Caracterizaba
el rostro del Señor de la Vanguardia, una linda sonrisa y aquella larga
cabellera que lo certifica como al más común de los milicianos. Por
eso, en cualquier rinconcito de esta isla caribeña, en una cooperativa
de producción agropecuaria, un centro de trabajo, en las universidades
cubanas, en lo alto del Pico Turquino, encontramos a hombres
desconocidos, humildes, carismáticos, jaraneros y tan revolucionarios
que, como Camilo, defienden su Patria desde cualquier trinchera.
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