Por Arthur González.
El más reciente anuncio del Servicio de Ciudadanía e Inmigración (USCIS), de Estados Unidos, dado a conocer el 22.12.17, de que “suspenderá temporalmente, pero de inmediato, las operaciones en su oficina de La Habana, Cuba, ante la reducción del personal de su embajada”, era de esperar, pues desde que el gobierno de Donald Trump inició la operación mediática de los falsos ataques acústicos y las inventadas enfermedades que sufrieron sus diplomáticos, se vislumbraba que el final apunta al cierre total de su embajada.
Desde que comenzaron a publicar reiteradamente la historieta, eran evidentes que sus mentiras tenían como finalidad afectar el turismo internacional, crear conflictos internos en la isla ante el recrudecimiento de la guerra económica y posteriormente romper las frágiles relaciones establecidas por Obama, esas que formaron parte de un acápite del diseño de su política para destruir el socialismo desde adentro, expresado notoriamente en todos sus discursos, a partir del 17.12.14.
La primera medida tomada por el Departamento de Estado en 2017, fue la expulsión de dos diplomáticos y meses después de otros 16 funcionarios diplomáticos de la misión cubana en Washington, seguida de la decisión de Estados Unidos de retirar igual cantidad de sus funcionarios acreditados en la Habana, principalmente del consulado y de la oficina económica, lo que dejaba ver a las claras que todo estaba premeditado y formaba parte de una operación estratégica para dañar la economía cubana, ante el fracaso de la política subversiva que sutilmente trazó Obama hacia Cuba.
El actual paso de trasladar las actividades consulares hacia la embajada de Estados Unidos en México, es una prueba de que pretenden desmantelar las funciones de ellos en la Habana, para llegar a la conclusión de que es más lógico cerrarla totalmente para no malgastar dinero.
La decisión tomada apunta al interés de provocar tensiones internas en la isla, a partir de la angustia de los que han decidido emigrar para reunirse con sus familiares e incitar las salidas ilegales, al estilo de las acontecidas en 1994, conocidas como el “maleconazo”, en momentos en que Cuba lleva a cabo un proceso de cambio generacional en su gobierno.
Nuevamente errores de cálculo de los estrategas yanquis que al parecer no sacan lecciones de la historia.
Los cubanos pueden resistir 58 años de guerra económica, acciones terroristas, redes de la CIA para el espionaje, planes para asesinar a sus líderes, guerra biológica para introducir plagas y enfermedades, fabricación de una contrarrevolución asalariada sin filosofía propia ni convicciones políticas, estimulación a la emigración ilegal, unido a su permanente estrategia de subversión ideológica, porque construyeron una Revolución verdadera, no impuesta por los tanques soviéticos.
Para las nuevas generaciones de cubanos la mejor lección que reciben es precisamente el regreso de Estados Unidos a su vieja política de agresiones, solo así conocerán quien es el imperialismo yanqui y no el espejismo que dejó en 8 años el presidente Obama con un diseño inteligente, sutil y engañoso que nubló la mente de aquellos que se creyeron que con los yanquis se puede jugar limpio.
Quienes repasan la historia de Cuba de los últimos 120 años, se percatan de las trampas y traiciones de la política estadounidense, no solo con la mayor de las Antillas, sino con toda la América Latina, a la que han invadido, robado parte de sus tierras, impuesto bases militares, ejecutado golpes de Estado, asesinatos de gobernantes que no se arrodillan, y guerras económicas para ahogarlos, obligándolos a aceptar las condiciones que imponen, sin respetar soberanía ni derechos humanos.
Las cubanas y cubanos están preparados para las contingencias, porque todos han vivido y nacido bajo las acciones de los yanquis; su estoica resistencia y unidad nacional les permite salir victoriosos, algo que no perdonan los señores imperialistas que no comprenden como lo hacen sin sublevarse contra la Revolución, anhelado sueño yanqui de verla caer como el Muro de Berlín.
Los yanquis no entienden que la única receta que utilizan los cubanos es la unión de todos, a pesar de diferencias de criterios, religión y otras que no son antagónicas y que les ha permitido vencer las dificultades impuestas, porque como nos legó José Martí, apóstol de la independencia:
“Vencer, en el arte difícil de unirse, es el secretó único del bienestar de los pueblos y la garantía única de su libertad”.
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