Guayacán es el nombre común con el que se conoce a varias especies de árboles nativos de América, pertenecientes a los géneros Tabebuia, Caesalpinia, Guaiacum y Porlieria. Todas las especies de guayacán se caracterizan por poseer una madera muy dura. Es justamente por esa característica que reciben el nombre de guayacán, aun cuando no guarden relación de parentesco entre sí.

domingo, 17 de junio de 2018

Fidel y Raúl nunca defraudaron la confianza de su padre

Por: Equipo Editorial Fidel Soldado de las Ideas
Don Ángel Castro Argiz, en su oficina-comedor, 1956. Foto: Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado/ Sitio Fidel Soldado de las Ideas.
El libro “Ángel, la raíz gallega de Fidel” escrito por Katiuska Blanco Castiñeira es una historia inspirada en la vida del padre de Fidel y Raúl Castro Ruz.
Ángel Castro Argiz fue uno de los tantos gallegos que dejó atrás la Galicia profunda para buscar fortuna más allá del mar. En su camino, Ángel nunca imaginó que de su propia casa saldría la fuerza para cambiar la suerte de Cuba, la isla que siempre trazó su destino.
Cubadebate y el sitio Fidel Soldado de las Ideas en ocasión del Día de los Padres comparte con sus lectores fragmentos del libro donde se muestra el cariño y la admiración que los hermanos Castro sentían por su padre.
En el mismo se refleja cómo Fidel fue formando su pensamiento sobre la crítica situación económica, política y social en que vivía el país antes del triunfo de la Revolución:
“Todo lo que Fidel definía como urgencias económicas del país lo había aprendido en sus largas conversaciones con los trabajadores del batey y con don Ángel, con quien intercambiaba opiniones sobre los asuntos económicos de la finca y de Cuba. Sus vehemencias justicieras tenían raíz en lo vivido”.
A pesar del riesgo que correría en las acciones revolucionarias, sus padres nunca dejaron de apoyar a los hermanos Castro en sus ideales de justicia:
“Fidel presentía en su padre una intuición, pero don Ángel no le dijo nada, como quien valora inestimable y vital el silencio. Fidel nunca intentó convencer a sus padres de sus ideas políticas, su lucha les causaría grandes sufrimientos, pero confiaba en la sensibilidad fuerte de Lina y en la capacidad de don Ángel para apreciar los hechos políticos, los acontecimientos históricos en la vida de un país. Con esa convicción se despidió de ellos sin mirar atrás y sin saber que aquel sería su último encuentro con el viejo”.
(…)
“Don Ángel los apoyaba. Estaba preocupado, intranquilo, pensando que las dificultades para sus hijos eran muy grandes y que tal vez morirían, pero aún así estaba de acuerdo con su lucha”.
En todo momento estuvo de manifiesto el amor entre padre e hijo:
“Fidel sabía que sus padres se inquietaban por ellos. La preocupación les nublaba la tranquilidad y les quitaba el sueño. Los viejos tenían la niebla del mar en el pensamiento y su ánimo solo cambiaría con el regreso de los hijos. Por eso, Fidel valoraba aún más el apoyo de sus padres, su cariño incondicional, su entereza y respeto”.
Don Ángel siempre confió en que Fidel regresaría desde México para lograr la definitiva victoria:
“En la casa no existía duda de que Fidel regresaría a Cuba ese año. Lo conocían demasiado bien. El viejo pasaba el tiempo pendiente de la noticia, del regreso, como en la historia de la Biblia, en que el padre iba todas las tardes a un alto y aguardaba ansioso el retorno del hijo pródigo, aquella parábola poética del Antiguo Testamento, que tanto había impresionado a Fidel de niño”.
Las cartas escritas por Fidel fueron leídas en innumerables ocasiones por su padre:
“Don Ángel sacó de una cajita de madera los papeles conservados como reliquia en el velador, junto a la cama. Releyó las cartas de sus hijos, escritas mientras esperaban el juicio o después, cuando ya estaban recluidos en el Presidio Modelo, en la Isla de Pinos. Fue repasándolas con la vista y con las manos, una por una, en un gesto de cariño”:
Prisión de Oriente
Septiembre 23 de 1953
Sr. Ángel Castro
y Sra. Lina Ruz.
Birán
Mis queridos padres:
Espero me perdonen la tardanza en escribirles, no piensen que es por olvido o falta de cariño; he pensado mucho en ustedes y sólo me preocupa que estén bien y que no sufran sin razón por nosotros.
El juicio comenzó hace dos días; va muy bien y estoy satisfecho de su desarrollo. Desde luego es inevitable que nos sancionen, pero yo debo ser cívico y sacar libre a todas las personas inocentes; en definitiva no son os jueces los que juzgan a los hombres, sino la Historia y el fallo de ésta será sin duda favorable a nosotros.
He asumido como abogado mi propia defensa y pienso desenvolverla con toda dignidad.
Quiero por encima de todo que no se hagan la idea de que la prisión es un lugar feo para nosotros, no lo es nunca cuando se está en ella por defender una causa justa e interpretar el legítimo sentimiento de la nación. Todos los grandes cubanos han padecido lo mismo que estamos padeciendo nosotros ahora.
Quien sufre por ella y cumple con su deber, encuentra siempre en el espíritu fuerza sobrada para contemplar con serenidad y calma las batidas adversas del destino; éste no se expresa en un sólo día y cuando nos trae en el presente horas de amargura, es porque nos reserva para el futuro sus mejores dones.
Tengo la más completa seguridad de que sabrán comprenderme y tendrán presente siempre que en la tranquilidad y conformidad de ustedes está siempre también nuestro mejor consuelo.
No se molesten por nosotros, no hagan gastos ni derrochen energías. Se nos trata bien, no necesitamos nada.
En lo adelante les escribiré con frecuencia para que sepan de nosotros y no sufran.
Los quiere y les recuerda mucho: su hijo
Fidel.
Fidel y Raúl nunca defraudaron la confianza de sus padres, Lina Ruz y Don Ángel Castro vivieron siempre orgullosos de sus hijos y sus convicciones de lucha contra las injusticias.

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