Vista del edificio de la actual Oficina de Intereses de Estados Unidos en La Habana
Por Nicanor León Cotayo
No obstante haber logrado Cuba salir de la
lista de países terroristas, dicho sector continuará en su afán de
sabotear por todos los medios el acercamiento bilateral
cubano-estadounidense.
Fabricada por el Departamento de Estado en 1982 una de sus
intenciones ha sido restar prestigio a la isla y justificar el bloqueo
contra esta.
Aproximadamente 33 años después, en Washington por vía oficial notificaron este viernes el fin de esa acusación.
La agencia británica Reuters, entre otros medios, opinó que tal paso despeja el camino hacia la apertura inminente de embajadas en las respectivas capitales.
Un vocero de la diplomacia estadounidense, Jeff Rathke, leyó una nota que dice:
“El plazo de 45 días de notificación al Congreso ha expirado, y el Secretario de Estado tomó la decisión final de rescindir la designación de Cuba como Estado Promotor del Terrorismo, que se torna efectiva hoy, 29 de mayo”.
Añadió que Estados Unidos mantiene significativas discrepancias con la isla en varios asuntos.
Pero, aclaraba el texto, que están fuera de los criterios llamados a influir en la abolición de esa medida contra la isla.
También señala que su salida del listado -en que hacía compañía a Irán, Siria y Sudán- “refleja nuestra convicción de que Cuba reúne los criterios” para ser excluida.
Puntualizó que la decisión aún requiere ser publicada en el diario gubernamental Federal Register, aunque la Cancillería afirmó que la anunciada salida de Cuba “se torna efectiva de inmediato”.
Cuba había sido incluida en esa lista en 1982, bajo el argumento de que servía de estancia a combatientes de la organización vasca ETA y ofrecía soporte a la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).
En el primer caso, como aclaró recientemente el ex presidente del gobierno español, Felipe González, se trató de un acuerdo bilateral.
Y respecto al segundo, los conocidos diálogos de paz que han venido sosteniendo el gobierno y las FARC en La Habana, patentizan la confianza que ambas partes dispensan a Cuba.
Luego que el 17 de diciembre último Raúl Castro y Barack Obama anunciaran el inicio de un proceso de acercamiento, el Congreso de Washington tenía 45 días para estudiarlo y la opción de revocarlo, pero no sucedió.
Observadores apuntan que cuando la salida de Cuba de la lista fabricada por el Departamento de Estado entre en vigor supondrá la eliminación, al menos teóricamente, de sanciones como las impuestas en el campo financiero.
Un senador demócrata que esta semana encabezó la visita de legisladores a La Habana, Tom Udall, admitió que la salida de esa “lista negra” elimina un obstáculo crucial en el proceso hacia la normalización de las relaciones diplomáticas.
Los dos países cerraron el pasado viernes su cuarta ronda de negociaciones con el mensaje de que la reapertura de embajadas en Washington y La Habana está mucho más cerca.
Un editorial del Nuevo Herald afirmó este jueves que se trata de un proceso atacado por “exiliados” y “disidentes” del patio.
Analistas subrayan que entre los asuntos a dilucidar se encuentra el comportamiento de los diplomáticos estadounidenses en Cuba.
Washington reitera su interés en que no tengan límites a todo lo largo y ancho del territorio nacional.
Las autoridades cubanas en que les regulen su actividad de acuerdo a normas establecidas en Convenciones Internacionales sobre el tema.
Años atrás la televisión cubana exhibió videos que mostraban a funcionarios diplomáticos estadounidenses mezclados en diligencias subversivas.
Fue sobre todo el momento en que la jefatura de su Oficina de Intereses cayó en manos de una grotesca figura, llamada James Cason, alias el Cabo.
Su agresividad y provocaciones llegaron a transformar abiertamente la referida sede en el estado mayor de sus “disidentes”.
El colmo fue que, sin el menor pudor, allí organizaron una mini-réplica de elecciones en Estados Unidos para seleccionar a su presidente.
De ahí que no pocos entre los especialistas y gente sencilla de la isla prefieran, cuando llegue el momento, colocar un semáforo ante los diplomáticos del Norte.
Pero al margen de todo hay un punto con luces propias: el cese de Cuba en la lista (made in USA) de países favorecedores del terrorismo.
¿Su más alto significado? Guiñar un ojo al proclamar dónde está la verdad en la moderna reyerta entre David y Goliath.
Aproximadamente 33 años después, en Washington por vía oficial notificaron este viernes el fin de esa acusación.
La agencia británica Reuters, entre otros medios, opinó que tal paso despeja el camino hacia la apertura inminente de embajadas en las respectivas capitales.
Un vocero de la diplomacia estadounidense, Jeff Rathke, leyó una nota que dice:
“El plazo de 45 días de notificación al Congreso ha expirado, y el Secretario de Estado tomó la decisión final de rescindir la designación de Cuba como Estado Promotor del Terrorismo, que se torna efectiva hoy, 29 de mayo”.
Añadió que Estados Unidos mantiene significativas discrepancias con la isla en varios asuntos.
Pero, aclaraba el texto, que están fuera de los criterios llamados a influir en la abolición de esa medida contra la isla.
También señala que su salida del listado -en que hacía compañía a Irán, Siria y Sudán- “refleja nuestra convicción de que Cuba reúne los criterios” para ser excluida.
Puntualizó que la decisión aún requiere ser publicada en el diario gubernamental Federal Register, aunque la Cancillería afirmó que la anunciada salida de Cuba “se torna efectiva de inmediato”.
Cuba había sido incluida en esa lista en 1982, bajo el argumento de que servía de estancia a combatientes de la organización vasca ETA y ofrecía soporte a la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).
En el primer caso, como aclaró recientemente el ex presidente del gobierno español, Felipe González, se trató de un acuerdo bilateral.
Y respecto al segundo, los conocidos diálogos de paz que han venido sosteniendo el gobierno y las FARC en La Habana, patentizan la confianza que ambas partes dispensan a Cuba.
Luego que el 17 de diciembre último Raúl Castro y Barack Obama anunciaran el inicio de un proceso de acercamiento, el Congreso de Washington tenía 45 días para estudiarlo y la opción de revocarlo, pero no sucedió.
Observadores apuntan que cuando la salida de Cuba de la lista fabricada por el Departamento de Estado entre en vigor supondrá la eliminación, al menos teóricamente, de sanciones como las impuestas en el campo financiero.
Un senador demócrata que esta semana encabezó la visita de legisladores a La Habana, Tom Udall, admitió que la salida de esa “lista negra” elimina un obstáculo crucial en el proceso hacia la normalización de las relaciones diplomáticas.
Los dos países cerraron el pasado viernes su cuarta ronda de negociaciones con el mensaje de que la reapertura de embajadas en Washington y La Habana está mucho más cerca.
Un editorial del Nuevo Herald afirmó este jueves que se trata de un proceso atacado por “exiliados” y “disidentes” del patio.
Analistas subrayan que entre los asuntos a dilucidar se encuentra el comportamiento de los diplomáticos estadounidenses en Cuba.
Washington reitera su interés en que no tengan límites a todo lo largo y ancho del territorio nacional.
Las autoridades cubanas en que les regulen su actividad de acuerdo a normas establecidas en Convenciones Internacionales sobre el tema.
Años atrás la televisión cubana exhibió videos que mostraban a funcionarios diplomáticos estadounidenses mezclados en diligencias subversivas.
Fue sobre todo el momento en que la jefatura de su Oficina de Intereses cayó en manos de una grotesca figura, llamada James Cason, alias el Cabo.
Su agresividad y provocaciones llegaron a transformar abiertamente la referida sede en el estado mayor de sus “disidentes”.
El colmo fue que, sin el menor pudor, allí organizaron una mini-réplica de elecciones en Estados Unidos para seleccionar a su presidente.
De ahí que no pocos entre los especialistas y gente sencilla de la isla prefieran, cuando llegue el momento, colocar un semáforo ante los diplomáticos del Norte.
Pero al margen de todo hay un punto con luces propias: el cese de Cuba en la lista (made in USA) de países favorecedores del terrorismo.
¿Su más alto significado? Guiñar un ojo al proclamar dónde está la verdad en la moderna reyerta entre David y Goliath.
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