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Publicado : 13/02/2014
El 4 de noviembre de 1960 John Fitzgerald Kennedy se convertía en el trigésimoquinto presidente de los Estados Unidos, después de derrotar por apretado margen a su oponente, el ultrarreaccionario Richard Nixon.
Uno de los temas fuertes de la campaña electoral fue el caso cubano. Desde mediados de año Kennedy había sido informado, como candidato a la Presidencia, de los planes invasores que preparaba la administración de Dwight David Eisenhower. Sin embargo, aparentó ignorarlos.
El 18 de noviembre, Kennedy recibió en su casa a Allen W. Dulles, y Richard Bissell, dos altos oficiales de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), quienes le brindarían los detalles de la operación anticubana. Después de varias horas de conversación, el Presidente obtuvo una panorámica de los detalles del programa, ya considerablemente avanzado. Para entonces, la CIA había arribado a la determinación de constituir una brigada de asalto, que desembarcaría en Cuba, y después de capturar una cabeza de playa, instalaría un gobierno provisional y solicitaría ayuda a los países «democráticos» del continente, es decir, a Estados Unidos, que generosamente enviaría a sus marines para liberar del comunismo a los «atribulados cubanos».
Cuando los asesores del presidente Kennedy conocieron los detalles de la operación anticubana, algo les molestó. Cuba era un mal ejemplo para el hemisferio, y Estados Unidos no debía permitir que se instalara el comunismo en sus propias puertas. Sin embargo, conocían a los operativos de la CIA y la desfachatez con que actuaban generalmente.
La Operación Pluto se basaba en desembarcar la brigada mercenaria por las playas cercanas a la ciudad de Trinidad en el sur de la provincia de Las Villas, tomarla por asalto y luego con el apoyo de las guerrillas que merodeaban el macizo montañoso del Escambray, cortar las comunicaciones y trasladar hasta allí al gobierno provisional encargado de solicitar el auxilio previsto. Todo aquello parecía demasiado descarado para poder ocultar la participación del gobierno norteamericano, y eso no convenía a los planes que el grupo de asesores aconsejaba al Presidente.
Los Boinas Verdes, se hicieron cargo de una brigada, para convertirla en una verdadera unidad militar. El nombre de Brigada de Asalto 2506, provino de la chapilla de uno de los primeros reclutas muerto en un accidente. Los sesudos de la CIA pensaron que aquella cifra debía confundir a los agentes cubanos.
Pronto se necesitó escoger el punto de partida de los invasores y la CIA acudió una vez más a su viejo asociado Anastasio Somoza, dictador de la vecina Nicaragua. Puerto Cabezas resultó el lugar ideal. Contaba con un muelle y una pista aérea; además, era lo suficientemente apartado como para evitar las miradas indiscretas. La nueva base fue bautizada con el nombre de Tide y al aeropuerto se le denominó Happy Valley.
El 3 de enero de 1961, el gobierno de Estados Unidos decidió unilateralmente romper relaciones diplomáticas y consulares con la República de Cuba. El pretexto era el acostumbrado: la democracia norteamericana no podía coexistir con un régimen comunista a solo noventa millas.
Desde hacía varios meses el Departamento de Estado de los Estados Unidos había retirado su embajador de La Habana, el señor Philip Bonsal. El propósito era evidente: Eisenhower quería limpiarle el camino a su sucesor para que los planes agresivos se realizaran sin obstáculos políticos y trabas diplomáticas.
La oficina de la CIA en La Habana conocía las intenciones del Presidente y aunque desde hacía meses se encontraba preparando la retirada, existían muchos contactos a quienes era imprescindible garantizar un enlace seguro.
[…] La CIA contaba con la contrarrevolución interna para sus planes agresores. En los días previos al 17 de abril no alertaron a sus agentes, pero, era necesario, después de decenas de infiltraciones de armas, explosivos y hombres entrenados clandestinamente; era necesario, cuando todos sabían que la brigada mercenaria había llegado a Puerto Cabezas y abordaba los barcos; era necesario, cuando Radio Swan lanzaba constantes llamados a la rebelión interna y amenazaba con la invasión de «patriotas cubanos» que en algún lugar del continente se preparaban; cuando además, la comidilla de los círculos de gusanos en Miami lo pregonaban a toda voz; cuando los contrarrevolucionarios del patio buscaban escondites seguros para evadir la captura y aprestaban sus armas y destruían edificaciones, almacenes, fábricas, asesinando a trabajadores y milicianos.
Evidentemente, fue falsa la justificación de que la derrota en Girón se debió a la inacción de la contrarrevolución interna por falta de la señal adecuada. Todos estaban sobre aviso, pero los analistas y estrategas yanquis no pudieron prever la reacción del pueblo cubano, que vistiéndose de miliciano, liquidó a la quinta columna interna en sólo unas pocas horas.
La Revolución no fue sorprendida cuando el 17 de abril de 1961 desembarcó la brigada mercenaria por las playas de Girón. La dirección política encabezada por el Comandante en Jefe Fidel Castrohabía diseñado la defensa que las milicias y el Ejército Rebelde asumirían ante la inminente contienda. Fue esa la principal razón por la que los intentos de desembarcos diversionistas en Pinar del Río y Baracoa no lograron sus objetivos.
Fidel reservaba sus fuerzas para dirigirlas contra el golpe principal, y tan pronto conoció del desembarco en Bahía de Cochinos ordenó su despliegue.
La engañifa no triunfó y a pesar de los arteros bombardeos a nuestros aeropuertos para aniquilar la aviación revolucionaria, y del desembarco de la brigada en una región apartada de la Península de Zapata, pronto convergieron miles de combatientes que en pocas horas derrotaron a los mercenarios. Esta fue sin dudas una de las páginas más gloriosas de las armas revolucionarias y del pueblo cubano, como también lo fue la silenciosa guerra que los hombres y mujeres de la Seguridad del Estado libraron junto al pueblo, contra la quinta columna, que esperaba ansiosa el momento de atacarnos por la espalda. Cientos de sabotajes, proyectos de asesinatos y actos de terrorismo fueron abortados. La captura de decenas de miles de contrarrevolucionarios en todo el país por el pueblo miliciano fue seguramente uno de los factores determinantes de la victoria del 19 de abril.
Fragmento tomado de La Guerra Secreta de la CIA, editorial Capitán San Luis, La Habana, 1992.

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