Por José Luis Alonso Lanza
Mientras leía la traducción al español de la Directiva Presidencial para la Normalización de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, mi vista se enfocó en su apartado IV Panorama estratégico, donde el presidente Obama afirma: “…El Gobierno de los Estados Unidos no tiene intención de modificar el tratado de arrendamiento vigente y otras disposiciones relacionadas con la Base Naval de Guantánamo, que permite a los Estados Unidos mejorar y preservar la seguridad regional.”
Y en un aparte a la realidad histórica, esa que el Presidente de los EEUU, tuvo la valentía de pedirnos olvidar, veamos qué nos dice el derecho romano al respecto: “…la locación, conducción o arrendamiento es un contrato consensual oneroso en virtud del cual una persona denominada arrendador, entrega temporalmente a otra, llamada arrendatario una cosa para su uso a cambio de una cantidad… Mientras que el arrendador tiene a su disposición la acción para exigir la restitución de la cosa y otras posibles obligaciones…”
Partiendo de lo anterior, se podría pensar que los cubanos somos los arrendatarios y Estados Unidos, el arrendador. Tal parece un chiste de mal gusto.
Hace ya más de 100 años, bajo las presiones estadounidenses, que suponían una independencia controlada, nos impusieron la aprobación de un arrendamiento que hoy ocupa la Base Naval de Guantánamo. Algo que hoy legalmente, podría dejar sin efecto, el famoso arrendamiento, sobre todo al incumplirse el oneroso acuerdo, de convertir la base naval en una cárcel sin precedentes en la vida de los seres humanos.
Sería bueno, traer como referencia, la impresión que le dio a Cristóbal Colón en abril del 1494, al desembarcar dentro de la bahía de Guantánamo, la que bautizó con el nombre de Puerto Grande. Y es que la bahía, tiene un calado bien profundo y en los 362 kilómetros cuadrados de sus aguas, la convierten en una de las bahías de bolsa más grande del mundo.
Estoy casi seguro de que los estadounidenses, ya tenían la vista puesta sobre Guantánamo, mucho antes de ser los EE.UU., sobre todo porque en 1856, con la llegada del ferrocarril hasta Guantánamo, el lugar tuvo carácter estratégico. Esto le venía como anillo al dedo, pues para erigirse como potencia mundial y naval, requería de bases que le garantizaran la presencia militar avanzada en ultramar.
La guerra hispano-cubano-americana le brindó esta oportunidad a los EE.UU. Más o menos por el día 27 de abril del 1898, los barcos de la armada estadounidense hicieron los primeros disparos contras las defensas españolas en Guantánamo. Luego de acabar con las tropas españolas, con la pericia de un alto jefe mambí, lo primero que hizo Estados Unidos en ese territorio oriental, fue mantener a los prisioneros españoles: 7 jefes, 85 oficiales, y 2 mil 164 clases y soldados.
Un 25 de julio, pero del 1901, las autoridades militares estadounidenses, disponen que se lleven a cabo elecciones par delegados a una Asamblea Constituyente, que tendrá como principal objetivo el crear una constitución para la República de Cuba.
Pero en el Artículo 3 de la constitución, donde de forma impertinente, se nos impuso la adición de la Enmienda Platt, consta: “La República no concederá ni ratificara pactos o tratados que en forma alguna limiten o menoscaben la soberanía nacional o la integridad del territorio…”, y ¿qué? ¡Nada, que el tratado de arrendamiento, de la Base de Guantánamo, está viciado en su origen, por la incapacidad del gobierno cubano de entonces, para ceder una porción de territorio nacional!
Existen sobradas evidencias, físicas, políticas,…, de que la Enmienda Platt fue impuesta con coacción grave e injustamente a los asambleístas de la Constituyente del Cerro.
Muchos estudiosos han afirmado el que no puede tener valor jurídico, un tratado que viola los principios fundamentales consagrados en la Constitución. Solamente, bajo la presión, producto de una ocupación un Estado puede ser obligado a renunciar a su soberanía, sobre cualquier porción de tierra patria, aunque se diga que es un arrendamiento.
Pero volvamos de nuevo al derecho. En el convenio inicial, impuesto por EE.UU., bien se dice que el objetivo del arrendamiento, es el de una base naval, y hoy bien he referido que aquellos territorios de Cuba, sirven como cárcel donde no se respetan los derechos civiles de los hombres, y mucho menos los derechos humanos, esos tan reclamados por EE.UU. Según establece el derecho, el arrendatario, tiene la obligación de responder en el mal uso de lo que ha arrendado, contra la naturaleza de la misma cosa o lo pactado.
Señor Presidente, el arriendo ha llegado a su fin, el arriendo impuesto no tiene objeto desde el momento en que se llevó a cabo violencia moral e injusta. Por ser un tratado nulo jurídicamente, usted debe darse cuenta que ha terminado, por la sola violación de lo pactado y convertir la base en una cárcel. El arrendamiento ha tocado a su fin ya que ustedes no han cumplido con las obligaciones que le incumben, algo que se habla muy claro en el derecho internacional, y nosotros, los arrendadores, hemos decidido prescindir de dicho contrato, cuyo status de perpetuidad, impuesto a la fuerza y el chantaje político, no se aviene con la realidad de las relaciones entre Cuba y EEUU en nuestro presente.
Hoy Cuba quiere hace valer el status de soberanía sobre las extensiones de territorio y mar. Demuestren sus buenas intenciones, demuestren que sus palabras se ajustan al concepto positivista de los criterios sobre los Derechos humanos y devuelva el territorio, porque Guantánamo es un pedazo inseparable, de Cuba socialista.
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