El avatar de #DerechosdeCuba, creado por Paco Arnau
Coincido con varios amigos que opinan que el uso excesivo de términos militares para denominar lo que ocurre en Internet   puede ser contraproducente. Pero lo acontecido este fin de semana no  me  deja otra alternativa que describirlo como un auténtico capítulo de ciberguerra, enfrentado por una exitosa estrategia de ciberdefensa activa con consecuencias inmediatas en la subversión contra Cuba a través de la Red.
Las  lecciones las da la historia. Después de su inocultable derrota  en  Playa Girón, el gobierno norteamericano aprobó el ultrasecreto y   multimillonario Plan Mangosta contra la Revolución cubana. Los   historiadores consideran Mangosta como el mayor programa emprendido por   el gobierno de Estados Unidos contra otro país en la década de los   sesenta y se dice que todavía hay secretos por revelar. Y saltando en el   tiempo, no es de extrañar que, luego del sonoro fracaso que la   maquinaria mediático-cibernética actuante contra Cuba tuvo la pasada   semana en ocasión de la celebración del Día de los Derechos Humanos   -que varias personas en Internet denominaron como un Girón digital-,   nuevos y más amplios planes surjan contra la Isla en el escenario   cibernético.
Una  urdimbre de planes pretendía crear artificialmente disturbios en  la  capital cubana y otras localidades los días 9 y 10 de diciembre,   combinando acciones desde el exterior, la convocatoria de emisoras   radicadas en Estados Unidos, la actuación sobre el terreno - coordinada   por la representación diplomática de Estados Unidos en La Habana- y el   accionar en la redes sociales en Internet y la cobertura de los medios   extranjeros acreditados en la Isla. El éxito de tales sucesos desataría   una cadena de acontecimientos muy difíciles de detener: imágenes de   represiones inundarían los grandes medios, lo que traería condenas   internacionales con la multiplicación de las provocaciones hasta desatar   la declaración de una zona de exclusión aérea detrás de lo cual   empezarían a caer las bombas en el nuevo modelo de exportación de la   democracia acuñado por la administración Obama, luego de la intervención   en Libia.
Los  grandes medios de comunicación, la prensa de Miami y la   contrarrevolución activa en Internet anunciaban que desde La Florida una   flotilla de embarcaciones se acercaría a las costas cubanas para   disparar fuegos artificiales que deberían ser vistos desde el malecón   habanero. La etiqueta #todospalmalecon era impulsada por los clones   anticubanos en la red social Twitter, mientras la emisora gubernamental norteamericana Radio Martí   -dirigida hacia la Isla- alentaba el mismo mensaje. La cobertura en   tiempo real desde las embarcaciones se combinaría con el trabajo en Cuba   de quienes acreditarían, con tecnología de punta facilitada por EE.UU., haber visto “las luces de la democracia” iluminar La Habana.
Al  amanecer del siete de diciembre la residencia del máximo  representante  de Estados Unidos en Cuba acogía a los más conocidos  “disidentes”  cubanos para recibir instrucciones, en un hecho que fue  denunciado con  inmediatez y amplio testimonio gráfico en varios espacios  de la Red,  asestando un primer golpe al plan norteamericano, a pesar  del silencio  absoluto de los grandes medios de comunicación acreditados  en la Isla.
Pero  llegó el día nueve, el primero de la “jornada de protestas” que  se  había anunciado con bombo y platillos, y una impresionante  concertación  de usuarios de Twitter lanzaba la etiqueta #DerechosdeCuba   en defensa de la Revolución cubana, sumando grandes impactos desde   España, Cuba, Venezuela, México y Argentina, y distribuyendo información   sobre el plan subversivo en marcha, el carácter terrorista de la   flotilla y la existencia de una normalidad absoluta en la Isla.
Ningún corresponsal gráfico acreditado en Cuba pudo aportar fotos de los fuegos artificiales, pero mientras El Nuevo Herald   de Miami titulaba “Las luces de la democracia llegan a La Habana” con   el previsible testimonio de los beneficiarios de la Internet a la carta   suministrada por Estados Unidos, el mundo conocía a través de Twitter   -con abundantes imágenes en fotografía y video- que miles de jóvenes   cubanos asistían a un concierto del popular músico X Alfonso muy cerca   del malecón y otros recordaban a las “Damas de blanco” las víctimas del   terrorismo ejecutado por sus jefes norteamericanos contra la Isla.
Maniobras desesperadas, como ofrecimientos de dinero por usar etiquetas mercenarias, anunciados en la página de un corresponsal de Radio Martí, e intentos de asumir como suyas los hashtags   neutros #Cuba y #DDHH no hicieron más que probar la desesperación de   las fuerzas pronorteamericanas ante lo que era una verdadera avalancha   digital que se multiplicó varias veces el día 10 con respecto a lo   sucedido la jornada anterior.
No importa, como demostró un análisis realizado por el sitio Cubadebate, que #DerechosdeCuba haya sido censurado por Twitter como Trending topic,   ni que las pruebas que evidencian la mano de EE.UU. detrás de los   “luchadores por los Derechos Humanos en Cuba” sean escamoteadas a sus   audiencias por los grandes medios. A estas horas, en los cuarteles de la   ciberguerra contra la Isla insumisa se realiza un balance del desastre  y  el equivalente de un Mangosta digital toma forma en la mente de  algún  sesudo analista de Washington.
Frente  a ello, lejos de amedrentarnos, las lecciones de inmediatez,  alianzas y  participación creativa que nos deja #DerechosdeCuba también  deben ser  tomadas en cuenta de nuestro lado, como prueba de que -como ha  dicho  Fidel- “no existe fuerza en el mundo capaz de aplastar la fuerza  de la  verdad y las ideas” y que “Internet parece inventada para  nosotros”.
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