José López Vilaboy (al centro) fue machadista y batistiano, y abandonó Cuba luego del triunfo revolucionario. Autor: Corbis
José López Vilaboy fue machadista y luego batistiano. Se le atribuían 22 empresas en las que se desempañaba como propietario o accionista, pero nunca ha quedado claro del todo en cuáles de ellas actuaba como testaferro o beneficiario de Fulgencio Batista.
Los 10 000 pesos mensuales que recibía del dictador por su condición de director-propietario del periódico Mañana, eran una bagatela comparados con los beneficios que le concedía la banca paraestatal, pues se le registra como el mayor destinatario de los financiamientos del Banco de Desarrollo Económico y Social (Bandes).
Cuando salió de Cuba, en enero de 1959, dejaba atrás un pleito judicial no resuelto por su deuda no saldada con el también paraestatal —Banco para el Fomento Agrícola e Industrial de Cuba (Banfaic). A comienzos de la década de 1950, el Banco Nacional de Cuba detectó negocios turbios en el Banco de Fomento Comercial, en el que López Vilaboy era el mayor accionista, y lo obligó a salir de la sociedad.
Seiscientos mil pesos otorgó el Bandes a López Vilaboy para el financiamiento del Hotel Jagua, de Cienfuegos. Más de cuatro millones para el aeropuerto de Rancho Boyeros. Diez millones para la Financiera del Fósforo y uno, personal, de algo más de 100 000 pesos que recibió apenas 15 días antes de la caída de la dictadura. Otro más. Le concedió 23 millones para Cubana de Aviación. Su posición privilegiada en esa compañía área la traspasó a Batista.
Sin embargo, en su libro Motivos y culpables de la destrucción de Cuba, que publicó en Puerto Rico, en 1973, precisa que no fue socio ni testaferro de Batista, aunque reconoce que era, junto con el alcalde habanero Justo Luis del Pozo, uno de los pocos de la camarilla aúlica que se atrevía a aconsejar al dictador.
No os asombréis de nada. En las páginas de Motivos y culpables conceptúa a Machado como «un gran presidente» y dice que la Revolución que lo derrocó fue «el inicio de nuestras desgracias».
Por ahí sigue López Vilaboy en Motivos y culpables..., que él mismo califica como «un libro histórico». De Eduardo Chibás escribe que era loco, histérico, mal amigo, un fanático enfermizo de la publicidad. El coronel Joaquín Casillas, el asesino de Jesús Menéndez, es para él «uno de los más rectos y capaces militares… fusilado, al igual que el comandante Sosa Blanco, por el gran delito de cumplir con su deber…».
López Vilaboy no tiene límite en su furia anticubana. Reprocha al presidente Kennedy no haber aprovechado la llamada Crisis de los Misiles, en octubre de 1962, para haber liquidado de una vez al Gobierno Revolucionario.
Ningún cubano que diga serlo puede leer sin indignación la valoración que en su libro hace Vilaboy sobre las relaciones Cuba-EE. UU. Dice: «No hay duda de que el país más amigo de Cuba, desde la Guerra de Independencia, ha sido Estados Unidos. Una trayectoria de amistad ha precedido la conducta de esa gran nación a través de la historia…».
¿Cuánto de lo legado por Vilaboy está gravado por deudas, sujeto a litigios judiciales, o traspasado a Batista antes de 1959? Nadie lo investigará porque Cuba no reconoce la Ley Helms-Burton, aunque el deudo de López Vilaboy, en su sueño de una noche de verano, piense que le tocan.
(Periodico Juventud Rebelde)
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