A
finales de 1957 Fidel tenía la estrategia a seguir en el curso de la
guerra revolucionaria. De la Sierra Maestra hasta Pinar del Río
Según testimonio del General de Ejército Raúl Castro, Fidel ya tenía
delineada a finales de 1957 la estrategia a seguir en el curso de la
guerra revolucionaria. “Me explicó cómo, una vez consolidado el frente
de la Sierra Maestra, habría que crear nuevas columnas y, entre otras,
enviar una a la zona de la Sierra Cristal, otra al este de la Sierra
Maestra, en las proximidades de Santiago de Cuba, una a la región
central del país y otra hasta Pinar del Río”.
Con las armas capturadas en el segundo combate de Pino del Agua, a finales de febrero de 1958, se formaron las columnas 3 y 6, al mando de los recién ascendidos a comandantes Juan Almeida Bosque y Raúl Castro Ruz. El primero de marzo Almeida partió hacia las cercanías de la capital oriental para constituir el Tercer Frente Mario Muñoz; Raúl marchó hacia Pinares de Mayarí y allí fundó el Segundo Frente Frank País.
A raíz de la Huelga del 9 de Abril, el líder de la Revolución intercambió criterios con el Che sobre la segunda parte de la estrategia. Al respecto el Guerrillero Heroico escribiría a Camilo, el 23 de mayo de 1958: “Te aviso que tenemos, con el mandamás, un proyecto bonito mediante el cual plantarás la maceica bandera en Pinar y yo laburaré [sic] de Máximo [Gómez], como corresponde”.
Cuando aún el Ejército Rebelde enfrentaba a la ofensiva de la tiranía, el Comandante en Jefe ultimaba preparativos para llevar a cabo este plan, como le decía a Raúl en carta fechada el primero de julio: “Estamos en gestiones, de lo que espero los mayores frutos, para fortalecer los frentes y extender la guerra hacia occidente”. El 18 de julio siguiente Fidel suscribía la Orden Militar que asignaba “al comandante Camilo Cienfuegos la misión de conducir una columna rebelde desde la Sierra Maestra hasta la provincia de Pinar del Río”.
Esa fuerza, denominada columna dos, partió el 21 de julio de un lugar conocido como El Salto rumbo a Cayajal y Providencia. En este último sitio, Camilo habló a la tropa: “Compañeros, se nos ha encomendado la difícil pero honrosa labor de llevar la guerra a Occidente. Recordemos todos de que esta columna llevará el nombre de Antonio Maceo y que esta tarea ya fue realizada por el Titán de Bronce. Así es que nuestra obligación es cumplir con este deber. Podemos caer muchos en el camino, lo que sí no podemos es dejar de cumplir nuestra misión. Y si uno solo queda con vida, la cumplirá por todos nosotros”.
La tropa marchó hacia las márgenes del río Cauto. Allí, el 27 de agosto, se separó de ella el pelotón al mando de Cristino Naranjo (22 hombres), con la misión de operar en la zona. Hacia Camagüey se trasladaron los restantes 72, incluyendo cuatro capitanes y 11 tenientes. Además de la escuadra de la comandancia, contaba con tres pelotones, cuyos jefes eran los capitanes Orestes Guerra, William Gálvez y Antonio Sánchez Díaz (Pinares).
Se encontraron con el Cauto muy crecido. Tras cruzarlo con muchas dificultades, se detuvieron en la finca El Jardín. Un ciclón azotaba por aquellos días al Oriente cubano y los rebeldes, al reanudar la marcha el 4 de septiembre, tuvieron que afrontar cañadas desbordadas, valles anegados y caminos intransitables. Tres días después pudieron llegar al río Jobabo y entrar en suelo camagüeyano.
El nuevo escenario de operaciones era una despoblada llanura, baja y cenagosa, con pocos bosques, abundante en tembladeras, lagunas y pantanos. Tuvieron que soportar el hambre, la sed, nubes de mosquitos y jejenes y el cansancio de agotadoras jornadas. Lidiaron con el desconocimiento del terreno y la poca información sobre los movimientos de tropas enemigas. A su paso por el territorio, sostuvieron dos enfrentamientos con el Ejército batistiano sin sufrir bajas.
Sus dos únicos mártires, los tenientes Zenén Meriño y Delfín Moreno, cayeron en misiones de exploración.
Ya terminando septiembre Camilo consiguió dos camiones en el batey de Quesada, en la hoy provincia de Ciego de Ávila.
Atascados los vehículos a la entrada de la colonia Jacinta, ubicada entre los hoy centrales Ecuador y Ciro Redondo, los rebeldes fueron acogidos por los vecinos del villorrio cercano. En la escuela faltaba ese día la maestra, Pinares improvisó una clase y Camilo habló a los niños, a quienes convocó a que le pidieran a su profesora que todos los viernes les hablara de Martí, Maceo y los próceres de nuestras gestas de independencia. Se repartieron dulces y caramelos. Por último, todos cantaron a coro el Himno Nacional.
La columna enrumbó por la carretera a Morón hasta cerca de Ceballos. Sin comer ni tomar agua, los rebeldes atravesaron fincas, potreros y terraplenes. “Camagüey nos despidió como nos recibió: con un ciclón”, escribió Camilo en un informe a Fidel por aquellos días. El 7 de octubre los rebeldes acamparon en Llanadas de Alunao, ya en suelo espirituano. Al día siguiente confraternizaban con la tropa del comunista Félix Torres. Llegaban en un estado físico lamentable, pero alegres de haber cumplido la primera parte de la misión: llegar a Las Villas.
Con las armas capturadas en el segundo combate de Pino del Agua, a finales de febrero de 1958, se formaron las columnas 3 y 6, al mando de los recién ascendidos a comandantes Juan Almeida Bosque y Raúl Castro Ruz. El primero de marzo Almeida partió hacia las cercanías de la capital oriental para constituir el Tercer Frente Mario Muñoz; Raúl marchó hacia Pinares de Mayarí y allí fundó el Segundo Frente Frank País.
A raíz de la Huelga del 9 de Abril, el líder de la Revolución intercambió criterios con el Che sobre la segunda parte de la estrategia. Al respecto el Guerrillero Heroico escribiría a Camilo, el 23 de mayo de 1958: “Te aviso que tenemos, con el mandamás, un proyecto bonito mediante el cual plantarás la maceica bandera en Pinar y yo laburaré [sic] de Máximo [Gómez], como corresponde”.
Cuando aún el Ejército Rebelde enfrentaba a la ofensiva de la tiranía, el Comandante en Jefe ultimaba preparativos para llevar a cabo este plan, como le decía a Raúl en carta fechada el primero de julio: “Estamos en gestiones, de lo que espero los mayores frutos, para fortalecer los frentes y extender la guerra hacia occidente”. El 18 de julio siguiente Fidel suscribía la Orden Militar que asignaba “al comandante Camilo Cienfuegos la misión de conducir una columna rebelde desde la Sierra Maestra hasta la provincia de Pinar del Río”.
Esa fuerza, denominada columna dos, partió el 21 de julio de un lugar conocido como El Salto rumbo a Cayajal y Providencia. En este último sitio, Camilo habló a la tropa: “Compañeros, se nos ha encomendado la difícil pero honrosa labor de llevar la guerra a Occidente. Recordemos todos de que esta columna llevará el nombre de Antonio Maceo y que esta tarea ya fue realizada por el Titán de Bronce. Así es que nuestra obligación es cumplir con este deber. Podemos caer muchos en el camino, lo que sí no podemos es dejar de cumplir nuestra misión. Y si uno solo queda con vida, la cumplirá por todos nosotros”.
La tropa marchó hacia las márgenes del río Cauto. Allí, el 27 de agosto, se separó de ella el pelotón al mando de Cristino Naranjo (22 hombres), con la misión de operar en la zona. Hacia Camagüey se trasladaron los restantes 72, incluyendo cuatro capitanes y 11 tenientes. Además de la escuadra de la comandancia, contaba con tres pelotones, cuyos jefes eran los capitanes Orestes Guerra, William Gálvez y Antonio Sánchez Díaz (Pinares).
Se encontraron con el Cauto muy crecido. Tras cruzarlo con muchas dificultades, se detuvieron en la finca El Jardín. Un ciclón azotaba por aquellos días al Oriente cubano y los rebeldes, al reanudar la marcha el 4 de septiembre, tuvieron que afrontar cañadas desbordadas, valles anegados y caminos intransitables. Tres días después pudieron llegar al río Jobabo y entrar en suelo camagüeyano.
El nuevo escenario de operaciones era una despoblada llanura, baja y cenagosa, con pocos bosques, abundante en tembladeras, lagunas y pantanos. Tuvieron que soportar el hambre, la sed, nubes de mosquitos y jejenes y el cansancio de agotadoras jornadas. Lidiaron con el desconocimiento del terreno y la poca información sobre los movimientos de tropas enemigas. A su paso por el territorio, sostuvieron dos enfrentamientos con el Ejército batistiano sin sufrir bajas.
Sus dos únicos mártires, los tenientes Zenén Meriño y Delfín Moreno, cayeron en misiones de exploración.
Ya terminando septiembre Camilo consiguió dos camiones en el batey de Quesada, en la hoy provincia de Ciego de Ávila.
Atascados los vehículos a la entrada de la colonia Jacinta, ubicada entre los hoy centrales Ecuador y Ciro Redondo, los rebeldes fueron acogidos por los vecinos del villorrio cercano. En la escuela faltaba ese día la maestra, Pinares improvisó una clase y Camilo habló a los niños, a quienes convocó a que le pidieran a su profesora que todos los viernes les hablara de Martí, Maceo y los próceres de nuestras gestas de independencia. Se repartieron dulces y caramelos. Por último, todos cantaron a coro el Himno Nacional.
La columna enrumbó por la carretera a Morón hasta cerca de Ceballos. Sin comer ni tomar agua, los rebeldes atravesaron fincas, potreros y terraplenes. “Camagüey nos despidió como nos recibió: con un ciclón”, escribió Camilo en un informe a Fidel por aquellos días. El 7 de octubre los rebeldes acamparon en Llanadas de Alunao, ya en suelo espirituano. Al día siguiente confraternizaban con la tropa del comunista Félix Torres. Llegaban en un estado físico lamentable, pero alegres de haber cumplido la primera parte de la misión: llegar a Las Villas.
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