Por Raúl San Miguel
Decenas de trabajadores de varias entidades y organismos capitalinos convergen en los exteriores de la tienda “La Favorita”- de la División Contex-, dispersos sobre la hierba, refugiados del intenso calor bajo los árboles en la angustiosa espera y expuestos a las ofertas de cuentapropistas que incluyen la cerveza (a 35 pesos y muchos traían sus botellas de ron): Un detonante para el comportamiento de quienes se excedieron en su consumo como sucedió en discusiones entre usuarios y tenderos.
El espacio de antesala al piso superior, donde ubican las áreas de venta, fue reducido de manera inquietante hasta provocar la sensación de hacinamiento y sin otra ventilación adicional que las exiguas corrientes de aire caliente expulsadas por el bochorno estival y concentradas entre el vidrio (de las puertas de entrada) y las placas de pladur para delimitar el otrora espacio al cual, en años anteriores, tenían acceso los compradores.
Desde allí –bajo la estricta vigilancia de una empleada se podía escuchar los nombres de los consumidores, en cada lista, y las opiniones (en reversa) de los que habían comprado: “¡Sin comentarios!” “Mejor no te digo…” y los rostros desencajados por la decepción al ver pulverizada la probabilidad de adquirir el módulo de ropa, calzado (en las tallas adecuadas), perfumería y otros artículos de alta calidad a precios subsidiados por el Estado.
“No tenemos zapatos para hombres”. “Solo esos números en el caso de las mujeres”. “Esos son los únicos pantalones disponibles (extra grandes)”, las camisas muy pequeñas y la perfumería prácticamente representada por un “lo tomas o lo dejas”, equivalente a dejar vacante los puntos asignados (como lo hicieron algunos antes de retirarse visiblemente molestos).
Del otro lado, en el área A, las cosas parecían ser significativamente diferentes, según el comentario de un joven que esgrimió su experiencia de trabajo en Transgaviota (como almacenero): “Nunca vi algo así. ¿Quiénes compran allí?", sentenció con una interrogante cuyo peso generó otros comentarios plenos de subjetividad, pero criollamente certeros.
Concluida la agotadora jornada de más de siete horas, el poniente aún castigaba duramente como si fuera el mediodía. Afuera, el rugido de los enormes camiones porta contenedores, levantaba el polvo de la semi destruida carretera que serpenteaba al borde de la tienda de ventas de módulos de presencia de la División Contex, ubicada en Berroa, municipio La Habana del Este.
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