Guayacán es el nombre común con el que se conoce a varias especies de árboles nativos de América, pertenecientes a los géneros Tabebuia, Caesalpinia, Guaiacum y Porlieria. Todas las especies de guayacán se caracterizan por poseer una madera muy dura. Es justamente por esa característica que reciben el nombre de guayacán, aun cuando no guarden relación de parentesco entre sí.

jueves, 26 de noviembre de 2015

El vía crucis de la finca PalmaritoEl vía crucis de la finca Palmarito

TRINIDAD, Sancti Spíritus.—Cu­a­n­do fue ahorcado en la noche del do­mingo 26 de no­viembre de 1961, el jo­ven Manuel Ascunce Do­menech no había cumplido más que 16 años, llevaba en el lomerío villareño apenas tres me­ses y como maestro voluntario había alfabetizado a una única alumna, Neysa Fernández Ro­jas, una guajirita de la zona de Limones Cantero a la cual él mismo ayudó días antes a pre­parar su fiesta de quince.
Nacido en Sagua la Grande, pero desde los dos años radicado en la ba­rriada habanera de Luyanó, Mano­lito, como le decían todos, se aclimató en­seguida a los rigores del campo y en casa de los Colina, como llamaban al matrimonio formado por Juan Fer­nán­­­dez y Teresa Ro­jas, fue aceptado co­­mo si se tratara de un hijo más de aquella familia humildísima, que lo en­señó a sa­car agua de un pozo de bro­­cal, a comer pan con caldo loco y a to­mar la leche recién extraída de las va­cas.
Como encantados quedaron los muchachos de la casa aquel 8 de octubre al descubrir la tableta de hielo seco que había traído desde La Ha­bana Eve­lia Domenech, la madre de Ma­nuel, para preservar el cake de helado que el brigadista había solicitado ex­clusivamente en una carta, cuando invitó a los suyos a la fiesta de quince de su alumna.
Casi un mes después, el 5 de no­vi­em­bre, el maestro firmaría el certificado de alfabetización de Ney­sa en un acto celebrado en Condado y se iría a casa de Pedro Lantigua, un miliciano recio y a la vez bondadoso, que cuidaba la finca Palmarito, intervenida a su dueño meses atrás y ubicada en una zona cercana al río Ay, también en Limones Cantero, término mu­nicipal de Tri­nidad.
Evelia no pudo visitarlo en casa de los Lan­tigua, pero sí tuvo noticias de que Manolito también allí se sentía a sus anchas, que era mima­do como un hijo más por Doña Mariana de la Vi­ña, la esposa de Pedro, y que este último lo llevaba a recoger café por aquellos montes casi vírgenes, don­de los muchachos se bañaban en los ríos transparentes y correteaban a caballo.

MAESTROS A LA HORCA
Aunque quizá fue el de mayor re­sonancia en toda Cuba, el crimen del 26 de noviembre de 1961 no fue el primero de los perpetrados por las bandas de alzados que por órdenes directas de la Agencia Central de Inteli­gen­cia (CIA) pretendieron hacer fracasar los planes de desarrollo económico y social de la naciente Revolución, entre ellos el atrevido proyecto cultural que representó la Campaña de Alfabe­ti­za­ción.
Considerada como una experiencia inédita de la que todavía se sigue bebiendo en el continente, en la em­presa participaron 34 772 educadores voluntarios, 120 632 alfabetizadores po­pulares, 13 016 brigadistas Patria o Muerte (del sector obrero), y más de 100 000 estudiantes de las brigadas
Conrado Benítez (de la juventud), quie­nes literalmente peinaron el país de este a oeste y de sur a norte.
Maestros a la horca pareció ser la traducción que hicieron los grupos terroristas de las órdenes emitidas por los agentes de la CIA y el go­bierno de los
Estados Unidos, un festín que co­menzó con el secuestro y posterior asesinato, el 5 de enero de 1961, del jo­ven Conrado Benítez García y del campesino Eliodoro Rodríguez Li­na­res, conocido como Erineo, los que fueron ejecutados en Las Tinajitas, San Ambrosio, Tri­nidad, por los hombres de Osvaldo Ramírez.
Días después, el 21 de febrero de 1961, la ban­da de Benito Campos Pí­rez, “Campito”, apuñaló y estranguló en la finca Cayo Bonito, zona de San Pedro de Mayabón, en Los Ara­bos, Matanzas, al alfabetizador popular Pedro Mi­guel Morejón Quintana, de apenas 20 años de edad, y el 29 de mayo en El Nicho, Cuma­na­yagua, el brigadista Pedro Blanco Gómez, un niño de solo 13 años, fue asesinado de un disparo en la cabeza.
El doctor Pedro Etcheverry Váz­quez, especialista del Centro de In­ves­tigaciones Históricas de la Seguridad del Estado, del Ministerio del Interior, que ha estudiado profundamente es­ta etapa del terrorismo contra Cuba, asegura que el inventario de crímenes continuó el 4 de agosto del propio 1961 cuando la banda de Pedro Ce­lestino Sánchez secuestró al campesino Mo­desto Serrano Rodríguez, en la zona de Rangel, en Pinar del Río, y lo sometió a brutales torturas hasta producirle la muerte.
Como si no fueran suficientes tales crímenes, el 22 de septiembre fue ahor­cado en Palo Prieto, de Jiquiabo, en Santo Domingo, Las Vi­llas, el campesino Tomás Reinaldo Hormiga Gar­cía, quien fungía como colaborador municipal de los alfabetizadores; el 3 de octubre, en La Luisa, barrio Paso Cavado, en
Quemado de Güines, el brigadista Patria o Muerte Delfín Sen Cedré y el día 7 del propio mes, en la finca La Esperanza, de esa misma lo­calidad, fue secuestrado y posteriormente ahorcado el campesino José Taurino Galindo Perdigón, quien se había destacado por su desempeño como alfabetizador popular, los tres a manos de la banda de Margarito Lan­za Flores, alias Tondike.
Un mes antes del vía crucis de la finca Pal­marito, el 26 de octubre, falleció en La Habana el campesino Vi­cente Santana Ortega, un entusiasta colaborador del proyecto revolucionario en Pedro Betancourt, Matanzas, que días atrás había sido salvajemente golpeado por un grupo de alzados de la zona.
Ninguno de estos hechos, sin em­bargo, ma­logró la movilización nacional que implicó la Campaña de Alfa­betización, valorada hoy co­mo el primer gran acontecimiento cultural de la Revolución, que no solo enseñó a leer y a escribir a más de 707 000 cu­banos en cuestión de meses, sino que le permitió al país rebajar su ín­dice de analfabetismo de 23,6 a 3,9 % (quedaron como iletrados solamente personas de avanzada edad o con padecimientos de salud invalidantes).

YO SOY EL MAESTRO
Los cientos de turistas extranjeros que hoy transitan a diario por el Cir­cuito Sur entre las ciudades de Sancti Spíritus y Trinidad, difícilmente ha­yan podido descifrar el significado de una valla metálica sembrada a un costado de la carretera en el poblado de Manaca Iznaga, la cual tiene grabadas las imágenes de un adolescente y un farol chino junto a la inscripción “Yo soy el maestro”.
Según testimonió más de una vez Mariana de la Viña, con esa frase de­safió Manuel As­cunce a los bandidos camuflados de verde oli­vo, cuando ella intentó disimularlo entre la pro­­le aquel aciago 26 de noviembre de 1961.
—Con que este es el maestro co­munista que tienen por aquí, masculló uno de aquellos hombres, servidores de Julio Emilio Carretero, Pedro González y
Braulio Amador, de los más connotados jefes de bandas en todo el Escambray.
Los gritos de Mariana se los tragó la noche más oscura de cuantas ha­yan transcurrido en Limones Can­te­ro, y los cuerpos de Pedro y Ma­no­lito fueron encontrados al día siguiente col­gados de una acacia mediana no muy lejos del sitio donde la esposa y los hijos del combatiente buscaron refugio a la espera de que alguien les confirmara la macabra noticia que ya todos venían presintiendo.

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