sábado, 4 de marzo de 2017

Un crimen que sigue impune

Fidel durante el sepelio de las víctimas de la explosión.Foto: Korda, Alberto
Hay días que pesan en la historia y dejan cicatrices en la memoria de un pueblo..., a veces, por la angustia que desencadenan los recuerdos, en otras, por la injusticia del hecho en sí. El 4 de marzo encierra ambos sentimientos para Cuba.

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La Habana, 1960. Nuestra Revolución apenas nacía, haciendo, obrando a favor de los más pobres, y ya querían verla morir. El sabotaje al buque francés La Coubre nos los enseñó, y de la forma más cruel posible.
Procedente de Amberes, Bélgica, el vapor había llegado esa mañana al puerto; en cinco bodegas transportaba carga general y en la número seis, al final de la popa, 31 toneladas de granadas y 44 de municiones. Eran armas para defendernos. Pero los que apostaban en contra de la Revolución, querían desestabilizar, no que aunáramos fuerzas.
Milicianos, policías, bomberos y el pueblo en general acudieron al lugar para socorrer a las víctimas entre la ignición y los escombros. Foto: José Agraz
Desde la rada habanera, un primer estallido dejaría el barco en llamas y también los derredores del antiguo muelle de la Pan American Docks. El reloj marcaba las 3:10 p.m.
Llegó la ayuda, de todas partes. Miembros de la Policía Nacional Revolucionaria, y de la Cruz Roja, bomberos, milicianos, vecinos y trabajadores cercanos al lugar acudían a socorrer a las víctimas entre la ignición y los escombros. Una segunda explosión, media hora después, terminaría de saldar el acto de terrorismo: cerca de 400 heridos y un centenar de muertos.

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El crimen en la rada habanera costó la vida a un centenar de personas y dejó cerca de 400 heridos. 
Aquella estela de humo, y de dolor, nos ha sobrecogido por más de 57 años. Por la pérdida. Por la impunidad. Porque muchas han sido las veces que Cuba ha alzado su voz para denunciar el crimen y señalar las evidencias que demuestran que no fue un accidente, sino un sabotaje preparado en algún punto de embarque o durante la travesía.
Porque tras fracasar los intentos del gobierno norteamericano de cancelar la venta de esas armas a nuestro país, la violencia y la muerte fueron las siguientes fichas a mover. Y sin embargo, la verdad sigue sin reconocerse.
Porque es imposible olvidar. Al menos para los de aquí.

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