Los que obtienen la mayor tajada
Los siempre depredadores directivos de la Fundación Nacional Cubano Americana han librado una nueva convocatoria para captar y reclutar a nuevos mercenarios en Cuba. Sus directivos, eternos tiburones, que ahora tratan de pasar como conversos vegetarianos intentan llevar a sus redes a noveles servidores.La Fundación intenta reciclar a sus huestes y bajo el disfraz de mansos corderos ha anunciado su flamante programa: “Adopte un disidente”, que consiste en obtener colaboradores internos, que realmente serían mercenarios a su servicio dentro de un programa de subversión. El mencionado esquema trueca dádivas por “pequeños favores”, que en la práctica significan traicionar a la Patria.
Además, la FNCA en la actualidad continúa el desarrollo del denominado proyecto Fundación para los Derechos Humanos en Cuba (FDHC), la cual supuestamente está inscrita oficialmente como una organización no gubernamental, sin fines de lucro. Esta organización participa en foros y conferencias internacionales sobre derechos humanos, entre los que se destacan las sesiones anuales de la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas y el Foro Mundial de la Sociedad Civil, ambos con sede en Ginebra, Suiza.
Es dentro de este engendro donde se inserta el llamado “Adopte un Disidente”, que consiste en el financiamiento de elementos contrarrevolucionarios dentro de Cuba, para que pueden desarrollar sus actividades subversivas sin tener vínculo laboral que los limite.
De esta forma, se puede apreciar cómo la FNCA ha atravesado por períodos críticos desde su creación. Es decir, pasó de ser una fundacional organización con un carácter terrorista, a otra en la cual su línea de acción pública y divulgada ya nos es poner bombas o financiar sabotajes y asesinatos, sino “luchar” por los derechos humanos, la libertad y la democracia de los ciudadanos cubanos. Es decir la subversión política.
El señuelo consiste en que cualquier persona fuera de Cuba puede ayudar a los mercenarios locales, bien sean a las bien pagadas Damas de Blanco, grupos similares u otros contrarrevolucionarios que como tarifados libres se dedican a fabricar infamias con el deliberado interés de justificar la mesada que reciben por tan pervertida labor.
El “adoptante”, que según el programa puede ser cualquiera, que asuma un compromiso mínimo de adopción de 30.OO USD al mes, que con las facilidades de la administración demócrata en la Casa Blanca, se convierte en una contribución deducible de los impuestos personales que cada contribuyente norteamericano debe pagar anualmente al fisco federal, lo cual hace que la donación sea atractiva, ya que no implica gastos adicionales. Por esa vía, la Fundación puede fabricar a cuantos donantes necesite por unos dólares más.
De esta ecuación resulta que es el Tío Sam, quien realmente financia a los neo mercenarios por medio de la Fundación, ya que al dejar de recibir estos impuestos que se convierten en donaciones deducibles, que van a parar a los ávidos bolsillos de los adoptados en Cuba.
Después aparece un procedimiento no transparente, que parece un artilugio engañoso. Las contribuciones de los adoptantes necesitan ser enviadas a la llamada FDHC, que se encarga de hacer la conexión, por una módica comisión, entre las partes y el patrocinador recibe toda la información de los adoptados, para que se comunique con ellos si lo considera pertinente.
Aunque se aclara que el compromiso es de persona a persona, y que la FDHC sólo sirve de vehículo para distribuir y canalizar la ayuda. Este manejo es contradictorio. Si el compromiso es personal, para qué se necesita el tamiz de la FDHC, en el proceso de hacer efectiva la relación del donante con el adoptado.
Está fórmula tiene un efecto implícito: La adicción, que crea dependencia. El adoptado que sea privado de su subvención en caso de negarse a una solicitada “colaboración”, genera el síndrome de abstinencia, el cual es muy difícil de evitar.
Esta novedosa forma de financiar a la contrarrevolución interna confirma, una vez más, el carácter subversivo de la Fundación, que sin abandonar sus históricos métodos violentos, se suma a las corrientes contemporáneas de la injerencia del gobierno norteamericano en los asuntos internos de Cuba, con el fin de promover la desestabilización y obtener peones, quienes solo buscan dinero y que por definición son mercenarios en cualquier época y lugar, para que se incorporen a la agresión.
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