Cuando
Raúl expresó el pasado viernes que estábamos mejor preparados y en
mejores condiciones que en la década del noventa, expresaba no solo
confianza y optimismo, sino también la principal arma de la
Revolución, la unidad de su pueblo
Tras cinco intensos días de debates y análisis ha
pasado el fin de semana. Durante sábado y domingo, lo normal; la gente
salió a hacer sus compras, regateó un precio por aquí, otro por allá. Al
regresar a casa, en medio del mejor almuerzo de la semana, la Asamblea
Nacional seguía una especie de sesión permanente.
Allá los que piensen que esta es una sociedad acrítica, sin capacidad de opinar, de debatir y proponer. Allá los que volvieron a pensar, y por supuesto a defraudarse, con que un segundo periodo especial acabaría por echar abajo a la Revolución cubana. Una vez más se quedan con las ganas; conocen poco a los cubanos.
Cuando Raúl expresó el pasado viernes que estábamos mejor preparados y en mejores condiciones que en la década del noventa del anterior siglo para revertir la actual coyuntura de restricciones financieras externas, motivadas por el incumplimiento de los ingresos por exportaciones, unido a las limitaciones que afrontan algunos de nuestros principales socios comerciales, debido a la caída de los precios del petróleo, expresaba no solo confianza y optimismo, sino también la principal arma de la Revolución, la unidad de su pueblo.
Es ese escudo el que nos hace invencible y al que siempre hay que blindar ante las amenazas, sobre todo, de aquellas que provienen del interior de nuestros procesos sociales y económicos, vestidas con traje de ineficiencia. Durante los debates en la Comisión de Asuntos Económicos del Parlamento, Esteban Lazo Hernández, presidente del órgano supremo del poder del Estado, hacía una reflexión medular que pasaba por las inagotables reservas que tenemos para enfrentar coyunturas de este tipo y centraba la máxima responsabilidad en los cuadros de dirección. Y no le falta razón al también miembro del Buró Político.
Si los jefes no se preparan, si no son ejemplos, si no lideran cada proceso en las instituciones, desde la producción hasta el control de cada uno de los recursos, dejan escapar las divisas que hoy demandamos.
Cada vez que esto pasa, cada vez que falta la previsión, la organización y el orden, desde las entidades, sean administrativas, comerciales o empresariales, las ilegalidades viajan del Estado hacia la sociedad.
Cuántas veces nos quejamos de los inescrupulosos revendedores, cuántas de que en las tiendas escasean tal o más cual artículo y en la esquina o frente a esos centros comerciales, lo ofrecen a mayor precio. Los que así actúan no tienen flujos productivos ni almacenes, ni recursos asignados, sino robados de las propias estructuras estatales. En nuestro socialismo, cada ineficiencia o pérdida está asociada a procedimientos de esta índole y al nulo o negligente actuar de algunos cuadros, que han de velar por los bienes del pueblo.
En el 7mo. Congreso del Partido, Raúl citaba a Martí: “Gobernar es prever”. Y nos comentaba “¡qué simples palabras, son solo tres! ¿Será posible que a algunos de nuestros funcionarios les sea tan difícil aprenderse esas tres palabras de las enseñanzas martianas? Es decir, ‘gobernar es prever’. Tenemos que aprender a prever para evitarnos bastantes problemas”.
Fue ese arte de prever, acompañado de la organización y el control, el que ha hecho posible que en medio de la compleja situación de restricciones se desplegaran las decisiones dirigidas a incrementar la capacidad adquisitiva del peso cubano, entre ellas, la disminución de los precios de un conjunto de productos y artículos de amplia demanda por la población. También, las destinadas a un mejor acopio y distribución de los productos agropecuarios, que ha traído una ligera reducción de los precios de venta.
Si enfrentamos este momento económicamente adverso, sin afectar a la población en los principales servicios, incluyendo el eléctrico, es porque se ha calculado, se ha previsto. Y esa es la razón que explica, por qué hoy es tan importante el debate de los documentos del 7mo. Congreso del Partido, sobre la Conceptualización del modelo económico y social cubano y el Plan Nacional de Desarrollo hasta el 2030. Nadie está loco porque en momentos de escasez estemos abordando temas de tan largo alcance. Precisamente, ambos textos nos dicen hacia dónde vamos, en los dos hay una manera de prever, de anticiparse, de saber qué queremos para conocer qué necesitamos.
La responsabilidad de dirigir, en cualquier nivel, en una sociedad socialista como la nuestra, entraña un compromiso con el pueblo, con su desarrollo y bienestar. Quien no pueda o no responda a ella, ha de tener la dignidad y el decoro, de no comprometer el futuro.
Allá los que piensen que esta es una sociedad acrítica, sin capacidad de opinar, de debatir y proponer. Allá los que volvieron a pensar, y por supuesto a defraudarse, con que un segundo periodo especial acabaría por echar abajo a la Revolución cubana. Una vez más se quedan con las ganas; conocen poco a los cubanos.
Cuando Raúl expresó el pasado viernes que estábamos mejor preparados y en mejores condiciones que en la década del noventa del anterior siglo para revertir la actual coyuntura de restricciones financieras externas, motivadas por el incumplimiento de los ingresos por exportaciones, unido a las limitaciones que afrontan algunos de nuestros principales socios comerciales, debido a la caída de los precios del petróleo, expresaba no solo confianza y optimismo, sino también la principal arma de la Revolución, la unidad de su pueblo.
Es ese escudo el que nos hace invencible y al que siempre hay que blindar ante las amenazas, sobre todo, de aquellas que provienen del interior de nuestros procesos sociales y económicos, vestidas con traje de ineficiencia. Durante los debates en la Comisión de Asuntos Económicos del Parlamento, Esteban Lazo Hernández, presidente del órgano supremo del poder del Estado, hacía una reflexión medular que pasaba por las inagotables reservas que tenemos para enfrentar coyunturas de este tipo y centraba la máxima responsabilidad en los cuadros de dirección. Y no le falta razón al también miembro del Buró Político.
Si los jefes no se preparan, si no son ejemplos, si no lideran cada proceso en las instituciones, desde la producción hasta el control de cada uno de los recursos, dejan escapar las divisas que hoy demandamos.
Cada vez que esto pasa, cada vez que falta la previsión, la organización y el orden, desde las entidades, sean administrativas, comerciales o empresariales, las ilegalidades viajan del Estado hacia la sociedad.
Cuántas veces nos quejamos de los inescrupulosos revendedores, cuántas de que en las tiendas escasean tal o más cual artículo y en la esquina o frente a esos centros comerciales, lo ofrecen a mayor precio. Los que así actúan no tienen flujos productivos ni almacenes, ni recursos asignados, sino robados de las propias estructuras estatales. En nuestro socialismo, cada ineficiencia o pérdida está asociada a procedimientos de esta índole y al nulo o negligente actuar de algunos cuadros, que han de velar por los bienes del pueblo.
En el 7mo. Congreso del Partido, Raúl citaba a Martí: “Gobernar es prever”. Y nos comentaba “¡qué simples palabras, son solo tres! ¿Será posible que a algunos de nuestros funcionarios les sea tan difícil aprenderse esas tres palabras de las enseñanzas martianas? Es decir, ‘gobernar es prever’. Tenemos que aprender a prever para evitarnos bastantes problemas”.
Fue ese arte de prever, acompañado de la organización y el control, el que ha hecho posible que en medio de la compleja situación de restricciones se desplegaran las decisiones dirigidas a incrementar la capacidad adquisitiva del peso cubano, entre ellas, la disminución de los precios de un conjunto de productos y artículos de amplia demanda por la población. También, las destinadas a un mejor acopio y distribución de los productos agropecuarios, que ha traído una ligera reducción de los precios de venta.
Si enfrentamos este momento económicamente adverso, sin afectar a la población en los principales servicios, incluyendo el eléctrico, es porque se ha calculado, se ha previsto. Y esa es la razón que explica, por qué hoy es tan importante el debate de los documentos del 7mo. Congreso del Partido, sobre la Conceptualización del modelo económico y social cubano y el Plan Nacional de Desarrollo hasta el 2030. Nadie está loco porque en momentos de escasez estemos abordando temas de tan largo alcance. Precisamente, ambos textos nos dicen hacia dónde vamos, en los dos hay una manera de prever, de anticiparse, de saber qué queremos para conocer qué necesitamos.
La responsabilidad de dirigir, en cualquier nivel, en una sociedad socialista como la nuestra, entraña un compromiso con el pueblo, con su desarrollo y bienestar. Quien no pueda o no responda a ella, ha de tener la dignidad y el decoro, de no comprometer el futuro.
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