Por: Roilán Rodríguez Barbán
El viernes, es 17 de febrero de 2017. Un día como este, hace 25 años murió el joven Rolando Pérez Quintosa, uno de los mártires de Tarará.
Pérez Quintosa sufrió durante 37 días hemorragias e infecciones causadas por las perforaciones en su tórax y abdomen, aunque se habría salvado de no resultar imprescindible un medicamento solo producido en Estados Unidos. Ni siquiera por sentido elemental humanista, el gobierno estadounidense dejó de ampararse en su guerra generalizada contra la Revolución y se negó a vender el medicamento para impedirle la muerte. Cuando amigos de la obra revolucionaria hicieron llegar el producto a La Habana, ya era tarde.
El único sobreviviente de la masacre de Tarará falleció el 17 de febrero de 1992.Durante todo ese tiempo no faltó el acompañamiento de nuestro Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, quien preguntaba con insistencia sobre el estado del muchacho. Uno de esos días el Jefe de la Revolución lo vio quejumbroso y le expresó al equipo médico: “No debe sufrir ¡No lo merece!”. Trataron de convencerlo que era inevitable. Entonces se marchó triste y muy disgustado. No había pasado una hora y ya estaba de vuelta, llegó manejando al hospital Naval. Encontró dormido a Pérez Quintosa y dijo: ¡Así es como debe estar! Esa actitud de Fidel nos revelaría una vez más, no solo su extraordinario humanismo sino la fidelidad a los combatientes salidos del pueblo al que otorgó todos los méritos de las victorias logradas por la Revolución.
Hoy Rolando, junto a Yuri, Orosmán y Rafael son de esos jóvenes héroes de espaldas aladas que siguen a Fidel en Caravana.
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