Bayamo, Granma.–Hermoso símbolo de continuidad histórica se vio en la Plaza de la Patria, de esta ciudad, cuando el Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, dirigió las palabras de su primer discurso por el 26 de Julio, en la misma tribuna donde el Comandante en Jefe dijera las últimas suyas en ocasión de la propia fecha.
Ante la presencia del General de Ejército Raúl Castro Ruz, Primer Secretario del Comité Central del Partido, de los miembros del Buró Político, dirigentes del Estado y del Gobierno, invitados de países hermanos y el pueblo de Granma, el mandatario cubano apeló «al peso descomunal de la historia que nos juzga» e hizo, tal cual Fidel en 1960, 1982 y 2006, una reverencia a las tradiciones de lucha y el enorme aval independentista del territorio que hoy circunscribe a la provincia.
Con énfasis lo llamó «heroico pueblo de Granma», y repasó algunos hitos fundacionales acontecidos en esta tierra oriental, escogida para una de las dos acciones del 26 de julio de 1953, «una fecha que el odio ensangrentó y el amor convirtió en fiesta de homenaje a los hijos de la Generación del Centenario».
Antes hubo otros oradores, tan especiales como la pequeña pionera Gellys González Verdecia, quien a su reafirmación del orgullo que siente por el país que defiende la educación y la paz de los niños, o su disposición a mantener la vigencia del pensamiento de Martí y del «pionero mayor», sumó la fuerza impresionante de la elocuencia sin papeles, de la soltura y contundencia de quien convence, porque habla desde el corazón.
Universitaria, estudiante de Contabilidad y Finanzas, Migdiala Charón Ricardo puso en sus palabras la altura de su edad, con responsabilidad e intransigencia, al decir de su honor por representar a la masa joven cubana que no se deja seducir por programas subversivos ni cantos de sirena, porque es una generación que no vende la Revolución que aquella del Centenario hizo para ellos.
Federico Hernández, primer secretario del Partido en Granma, dio fe del compromiso de su pueblo con la historia legendaria que lo precede, a la cual señaló como inspiración principal del trabajo que hace posible el avance y el bienestar creciente del territorio, visibles en los resultados de la agricultura, de sus inversiones, de los encadenamientos con la industria, de las innovaciones decisivas de las producciones locales de alimentos y de la pesca, de la consolidación de los rubros exportables, de la diversificación de los servicios y la observancia permanente sobre la calidad.
El Presidente cubano calificó de importantes los logros palpables en Granma, y afirmó que por ellos mereció la sede.
Acogió la autocrítica territorial de trabajar con la meta puesta en las capacidades potenciales de todos los sectores socioeconómicos, algo que señaló como asignatura pendiente en todo el país y cuyas causas hay que vencer, desde las limitaciones reales del bloqueo, hasta obstáculos internos incompatibles con el socialismo, como el egoísmo, la vanidad, la desidia, la chapucería y el no se puede.
Y si lo que falta por hacer debe ser considerado urgente, porque atañe a la felicidad y a la calidad de vida del pueblo, se habrán de aprovechar todos los espacios, como ejemplarmente pasó al término del acto, cuando el General de Ejército y Díaz-Canel se reunieron con los primeros secretarios del Partido y los presidentes de Gobierno de las provincias de Camagüey, Las Tunas, Holguín, Santiago de Cuba, Guantánamo y de la sede; un encuentro que contó con la presencia del Segundo Secretario del Partido, José Ramón Machado Ventura, y el Comandante de la Revolución Ramiro Valdés Menéndez.
En las líneas finales del emotivo discurso en Bayamo, el Jefe de Estado cubano reiteró la voluntad de no dejarse distraer por las presiones ni las amenazas imperiales y conminó a resistir creativamente sin renunciar al desarrollo, considerando siempre al 26 de Julio como la gran inspiración de los cubanos para el hacer de todos los días.
Conmovido por los versos de Fernández Retamar, con los que finalizó, exaltó la singularidad heroica de Cuba, de los ideales que escogió para vivir, y alentó al pueblo a seguir construyendo «una alegría olvidada».
Todo fue símbolo en Bayamo este 26, porque la continuidad como valor prevaleció en la Plaza de la Patria.
Ardieron la cubanía y el corazón en el verso guajiro con filo de machete, en el «No, no nos entendemos» dicho en tiempo real, y en la comunión final con que Raúl, el moncadista, subió a abrazar a la generación nueva, a saludar a su pueblo, y a alzar los brazos tomados, como tienen derecho a hacer los que fundan, pelean, resisten y vencen
(Periodico Granma)