ESTADO GUÁRICO, Venezuela.—Viajando en busca del municipio de Ortiz, el camino no nos resulta tan largo como seco. La carretera, todo el tiempo estrecha, deja ver a ambos lados tierras donde la vegetación ha crecido a su antojo y de vez en vez es tocada por la mano humana que incendia algunas áreas a modo de un «chapeo incendiario», ese que acentúa la apariencia de paraje sediento en todos los contornos.
Habiendo partido desde San Juan de los Morros, capital de Guárico, transcurrirán dos horas mirando un paisaje rural, poco poblado, donde se avistan a cada rato algunas gasolineras y casitas que nos recuerdan el campo cubano. En la ruta nos cruzamos a menudo con camionetas y con rastras, estas últimas conocidas aquí como «gandolas».
Bien avanzada la mañana, es casi insoportable salir al aire libre y no ansiar guarecerse. El destino será la Empresa Socialista de Riego Río Tiznados. Todavía no sabemos por qué tantas personas nos han hablado del lugar. Lo único que hasta ahora tenemos claro es que allí laboran cinco cubanos en calidad de asesores, los cuales forman parte de la Misión Agroalimentaria de Cuba en Venezuela.
Hemos hecho la travesía acompañados de la joven cubana Yasmiany García Peña, tunera y coordinadora, a nivel del estado, de la asesoría en el ámbito de la agricultura urbana. El final del camino es un lugar muy organizado, de vastas áreas, conocido también como Empresa Integral de Cultivos Varios y Ganadería. Tres cubanos nos reciben alegres y más bien en silencio —se nota que son hombres de trabajo duro, de sol a sol, conocedores de mil secretos de la tierra—. Ellos son el camagüeyano e ingeniero agrónomo Edel Pacheco Basulto, el guantanamero y veterinario Luis Ernesto Bosch, y el técnico en suelos e ingeniero pecuario, Gabriel Oquendo Lobaina, holguinero y poeta, quien nos cuenta sobre cómo ha escrito en décimas la historia plasmada por Colón en su diario sobre dos aborígenes que se amaron.
Ellos explican algunos temas alusivos a cómo funciona la empresa. Pero la verdad sobre el valor de la asesoría cubana solo asomará cuando vayamos al encuentro del venezolano Juan José Jiménez, presidente de la Empresa Socialista de Riego Río Tiznados, un hombre al que se le sale la pasión por doquier, dicen que así como es de asequible y jaranero, se pone intransitable cuando nota que los trabajadores (fijos son un centenar, y fluctuantes, unos 300) están haciendo mal las cosas; también comentan que cuando se enoja suele tener razones de envergadura para hacerlo.
—¿Qué tal los asesores cubanos?, preguntamos a Juan José.
—Excelentes. Ya son 15 años trabajando con la misión cubana y no me quejo. Los compañeros me han ayudado tremendamente. Soy administrador y me apoyo mucho en ellos, de quienes he aprendido cómo hacer mucho con poco.
«Yo no sabía lo que era sembrar una planta de maíz. En el área del campo, en temas como el de la fertilización, como el agronómico, el 90 % de lo que he aprendido ha sido gracias a los cubanos. En esta empresa ya tengo seis años de trabajo, y en los primeros dos conté con un asesor principal, Eddy Cardentey, quien era excelente. Para mí fue un padre, una escuela, una biblia, un guajiro, como llaman ustedes al hombre que conoce bien la tierra.
«Para mí el cubano es un hermano, es como un primo, es la persona que yo llevo a mi casa, que comparte con mi familia».
—¿Cuán importante es para Venezuela el desarrollo de la agricultura, particularmente la urbana?
—Estamos en un momento en que ya es necesario que la «agricultura de puerto», o sea, estar importando los alimentos, desaparezca. Venezuela tiene capacidad, potencial para producir lo que aquí consumimos, incluso tiene capacidad para exportar. Te lo digo con toda responsabilidad.
«En cuanto a la misión cubana en este 2017, creo que juega un papel muy valioso. No tengo duda de que los compañeros han dado el ciento por ciento —con solo dejar a la familia y venir aquí a apoyar, con eso han dado mucho—. Juntos, podemos dar el 200 % para poder salir de esta guerra económica que se nos hace, de este trance».
—No es fortuito que el Ministerio de la Agricultura Urbana de Venezuela haya nacido en el 2016, el año más difícil de la Revolución Bolivariana…
—Aquí la agricultura urbana no se veía. Antes nos bastaba con cultivar las grandes extensiones de tierra, pero el tema del huerto, del patio productivo, del colectivo, de las comunas, de los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP), es muy importante.
«El Comandante Presidente, Nicolás Maduro, ha dicho que los CLAP no son una bolsa, o una simple caja. Ya ellos deben salir a producir. Ese es el papel que debe jugar principalmente el Ministerio de la Agricultura Urbana; y la misión cubana está ahí, acompañando, apoyando de frente».
—Se impone un cambio de filosofía, como ustedes dicen: pasar de la mentalidad rentista a la productiva.
—No podemos vivir netamente del petróleo. Tenemos que ir mucho más allá. Claro que necesitamos ese recurso, y que su precio suba en el mercado internacional. Pero tampoco podemos esperar a que las cosas mejoren con los brazos cruzados: hay que producir, diversificar la economía.
—¿Cómo valoran la mejoría de los resultados en esta empresa a partir de la experiencia que transmiten los cubanos?
—Cuando llegué a la empresa, entré con 80 trabajadores. Fuimos activando áreas; pusimos a funcionar unos silos de vaquería que estaban al 30 %. Tenemos una planta de deshidratados de frutas y hortalizas que, cuando llegué, no funcionaban. Contamos con seis casas de cultivo que estaban en el suelo. Tampoco teníamos hectáreas de riego.
«Esa llegada de la cual hablo fue con los cubanos. Eran una veintena. Primero echamos a andar las casas de cultivos. Cubanos y venezolanos asumieron esa tarea. Después implementamos los sistemas de riego. ¿Quién reactivó los pivotes? ¿Quién los armó? No te estoy hablando de que el cubano vino, dio una clase magistral, y se fue. El cubano se fue con los venezolanos a trabajar. Ahí tenemos 27 pivotes de riego.
«Nosotros tenemos un área de industria como la planta de deshidratados. Allí no hay especialistas cubanos, pero hasta allí fueron ellos para que la planta funcionara. Siempre, en todas las áreas que tengo acá, ha estado uno de ellos incentivando, motivando, apoyando al venezolano. A veces decimos que no podemos hacer tal cosa porque necesitamos recursos, entonces va el cubano y echa al suelo ese ánimo y dice: “vamos a hacerlo porque hace mucha falta”».
«Aquí tenemos buenos rendimientos del maíz. Las producciones de la agroindustria aumentan, y las de las casas de cultivo también. No tenemos a un cubano dando cátedra, taller. No, está metido en el área, trabajando».
—El Comandante en Jefe Fidel vivía muy concentrado y desvelado por este mundo de sembrar y de crear alimentos. Le hubiera encantado ver algo como esta empresa…
—Yo quería ir a Cuba porque quería conocer al Comandante Fidel. Porque él y Chávez eran como padre e hijo. Fidel tenía los ojos puestos en Tiznados. Él mandó a alguien hasta acá para trabajar proyectos como el de la moringa. Y pensar que uno le envió informes, proyectos…
«Cada vez que Elías Jaua (ministro del Poder Popular para la Educación) iba a Cuba, Fidel siempre preguntaba por Tiznados, por lo que aquí se hacía. Uno se emociona, de verdad. Él y Chávez hicieron un enorme trabajo, nos dejaron un legado, y a nosotros nos toca seguir adelante, dejar la vida, el pellejo si es preciso en este proyecto».
—De algún modo interactuó con los métodos de trabajo del Comandante en Jefe…
—A nosotros, por ejemplo, cuando nos tocaba preparar un informe para Fidel, ese debía ser un informe con videos, con una estructura muy concreta y concisa, sin muchas páginas. Había que ir a lo esencial: cómo va la moringa, cuánto tiempo tiene, qué ha producido, qué resultados ha tenido, adónde va eso. Uno lo hacía con gusto, con pasión, con respeto por la verdad. Yo mismo iba muchas veces con mi teléfono y hacía el video. Y pensar que dos días después, 24 horas después, el Comandante Fidel podía estarlo viendo…
«Por eso yo digo que en Tiznados están sembrados los empeños de nuestro Comandante Chávez, y de nuestro Comandante Fidel».
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