Guayacán es el nombre común con el que se conoce a varias especies de árboles nativos de América, pertenecientes a los géneros Tabebuia, Caesalpinia, Guaiacum y Porlieria. Todas las especies de guayacán se caracterizan por poseer una madera muy dura. Es justamente por esa característica que reciben el nombre de guayacán, aun cuando no guarden relación de parentesco entre sí.

martes, 17 de mayo de 2016

Reglas para el debate o cuestión de principios


Por supuesto una guerra de principios es una guerra por el poder. El poder de sostenerse sobre los principios, los del socialismo contra los del capitalismo
Lo pueden creer, esta no es una guerra de frases, no es una confrontación de pa­labras por palabras, de argumentos de uti­lería, de oratoria fatua o improvisada. Esta es una guerra de principios. ¿Qué son principios? Digamos columnas, raíces, bases o puntos germinales desde don­de surge la esencia de las cosas. Los principios son la estructura sólida sin la cual el cuerpo, el edificio, la obra se desmorona.
Por supuesto una guerra de principios es una guerra por el poder. El poder de sostenerse sobre los principios, los del socialismo contra los del capitalismo. Es eso.
Primera regla para el debate. No será posible entendernos con quienes llegan hasta nosotros portando una granada de fragmentación lista para hacerla estallar en el seno de la República, de la Nación, de la Patria, con el fin de destruir el sistema socialista en construcción y reponer el arcaico y desgastado sistema capitalista. Todo lo demás es discutible.
La Constitución de la República de Cuba contiene entre sus fundamentos la condición de no regresar al capitalismo, la irreversibilidad del socialismo. Esa condición no fue un capricho, ni una en­mienda adoptada por señores de corbata, asalariados del poder, fue el parto popular de una decisión pensada y firme de la inmensa mayoría de la población cubana, consultada en las urnas, avalada con sus firmas, argumentada con su historia. Un acuerdo de todos, o de casi todos, no volver atrás, aunque ese pasado nos lo disfracen de futuro.
En el recién finalizado 7mo. Congreso se anunció una reforma constitucional, des­tinada a contextualizarla. El Primer Se­cretario del Comité Central dijo:
“Estas modificaciones (…) deberán fijarse en la Constitución de la República que nos proponemos reformar en los próximos años, considerando las importantes transformaciones asociadas a la actualización del modelo económico y social y su conceptualización. En la Constitución hay que reflejar todo lo que vamos haciendo, en el momento”.
Y dijo más. “Debo resaltar que en el al­cance de estos cambios constitucionales propondremos ratificar el carácter irrevocable del sistema político y social refrendado en la actual Constitución, que incluye el papel dirigente del Partido Comu­nista de Cuba en nuestra sociedad (Aplau­sos), y que en la actual Constitución es el artículo 5”.
Por supuesto eso no significa que como toda la letra del documento, ese artículo estará por supuesto en pleno de­bate. Si se mantiene y la mayoría vota a favor de la Constitución en toda su letra, entonces ahí estamos, firmes en el camino adelante. Si por el contrario la carta magna no es aceptada y recibe los votos mayoritarios en contra, entonces habrá que ir a una nueva propuesta. Lo que sí no ocurrirá en Cuba es que la Revolución contradiga la democracia que ella misma ha postulado como parte de la justicia alcanzada.
Los fabricantes de programas, proyectos, articulaciones, y otros similares de interés capitalista en Cuba saben perfectamente que el principio de la democracia es y será respetado, por ello buscan a toda máquina una forma de desmontar la irreversibilidad al capitalismo. Hay sin dudas señores y señoras dispuestos a vender su alma, como también hay, en inmensa mayoría, gente formidable, con las ma­nos firmes en lo que quieren, empeñadas en no dejar que le destrocen su país. Esos son una barrera infranqueable para los ilustres que pretenden ser Estrada Palma en su versión 2.0.
Puede ocurrir que alguien pregunte ¿y por qué no al capitalismo? O es inocente o es ladino. Para el primero información para el segundo Baraguá.
Cuba, los cubanos, construyen una sociedad nueva. En ese arduo trabajo de albañilería histórica por supuesto se co­meten errores, se saltan planos, se desentienden quien pone el ladrillo y quien dice donde se pone. Y también se avanza con buen tino, se funde una base antisísmica, se levanta una columna para siempre. Todo eso ocurre en cualquier obra, incluida las trascendentales e históricas.  El fi­nal es una edificación enteramente nue­va, sin los males de las sociedades de mer­cado. Ninguno de los problemas actuales de Cuba se resuelven dentro del capitalismo. Los problemas de la sociedad de consumo, no se han resuelto en 500 años, por el contrario estos se han incrementado.
Los aspirantes a la Cuba de rodillas repiten una y otra vez: para Cuba, más democracia, más participación ciudadana, más acceso a la información, más libertades. Y ante sus narices densas y su miope visión les pregunto ¿qué país capitalista tiene más de todo eso que Cuba?
En América Latina, para no irnos tan lejos. Elecciones con más del 50 % de abstencionismo y el o la flamante presidente o presidenta, así elegidos, por una pizca del pueblo, se cruza la banda presidencial como si de verdad hubiera tenido mayoría. (Chile y Colombia están en la lis­ta de los países con más abstencionismo, otro de esa lista es Suiza).
Los medios de prensa desinforman, manipulan, ofenden, calumnian. La po­blación más humilde es mayormente analfabeta o no puede dedicar el tiempo de su lucha por la subsistencia para leer y estudiar. Por cierto los crecientes índices de alfabetización se han alcanzado gracias a la voluntad política de los gobiernos nacionalistas y antimperialistas de este continente, todos los cuales están hoy ba­jo fuego en plena Guerra de Cuarta Ge­neración, por el pecado de enseñar a leer y a escribir a los pobres.
Quién tiene acceso real a la información, la minoría del poder. Tienen mu­cho Internet en América Latina, sí, para el ocio, el comercio, la propaganda co­mercial, algo para las campañas electorales, casi nada para el verdadero poder ciudadano.  Como en la antigua Grecia, tienen derecho al ágora los ciudadanos “libres”, en términos actuales son los que saben y tienen tiempo para leer, disponen de solvencia económica para adquirir tecnología, equipos, cuenta de datos, TV satelital y otros adelantos de la sociedad. Es decir los menos dentro de los menos.
A los periodistas que se enfrentan a la hegemonía de la desinformación les es­pera la expulsión o la muerte. Los medios que se revelan contra ese poder de manipular, o son sacados del país o son atacados sin tregua. TeleSur en Argentina por ejemplo. México es líder en periodistas asesinados; el segundo lugar es de Hon­duras.
Si las empresas petroleras son nacionalizadas, las tierras entregadas a los po­bres, las bases militares gringas —con sus militares violadores inmunes a la justicia— expulsadas del país, las riquezas na­turales puestas al servicio de la gente; si la Chevrón no puede contaminar la sel­va y los ríos sin ser acusada y obligada a pagar, si Mosanto no puede infectar las cosechas con pesticidas y transgénicos que hacen parir niños con dos cabezas, sin que los pueblos se indignen y se nieguen a comprar sus productos, entonces el capitalismo acusa a esos pueblos de antidemocráticos, genera golpes de Es­tado, crea campañas difamatorias, y de­clara a esas naciones peligrosas.
Es decir, para Cuba el proyecto que nos venden es ese. Veremos a nuestros viejos sin protección social, a los estudiantes endeudados, a los maestros cesantes, a los muchachos recién nacidos morirse como moscas, a los bienes liquidados, a los policías antimotines entrenándose en torturar. Tendremos, eso sí, partidos y po­líticos que se turnen en el poder para ser más de lo mismo, pandillas de jóvenes que se matan entre sí, senadores con cuen­tas en paraísos fiscales, traficantes de dro­gas pagados con el presupuesto del Es­tado, señoritas de sociedad, propaganda comercial, bailes en los liceos, y  resucitarán al Diario de la Marina donde podrán acceder los que hoy publican en ya ustedes saben dónde.
Entonces los procapitalistas estarán felices y cuando alguien les reclame, dirán “Bueno, así es la democracia”.
Hasta el más tonto sabe por qué en Cuba no queremos capitalismo, y por qué los que promueven esa sociedad, la gente no los considera personas serias a los que se les puede hacer caso.  Hasta el más tonto sabe por qué las personas van a respaldar la irreversibilidad del sistema socialista en Cuba, en la próxima reforma constitucional. A pesar de los esfuerzos de los que quieren ser Plattistas new age.
Segunda regla: No nos entenderemos con quien venga financiado, respaldado, apoyado, por el dinero anticubano terrorista de Miami o de cualquier otra nación, incluidas las de la vieja Europa.
El mismo financista que pagó las ar­mas usadas en Boca de Samá y los billetes de avión para los cursos de democracia en el Miami Colege. El mismo poder que pagó el entrenamiento en explosivos de Posada Carriles y Orlando Bosch y el salario de las Damas de Blanco o los proyectos del Soft Power. No hay debate con quien acepta dinero del terrorismo y la muerte, dinero blanqueado en los proyectos no violentos de Gene Sharp; de los campos de infiltración de Alpha 66 a las becas, los viajes a Europa, las organizaciones civiles, la prensa alternativa. Las imágenes del contrarrevolucionario Coco Fariñas con Posada Carriles, la del provocador anticubano Antunes abrazado a Félix Rodríguez, alias el “gato” quien participó en el asesinato del Che, significan la consagración de que el dinero, el mal y los criminales son los mismos.
Aceptar el debate de los financiados con esos fondos, es lo mismo que asesinar cada mañana al Che, volar nuevamente La Coubre, matar a los maestros y alfabetizadores, y hacer desaparecer en el aire cada día al avión de Barbados. De nada vale que nos acusen de intolerantes, atrincherados en el pasado y cualquier otro piropo similar. Hay demasiada sangre derramada, demasiadas lágrimas, de­masiado dolor, como para olvidar.
Por último un mensaje a los “plurales”. Si su proyecto no pretende que seamos una sociedad capitalista, si su proyecto no está financiado con dinero de los centros de poder anticubano, ah, entonces podemos, tranquilamente discutir con todo cariño esas ideas, y de seguro estaremos de acuerdo en más de una. Para los que se apresuran a meter cuñas para desunirnos y medrar en tiem­pos de cambios, el mensaje es mucho más corto: Los principios no serán negociados.
Porque estos son la que hacen posible y no imposible a esta Nación, Patria, Es­tado, Cultura, cuyo nombre común es la suerte de la indivisibilidad: Cuba.

Tomado de La pupila insomne

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