveles más al­tos…». Hoy, trabajadores eléctricos, de la construcción, las comunicaciones y de disímiles esferas más de diferentes provincias del país ya están en la pelea por la recuperación guantanamera.
Antes del azote del Flora, Fidel desarrolló la idea del programa de la voluntad hidráulica. La creación de numerosos embalses en todo el país tenía y tiene dos funciones: el control de las inundaciones, que es lo que regula las crecidas para la temporada ciclónica; la otra, tener capacidad de agua suficiente en el periodo seco.
Este 2016 le hubiera arrancado la misma definición a Fidel que en 1963. «Una Re­vo­lución tiene unas fuerzas muy superiores a los fenómenos y a los cataclismos naturales. Una Revo­lución es un cataclismo social». Flora dejó más de 1 000  fallecidos, pero la expe­riencia ad­quirida, esa de la que Raúl hablaba que eran diferentes ante cada fenómeno de este tipo, es la que ha dejado en cero la cifra de pérdidas de vidas hu­manas al paso del poderoso Matthew.
Y esas fuerzas, que sí son de categoría 5, son las que el pueblo junto a sus dirigentes muestra ya en las labores de recuperación.

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