Celia una flor que siempre germina
En la mañana del 9 de mayo de 1920 nació una niña de nueve libras y 12 onzas en el poblado de Media Luna, Manzanillo, antigua provincia cubana de Oriente. Sus padres la registraron con el nombre de Celia Esther de los Desamparados Sánchez Manduley.
Celia, como la conocían todos los vecinos, fue educada igual que el resto de sus hermanos: sin convencionalismos, prejuicios ni rigideces, en lo cual tuvieron mucho que ver la personalidad de su padre Manuel Sánchez Silveira, un hombre de ideas liberales avanzadas y el carácter de su madre Acacia Manduley Alsina, siempre alegre y cordial.
Su vida pasó a la historia cubana por ser de las primeras mujeres en empuñar las armas en aras de la libertad. El principal papel lo desempeñó en los preparativos para el desembarco del Granma. El 19 de marzo de 1957 subió a la Sierra Maestra y se incorporó como combatiente al Ejército Rebelde. Allí fue la principal promotora de la creación del pelotón femenino “Mariana Grajales”.
Celia Sánchez fue una mujer grande. Sería imposible escribir la historia de Fidel Castro sin reflejar a la vez la vida de esa excepcional mujer, madre para los combatientes del joven Ejército Rebelde y madrina de los más de 10 mil niños desamparados o pobres que la Revolución Cubana trajo a la capital para convertirse en personas de bien.
Celia Sánchez Manduley murió en La Habana el 11 de enero de 1980. Por su trascendental y humanitaria labor será siempre “la flor más autóctona de la Revolución”.
Por Dennys Medina
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