20 junio, 2015 en 3:42 pm |
Etiquetas: Cuba, Historia Me parece casi irreal, un privilegio inmerecido poder conversar con él durante casi cinco horas ininterrumpidas; es demasiado vital, con una memoria prodigiosa al parecer entrenada después de tantas entrevistas con personas tratando de encontrar detalles de los momentos trascendentales de la historia de Cuba de los que él fue protagonista o vivió por cuestiones del azar.
Tiene un pensamiento libre, es cuestionador, equilibrado en los juicios. Habla con la misma pasión de su primer encuentro con Fidel, la convivencia con el Che en México, en un pequeño apartamento unos días antes de la expedición del Granma, los combates en la Sierra Maestra o las misiones civiles años después de concluida la guerra.
En los primeros instantes de conversación trato de buscar su vida o su nombre en los recuerdos, en los libros de Historia que leí mientras estudiaba en el preuniversitario o la universidad, pero no acuden a mi, entonces culpo al tiempo o a los minutos que me distraje mientras soñaba con ser periodista. No me esfuerzo más en la búsqueda.
Por suerte disfruto la oportunidad que me brindó una amiga de charlar con él en una visita de cortesía y poder contar mis impresiones.
Los ojos del Comandante Arsenio García Dávila, expedicionario del yate Granma, rebelan toda la fuerza y la grandeza del héroe, sus palabras cautivan, enamoran, con sus relatos vivo plenamente las angustias de una travesía azarosa en diciembre de 1956, el cansancio de desandar por una zona pantanosa con la ropa mojada pegada al cuerpo, el hambre de varios días que obliga a alimentarse de caña, boniato crudo y considerar como el mejor de los manjares un plato de yuca con huevo frito ofrecido por un campesino al que solo le sobraba la bondad.
Los recuerdos del pasado no lo atormentan, dice que piensa en la guerra a veces, en la tranquilidad de su casa en Miramar en la ciudad de la Habana.
Sin embargo recuerda direcciones, anécdotas, fechas, con una facilidad asombrosa, no ha olvidado los nombres de algunos de los acusados de guerra, testigos y victimas de la tiranía de Batista, que escuchó durante los juicios celebrados en los Tribunales Populares creados en los primeros momentos de la Revolución.
Escuchándolo sentí la desconfianza del soldado asediado, que avanza ocultándose aquí y allá entre cañaverales, la fuerza de la juventud, la preparación física, el instinto de sobrevivir desde del combate de Alegría de Pío cuando las fuerza rebeldes se dispersaron y estuvieron perdidos en pequeños grupos varios días.
Un día de conversación no fue suficiente, quedan muchas preguntas, anécdotas, consideraciones, interpretaciones que me esboza pero que requieren de mucho más tiempo, de reposo para escribir, son ideas, hechos que ahora mismo se arremolinan en mi cabeza:
La tarde nefasta de octubre de 1959 en Camagüey cuando despidió a Camilo Cienfuegos en el aeropuerto convirtiéndose en una de las últimas personas que le vió con vida, las llamadas insistentes y desesperadas de Celia; los partidos de ajedrez con el Che en las noches de la Sierra Maestra, su amistad y aprecio por Haydee Santamaría, la historia de cada fotografía que cuelga en una de las paredes de su casa y los objetos que atesora, del italiano Gino Doné, uno de los cuatro extranjeros expedicionarios del yate Granma, de los errores cometidos, del oportunismo, el sectarismo.
El proceso revolucionario fue tan grande que nos superó a nosotros mismos, dice; entonces pienso que no hemos aprovechado todo el tiempo para que los jóvenes cubanos puedan vivir la Revolución a través de él, para que sus historias sean compartidas, escuchadas y permanezcan no solo en los libros, sino en la memoria y en las acciones colectiva.
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