Planes de atentados contra nuestros principales dirigentes, guerra sicológica, bombardeos a ciudades, aeropuertos, centrales azucareros, y campos de caña; sabotajes a la economía, invasiones militares, infiltraciones de terroristas, bandas de alzados, lanzamientos de armas y explosivos, introducciones de plagas y enfermedades, forman parte de la larga lista de agresiones acumuladas por más de medio siglo contra el pueblo revolucionario de Cuba por su decisión de construir su propio destino.
Esas actividades subversivas le han dejado a Cuba un lamentable saldo de más de 3 400 muertos y otros miles de mutilados e incapacitados, cifras que pudieran haber sido mayores y más dolorosas de no haber contado nuestro país con un órgano como el de la Seguridad del Estado, cuya labor ha echado por tierra miles de agresiones, aún a costa de la vida de cientos de combatientes dentro y fuera del país.
Solamente en conspiraciones para asesinar al máximo líder de la Revolución Cubana, Comandante en Jefe Fidel Castro, la seguridad de nuestro país hizo abortar más de 600, sin contar aquellas que no llegaron a conocerse jamás y que también suman decenas.
Si bien hoy todo tiene un tono menos dramático, ello no es reflejo de que las intenciones del imperio sigan su obstinada carrera de querer derrotar a nuestra revolución, para lo cual aplicará métodos más sutiles. De ahí que la labor de los combatientes de la Seguridad del Estado dentro y fuera del país requiera de mayor inteligencia y capacidad para desarrollar la tarea que desempeñan para proteger al pueblo de las agresiones enemigas.
Al cumplirse este jueves el aniversario 61 de la fundación de los Órganos de la Seguridad del Estado, los cubanos nos sentimos más que satisfechos y orgullosos de esos hombres y mujeres, los de ayer y los de hoy, que han dado lo mejor de sí en el enfrentamiento a los enemigos de la revolución, lo que han hecho corriendo todo tipo de riesgos aquí allá.
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