Los ocho sentenciados fueron fusilados en la explanada de la Punta. Foto: Jorge Luis González
Este 27 de noviembre, los cubanos recordamos el asesinato de los ocho estudiantes de medicina
Autor: Pedro Antonio García | internet@granma.cu
Ante el levantamiento independentista en el Oriente cubano en octubre de 1868, secundado al mes siguiente por el Camagüey, el colonialismo español apeló al terror en las ciudades a través de los llamados voluntarios. Esta fuerza paramilitar protagonizó los sucesos del teatro Villanueva el 22 de enero de 1869 en los que tiroteó a mansalva a la población civil con cuatro muertos y decenas de heridos. Pero lo peor estaba por verse.
En la zona que hoy comprende la calle Jovellar desde Espada hasta Marina se hallaba en 1871 el cementerio Espada. El 23 de noviembre de ese año unos estudiantes del primer año de Medicina se entretuvieron en jugar a la entrada del camposanto. Cuatro de ellos cogieron el carro destinado a transportar cadáveres a la sala de disección. Otro arrancó una flor del jardín.
Acusados de profanar la tumba de un español integrista, los universitarios fueron sometidos a un sumarísimo consejo de guerra. Gracias a los argumentos del abogado defensor, Federico Capdevila, quien demostró la inocencia de los acusados, las sentencias fueron leves. Los voluntarios se amotinaron y los jueces emitieron un segundo dictamen dentro del mismo juicio.
Ocho estudiantes fueron sancionados a la pena de muerte por fusilamiento: Alonso Álvarez de la Campa (La Habana, 1855), por haber arrancado una flor; Ángel Laborde (La Habana, 1853), Anacleto Bermúdez (La Habana, 1851), José de Marcos Medina (La Habana, 1851) y Juan Pascual Rodríguez (1850), por jugar con el carro de los cadáveres. Los restantes se seleccionaron por sorteo: Eladio González (Quivicán, 1851), Carlos de la Torre (Camagüey, 1851) y Carlos Verdugo (Matanzas, 1854), quien por una de esas ironías no se hallaba en La Habana el día de los hechos. Otros 35 estudiantes fueron condenados a diversas penas de cárcel.
Tres horas después de concluido el juicio, el mismo 27 de noviembre de 1871, a los ocho sentenciados a la pena capital se les condujo a la explanada de la Punta y allí se ejecutó la sentencia. La muy famosa obra pictórica que intenta reflejar el horrendo crimen no es históricamente correcta: se les fusiló de dos en dos en la pared del llamado cuerpo de ingenieros.
Antes de la ejecución, según la tradición oral habanera, miembros de un plante Abakuá arremetieron contra los voluntarios en un intento de rescatar a los estudiantes. Cinco Abakuás cayeron en la acción. Aunque algunos historiadores niegan la veracidad de este hecho, el periodista Manuel Cuellar Vizcaíno y los investigadores Tato Quiñones y Jorge Lozano han aportado evidencias documentales que fundamentan lo expresado por las fuentes orales.
Los cadáveres de los ocho estudiantes fueron conducidos a un lugar de extramuros del cementerio Colón y arrojados a una fosa común. Allí permanecieron 16 años hasta que fueron reivindicados por su condiscípulo Fermín Valdés Domínguez, quien promovió el traslado de sus restos a un mausoleo construido en la misma necrópolis. Luego, se erigió el monumento en el lugar de su inmolación (Prado y Malecón).
Los estudiantes de Medicina eran inocentes de los delitos que se les imputaron, como lo demostró Fermín Valdés Domínguez en su tiempo. Pero a los ojos de la España colonialista eran culpables de cubanía y por ello son las desmesuradas y arbitrarias sentencias.
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