Después de estar preparando su intervención para el evento de Buenos Aires durante toda la madrugada del 24 de abril, en horas de la mañana, Fidel inaugura las operaciones del día en la Bolsa de Café y Azúcar en el distrito financiero de Wall Stret.
Pasada las diez y media de la mañana, el subjefe de la policía del Bronx recibe una llamada que Fidel se dirige hacia el parque zoológico. Frente a la jaula de los tigres, Fidel, inesperadamente, salta sobre la baranda divisoria para admirar de cerca al hermoso felino. Es un ejemplar adulto. El director del Zoológico, que lo acompaña se inquieta, y le dice —Please... Mister Castro.
Ya de retirada dos muchachas de habla española, una rubia y otra castaña, irrumpieron a través del cordón de guardianes cubanos y estadounidenses e insistieron en besar a Fidel. Luego entró en la cafetería del parque y aceptó un perro caliente que le brindó un niño, bebió un refresco y, por último, ingirió un helado de fresa con barquillo.
Desde las primeras horas del atardecer del 24 de abril, el neoyorquino Parque Central se ha estado llenando con personas que quieren participar en el gran acto con Fidel. En su mayoría, son latinoamericanos emigrados por razones económicas, exiliados por razones políticas o perseguidos por las dictaduras imperantes en muchos países de América.
Fidel comenzó sus palabras dirigidas a cubanos, latinoamericanos y norteamericanos y significó que el valor del acto radicaba en las personas que están presentes, no solo cubanos sino dominicanos, puertorriqueños, mexicanos, centroamericanos, en fin latinoamericanos y norteamericanos. También lanzó un reto: “¡Qué vengan los dictadores de América! ¡Qué vengan aquí y convoquen al pueblo! ¡Que vengan aquí y convoquen a sus propios compatriotas! ¡Qué vengan aquí y le hablen a la opinión pública de los Estados Unidos y de la América entera! ¡Qué vengan a comparecer ante todas las asociaciones de periodistas que quieran preguntarles acerca de todas las cosas de su país! ¡Que vengan a ver si reúnen pueblo!” (Bohemia, No. 18, 3 de mayo de 1959, p. 86).
También consideró el basamento filosófico que conforma el ideario de la Revolución cubana y analizó el dramático pasado de los pueblos latinoamericanos que habitan tierras donde nunca se ha aplicado la justicia.
Eugenio Suarez Perez,
Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado
Guayacán es el nombre común con el que se conoce a varias especies de árboles nativos de América, pertenecientes a los géneros Tabebuia, Caesalpinia, Guaiacum y Porlieria. Todas las especies de guayacán se caracterizan por poseer una madera muy dura. Es justamente por esa característica que reciben el nombre de guayacán, aun cuando no guarden relación de parentesco entre sí.
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