por Alina Martínez
Foto: Joaquín Hernández Mena.
Siente que nació patriota, porque vio la luz un 10 de Octubre y lo bautizaron como Carlos Manuel, el Padre de la Patria. Tal vez por ese sentimiento no dudó un día en cumplir una misión que lo apartaría durante largo tiempo de sus amigos, de la familia y lo enfrentaría a muchos otros cubanos patriotas como él: la de simular que formaba parte de los grupúsculos contrarrevolucionarios que actúan en Cuba orientados y pagados por Estados Unidos.
Infiltrarse entre ellos fue, durante diez largos años, el papel que le encomendaron como agente de la Seguridad del Estado.
Recibimos en Trabajadores al que todos llamamos por su apellido, Serpa, ya en su condición de agente sin secretos, un hombre sencillo, con tremendos deseos de sumergirse en su pueblo para desenvolverse como un cubano común.
Hiperactivo, simpático, pequeño de estatura pero agigantado por la inmensa y riesgosa tarea que le fue asignada, se ganó al auditorio con su locuacidad y simpatía.
Narró sus experiencias dentro de los círculos anticubanos en que le tocó desenvolverse con la naturalidad y sencillez de quien siempre actuó convencido de que estaba cumpliendo su deber. Habló de cómo se fabrica un disidente, puso ejemplos de la manera en que se inventa una de las tantas noticias que nutren a la propaganda anticubana.
Desenmascaró la verdadera esencia de las innumerables organizaciones contrarrevolucionarias que muchas veces solo existen en papeles o de nombre y “suenan” solo en el extranjero porque ni se conocen, ni desempeñan ningún rol en el plano interno, ni cuentan con seguidores.
Refirió las veces en que, sin comprometer su condición de agente, encontró una salida digna a situaciones difíciles en que el enemigo cuestionó a la Revolución, o a sus dirigentes, en su presencia.
Subrayó el carácter mercenario de los llamados opositores, demostró la ausencia de convicciones de quienes solo actúan estimulados por la paga de la potencia que, históricamente, ha intentado doblegarnos y la promesa de recibir a cambio de sus “acciones” la visa para radicar en Estados Unidos.
Recordó sonriente aquel regaño que recibió porque al reportar una manifestación anticubana como periodista “independiente” puso en alto el celular por donde trasmitía para que supuestamente se oyeran las consignas de los enemigos, cuando lo que en realidad buscaba era difundir por el programa que recibía en vivo su señal los gritos del pueblo enardecido repitiendo una y otra vez “¡Esta calle es de Fidel!”.
No pocas veces tuvo que escapar a la justa ira de sus compatriotas que, al verlo por las calles reportando las raquíticas demostraciones de los grupúsculos contrarrevolucionarios, lo acusaban de mentir al mundo sobre lo que realmente pasaba en esta tierra.
Serpa no pudo dejar de mencionar el dolor por el distanciamiento de su madre durante una década, la pérdida de su pareja y el alejamiento de su hija, pero tanto sacrificio tuvo compensaciones.
Una de ellas la recibió, aún infiltrado, cuando vio a su niña escribir con tiza sobre el pavimento un letrero que decía Libertad para los Cinco. Ese día, en medio de las críticas de quienes lo tenían como uno de los suyos, sintió en silencio un inmenso orgullo por el gesto espontáneo de su pequeña.
Después de recuperar su identidad, tuvo la inmensa recompensa del amoroso abrazo en que lo envolvió su madre cuando supo que no era un traidor sino un servidor anónimo de su pueblo. Y en su Cárdenas natal, ante la tumba del tío que lo crió, combatiente de la clandestinidad y de Playa Girón, del que tomó su nombre de Emilio para desempeñarse como agente, le hizo el tributo de su misión cumplida.
Las historias fueron muchas y las emociones compartidas, como la que experimentó cuando conoció, al visitar la finca Demajagua donde se iniciaron nuestras gestas emancipadoras, que el primer negro que aquel 10 de octubre de 1868 rompió las cadenas de la esclavitud y se alzó con Carlos Manuel de Céspedes al grito de ¡Libertad o Muerte!, se llamó también Emilio.
Serpa se despidió diciéndonos que haber sido agente de la Seguridad del Estado representó para él su Moncada, su Granma, su Sierra Maestra, su clandestinidad, su Playa Girón, su Crisis de Octubre… momentos clave de la Revolución que se produjeron antes de él nacer, pero a los que les dio continuidad durante los años en que arriesgó su vida de forma anónima para desarticular los planes del enemigo contra la Revolución Cubana.
Es una obra inacabada, pues sigue combatiendo hoy desde las filas del periodismo radial y en la red de redes que asume como un importante campo de batalla.