sábado, 27 de junio de 2015
Por los resultados positivos obtenidos con la “Operación Antiaérea”,
la jefatura del II Frente deseaba no solo denunciar la alianza del gobierno de
los Estados Unidos con Batista, sino también obtener el compromiso de aquel de
cesar en el suministro bélico a Batista al amparo del Pacto de Defensa Hemisférica,
así como el cese del aprovisionamiento bélico y combustible, y prestación de
asistencia técnica a la
Fuerza Aérea cubana en la Base Naval yanqui de
Guantánamo, haciendo constar que ese era territorio nacional cubano ocupado
ilegalmente por el Gobierno de los
Estados Unidos de América.
Algunos de los norteamericanos detenidos en la operación. |
COMBATE DEL CENTRO INDUSTRIAL DE MOA 26 de
junio de 1958.
El combate en el Centro Industrial de Moa el 26 de
junio de 1958, formando parte de la “Operación Antiaérea” realizada por las
tropas rebeldes del Segundo Frente Oriental “Frank País” bajo el mando del
Comandante Raúl Castro Ruz, marcó un hito en la lucha contra el imperialismo
norteamericano pues demostró al mundo que los yanquis habían dejado de ser
intocables.
Habíamos experimentado muchas veces los bombardeos
indiscriminados en los campos de Cuba por los aviones mercenarios del dictador
Fulgencio Batista. Aviones cargados con proyectiles y bombas, proporcionadas
por el gobierno de los Estados Unidos de América al tirano, en nombre de la mal
llamada “Ayuda Mutua” para defender la “democracia” en América.
Muchas habían sido las ocasiones en las que vimos
destrozados, por esas criminales bombas, a los campesinos: hombres, mujeres y
niños, quienes eran blancos fáciles y sin ningún riesgo para los “valientes
pilotos” de la dictadura, provenientes de clases privilegiadas, los que
arrojaban las bombas sobre los indefensos campesinos como una “heroicidad” que
les proporcionaría medallas, congratulaciones, grados y gratificaciones
monetarias de sus jefes.
Teníamos que acabar con ese crimen, acusar a los
culpables, a aquellos que le decían, por
un lado, al pueblo norteamericano, que
simpatizaban con la lucha del pueblo de Cuba y, por otro, abastecían los aviones del tirano con bombas y
proyectiles para que las arrojaran contra lo más humilde de este pueblo.
Había que desenmascararlos ante el mundo y con ese fin,
el Comandante Raúl Castro Ruz, Jefe del II Frente Oriental “Frank País”, quien
poseía fotografías, obtenidas por los combatientes clandestinos del Movimiento
Revolucionario “26 de Julio” de la ciudad de Guantánamo, en las que se podían
ver los aviones de la Fuerza Aérea de
Batista abasteciéndose en la
Base Naval yanqui de Guantánamo, dictó la Orden Militar Núm.
30, en la que en sus Por Cuantos se
expresaba la información obtenida, las condiciones infrahumanas en las que
vivían nuestros campesinos, quienes permanecían en cuevas por los constantes
bombardeos en las zonas del Valle de Caujerí, La Lima, Bayate, Monte Rus, así
como la condecoración del Jefe de la Fuerza Aérea batistiana Coronel Tabernilla
Palmero por los bombardeos en Cienfuegos y Sagua la Grande por el Gobierno de
los Estados Unidos de América, cómplices en la explotación y matanza de nuestro
pueblo, y ordenaba la captura de los ciudadanos norteamericanos que laboraban
en la periferia del territorio rebelde, con el fin de que ellos, quienes se
decían amantes de la libertad y la democracia, pudieran apreciar cómo en
nuestro territorio, las bombas fabricadas por los monopolios guerreristas
yanquis eran arrojadas sobre ciudadanos indefensos de las sierras. La operación
se llamaría “Antiaérea” y se realizaría en varios lugares, entre ellos, en el
poblado industrial de Moa.
También la jefatura del II Frente elaboró un documento
político: “Llamada general de carácter urgente a todos los jóvenes del mundo”.
En él se hacía un recorrido histórico por las luchas del pueblo cubano por su
independencia, soberanía y libertad, y cómo el gobierno de los Estados Unidos
se había opuesto siempre a ello aliándose con los sectores más reaccionarios
del país. Cómo habían frustrado nuestra victoria contra el colonialismo
español, luego, al triunfo de la revolución contra la dictadura del General Gerardo
Machado Morales en 1933. Cómo más tarde habían apoyado el Golpe de Estado del
dictador Fulgencio Batista el 10 de marzo de 1952, quien instauraba a partir de ese momento otra dictadura en
Cuba, contra la que ahora luchaba lo mejor de la juventud cubana en los campos
y ciudades.
--Explicaba a los jóvenes del mundo que los aviones del
tirano Batista estaban siendo abastecidos en la Base Naval
norteamericana de Guantánamo y ahora los dictadores de Nicaragua y República
Dominicana, cumpliendo instrucciones de sus amos yanquis, se habían sumado al
suministro de armas al dictador.
--Denunciaba la entrega, por Batista, a las poderosas
compañías norte-americanas, de grandes extensiones de tierras y hasta el
subsuelo a perpetuidad, como habían sido las escandalosas concesiones de las
minas de Moa y Nicaro, a cambio de ayuda militar.
--Hacía un llamado a la juventud del mundo para apoyar
nuestra lucha, inspirado en el precepto martiano: “Peleamos en Cuba para
asegurar, con la nuestra, la independencia hispanoamericana.”
El Comandante Raúl Castro celebró una reunión en
Naranjo Agrio, sede de la Jefatura de nuestra Columna 9 “José Tey”, bajo las
órdenes del Comandante Belarmino Castilla Mas, Aníbal, y se determinó que esta misión sería cumplida por las
tropas de la Compañía C
“Josué País”, la cual, en esos días, tenía como jefe al Capitán Higinio Díaz
Acné, Nino (luego traidor a la Revolución) y
participarían unos 250 combatientes rebeldes.
Además de la captura de los especialistas
norteamericanos, se cumplirían otras misiones.
Como delegados de la Comandancia del II
Frente, irían el Capitán Reinerio Jiménez Lage, el Teniente Raúl Guerra
Bermejo, Maro, Michicho Cardero y Asdrúbal Baró
El día escogido para esta operación fue el 26 de junio,
en horas de la noche, un día antes del comienzo del cumplimiento de la Orden Militar Núm.
30.
Las fuerzas enemigas en Moa estaban compuestas por un
Destacamento de unos 110 hombres bajo el mando del Capitán Elías Fernández
contando con una tanqueta de apoyo. Además, como parte del Destacamento, en el
Cuartel de la Playa
y en del Aserrío habría unos 20 hombres bajo el mando de sargentos con buen
armamento y parque.
La
Tenencia
que estaba más cerca de Moa era la mía, que estaba situada en “La Ayuíta” al Sur de
Cananovas, por donde pasa el camino que conduce a Moa, por el alto de las
primeras estribaciones de la
Sierra Moa-Toa-Baracoa.
Por la mañana del día 26, empezaron a pasar los
camiones con las tropas de los otros campamentos que participarían en el
ataque. La alegría era general, como siempre que se iba a un combate, pues
representaba para todos el propinarle una derrota más a la dictadura.
Preparada ya nuestras fuerzas, ocupamos nuestro lugar
en la caravana y anduvimos unas tres horas en jeeps y camiones, hasta llegar a un lugar en los pinares de la zona
niquelífera del Suroeste de Moa, conocido por “El Jonsen”, donde en la casa de
un campesino amigo nuestro celebramos la reunión para ultimar todos los
detalles.
El Capitán Higinio Díaz, como Jefe de la Operación en
Moa, dispuso el personal que iría al ataque, y le designó a cada oficial, las
misiones siguientes:
a) Hacer prisioneros a la mayor cantidad de
norteamericanos que trabajaban en la
Empresa minera; misión que cumpliría personalmente el Capitán
Higinio Díaz Ácne en compañía de unos 20 combatientes bien armados.
b) Atacar el Cuartel de la Playa, por el Teniente Pedro
Sotto Alba, veterano del “Granma”, y bajo su mando unos 60 combatientes,
organizados en escuadras, dirigidas por los sargentos Santiago Prego Ortiz,
Renato Rabilero Duharte y Juan
Leyva Góngora, y el cabo René Lamoru Velázquez.
c) Montar una fuerte emboscada en el camino entre el
cuartel y el pueblo Los Mangos, misión asignada al Teniente Eduardo Pérez
González, Bayo (que, luego, junto a Nino Díaz traicionaría la Revolución), teniendo
como segundo al Sargento Carlos Fernández Gondín, con el fin de evitar que el
ejército saliera de ese cuartel. Esta tropa, de unos 25 combatientes, debía sembrar una mina en el camino, que sería
accionada por el combatiente Lesmes Jardines.
d) Rodear el cuartel del aeropuerto con unos 30
combatientes bajo el mando del Teniente Rolando Monterrey Caballero, Rolo, Legión de Honor “Frank País”.
Llevaban una ametralladora calibre 30 de enfriamiento por agua.
e) Desmontar el hospital de Moa y trasladarlo para
nuestro campamento en Los Indios, al Este de Sagua de Tánamo. Esta misión la
cumplirían los doctores Benjamín de Zayas y Horacio González Menchero, apoyados
por tropas bajo el mando del Sargento Nelson Mulet.
f) Atacar el Cuartel del Aserrío, capturar a los
oficiales del ejército que vivían en el Hotel Saxony, pertrecharse de
mercancías, medicinas, combustible, y transportarlas para nuestros campamentos,
que en aquellos momentos, debido a un fuerte cerco de la dictadura, carecían de
esos materiales, tanto nuestras fuerzas como los campesinos. Esta misión sería
cumplimentada por tropas bajo mi mando y, como segundo, el Subteniente Mario
Griñán de la Cruz. Unos
50 combatientes participarían en ella.
g) Patrullar por todo el poblado industrial de Moa,
para lo que se designaron tropas al mando del Sargento Antonio Portuondo, Bebo, buen conocedor de la zona,
reforzado por el veterano combatiente Luis Argelio González Pantojas,
integrante del 1er. Refuerzo de Frank País al Comandante Fidel Castro, en marzo
de 1957, y fundador de la
Columna 6 “Frank País”.
En esa reunión le señalé al Capitán Díaz Ácne dos
aspectos:
Uno, que había sido informado por el Sargento (ER) Luis
Riverón, que en Moa se conocía que íbamos a atacar y otro, que para capturar a
los norteamericanos en sus casas no eran necesarias tantas buenas armas y
tantos combatientes, y que, sin embargo, Sotto Alba iba a cumplir la misión más
peligrosa y solo llevaba su Garand, la Thompson de Armando Regalado y el Sprinfield de Renato Rabilero, pues
todos los demás combatientes iban con escopetas.
A regañadientes, el Capitán Díaz Ácne lo reforzó solo
con Ricardo Cisneros Díaz, Jotor, con
su Sprinfield, como Segundo Jefe de
la tropa y con el Teniente Esmérido Rivera con otro Sprinfield.
Le volví a argumentar la necesidad de reforzar más a
Sotto Alba, a lo que me respondió que él era el jefe y las armas y hombres las
distribuía de acuerdo con su criterio, y dio por concluida la reunión.
Pedrín Sotto aceptó disciplinadamente, pero hizo
constar al Capitán Díaz Acne su inconformidad con la decisión adoptada. Acordamos
ayudarnos mutuamente.
Convenimos llegar con los carros lo más cerca posible
de los objetivos, para que todo fuera más rápido.
Pasó nuestra tropa a la vanguardia, con el fin de
adoptar las primeras posiciones de entrada al poblado por el Aserrío, y que la
tropa de Sotto pasara a nuestro flanco rumbo al cuartel. Nadie abriría el fuego
antes que él.
Esperamos una hora u hora y media, para que fuera
oscuro y con las luces apagadas, comenzamos el descenso.
En la bifurcación que conduce al aeropuerto, a Los
Mangos y al lugar donde residían los norteamericanos, nos separamos del resto
del grupo y seguimos nosotros.
De momento, en una vuelta del camino, fuimos alumbrados
por un vehículo, al parecer una guagua, por lo que el Capitán Jiménez Lage
ordenó detenerla para evitar que llegara antes que nosotros y pudiera
delatarnos. El Subteniente Griñán se quedó con las tropas en los caminos y
nuestro jeep de vanguardia, Jiménez, Maro, Fernando, Firo Esquivel, Antonio Nin y yo nos lanzamos al objetivo. Bajamos
por una elevación junto a la carretera y al llegar a ella comprobamos que no
nos podían haber visto, nos arrojamos al borde de la carretera, al tiempo que
el vehículo pasaba junto a nosotros. ¡No era una ómnibus, sino una tanqueta en
su recorrido programado, contra la cual no llevábamos armas!... Se alejó, subimos
y continuamos hacia el Aserrío.
Unos metros antes de llegar al lugar donde estaba el
cuartel, nos encontramos una camioneta; con tan buena suerte que dos de sus
tripulantes eran ingenieros de Santiago de Cuba, Gustavo y Guillermo Herrera,
amigos de Fernando y mío, y nos informaron que se conocía que íbamos a atacar y
que los guardias, esa tarde, alrededor de las 5, habían abandonado el Cuartel
del Aserrío, sin poder decirnos hacia dónde habían ido.
Ya se sentían los tiros en el cuartel, señal de que Pedrín
Sotto había ocupado su posición, cuando nuestra vanguardia irrumpió en el Hotel
Saxony, en busca de los jefes, al tiempo que nuestra tropa acudía con los
distintos responsables a las farmacias, gasolineras y almacenes, asignados de
antemano.
Rápidamente, irrumpimos en todas las habitaciones en
una acción relámpago, pero los sicarios, conocedores de nuestro ataque, se
habían refugiado en sus madrigueras. Di orden de retener a todos los civiles en
el hotel y nombré una comisión para identificarlos.
El trabajo de cargar las mercancías y manejar los
camiones hasta nuestros campamentos, requería la ayuda de muchos hombres y pedimos
voluntarios en el pueblo, por lo que solucionamos esta necesidad, pues todos
estaban en la mejor disposición de ayudarnos. Ya organizado todo el trabajo, me
dispuse a ir a encontrarnos con Sotto Alba. En esos momentos, llegó el Capitán Nino Díaz con su grupo y me ordenó
permanecer con Maro, para que apurara
el trabajo y junto con él, el Capitán Jiménez Lage, Fernando Ruiz y el personal
seleccionado, partió rumbo al Cuartel de la Playa.
Al llegar a este, ya el Teniente Pedro Sotto Alba había
muerto, debido a una granada enemiga, pues él, con su valentía característica,
junto con Jotor y el ayudante de
este, Rubén Arias, se había metido en una de las trincheras que rodeaban el cuartel,
donde fue alcanzado por la granada asesina.
Mientras se evacuaba a Pedrín Sotto para el hospital,
Cisneros, haciéndose cargo de la tropa, continuó el combate, junto con el 1er
Teniente Esmérido Rivera, Avelino Portuondo, Juan Rivera, Eligio de la O, Sergio Eugenio Carbó, Beto Arce y otros compañeros, y obligó a
los casquitos a abandonar el cuartel
por la playa, pudiendo huir en una embarcación de motor porque el Cabo Rene
Lamoru no había cumplido su misión de cerrar el cerco, y quemar las
embarcaciones en el muelle.
Al llegar el Capitán Díaz Acné junto a Cisneros, ordenó
una salva con todas las armas que llevaba y retirarse del poblado con la tropa,
al decirle que ya la operación llegaba al final.
Desde nuestra posición, vimos salir a la tropa llevando
el cadáver de su inolvidable jefe en la cama de una camioneta. Con él, iba el
Capitán Antonio E. Lussón Battle, quien fuera a ayudarnos al mando de una
pequeña tropa.
Antes de retirarse el Sargento Santiago Prego Ortiz con
unos pocos combatientes bajo su mando, tomó el cuartel y ocupó dos jeeps, tres fusiles, dos pistolas y otros
materiales bélicos.
La retirada se realizaría por el camino de Centeno en
dirección a Cananovas, por el que con mayor rapidez se llegaba a nuestros
campamentos.
El Teniente Rolo
Monterrey emplazó su calibre 30 trípodes y con Juan Boris Menencier, Tanganika, el Sargento Juanito Paz y
otros compañeros, se dispuso a impedir que el ejército pudiera salir por el
frente del cuartel del aeropuerto.
Ya se escuchaba el fuerte tiroteo del combate en el
Cuartel de La Playa,
cuando comenzó el tiroteo detrás del aeropuerto en el camino del cuartel a Los
Mangos. Impacientemente, oían cómo se desarrollaba el combate cerca de ellos,
sin poder avanzar en ayuda de sus compañeros.
Largo fue el tiempo transcurrido. Ya en la playa se
había restablecido el silencio, cuando llegó a Rolo un mensajero con la orden de retirada, pues ya los yanquis
habían sido capturados y a los respectivos jefes se les había ordenado
retirada. Rolo, con lágrimas en los
ojos, por no haber podido pelear, recogió su tropa y partió.
El tiroteo sentido por él y sus compañeros fue
resultado del combate que sostenía la tropa del Teniente Eduardo Pérez Bayo, bajo el mando de Armando Garriga,
pues Bayo y otros acólitos de él
acudieron a los prostíbulos de Los Mangos.
Garriga, el Chino
Tero, Aquilino Torres, Samprón, Reinaldo Grimón, Tocotoco, Pepe Cisneros,
Roberto Aseff, Roberto Balart, Narciso Rivera y otros ocuparon la parte de
atrás del cuartel del aeropuerto y, protegidos por unos camiones, abrieron
fuego contra los casquitos cuando
estos quisieron salir del cuartel; se generalizó el tiroteo que duró hasta que
Garriga, viendo que las horas transcurrían y que el Teniente Eduardo Pérez, Bayo, no aparecía, reunió el personal y
los retiró poco a poco.
Los doctores Benjamín de Zayas y González Menchero,
junto con los enfermeros Julián Rizo Álvarez y Oliverio Villa Cabrera,
desmontaron el hospital con todos sus buenos equipos y los transportaron.
Gracias a ello, luego tuvimos en nuestro hospital de la Capitanía de Los Indios
los más modernos equipos de salud y se pudieron realizar complicadas
operaciones quirúrgicas y salvar así preciosas vidas.
Al regresar el Capitán Nino Díaz en compañía del Capitán Jiménez Lage, le informé el
cumplimiento de nuestra misión y que, además, habíamos capturado tres norteamericanos
más.
Le expliqué que ellos estaban bebiendo en un
bar-cafeteria y al decirles que nos tenían que acompañar, no lo concebían, pues
les parecía tan osado que se tocara a un norteamericano en Latinoamérica, que
los tuvimos que obligar a acompañarnos y les condujimos correctamente, como lo
establecía las Instrucciones Secretas de la Orden Militar Núm.
30.
Nos ordenó retirarnos, diciéndonos que había visitado
todos los lugares donde había tropa nuestra y solo quedábamos nosotros, que
quemáramos la planta eléctrica y nos fuéramos.
El Sargento Manuel Dosil, Papiro Carbó, Hugo Argüelles y otros compañeros, le arrojaron unos cócteles Molotov a la Planta eléctrica.
Recogimos al Sargento Víctor Díaz, quien estaba como
responsable de cargar los camiones y enviarlos a territorio rebelde y le
ordené partir, lo que hizo de manera
organizada, llevado dentro de la caravana camiones Diamond-T, para no permitir que se atascara ningún camión con su
apreciada carga.
En el cumplimiento de esta misión, tuvimos que lamentar
la muerte de un civil, cuya profesión era carpintero y venía en un camión; al
dársele el alto, sacó un martillo para mostrar que venía desarmado y un
compañero creyó en la noche que era un revólver, por lo que le disparó y le
ocasionó la muerte instantáneamente.
Como a las 3 de la mañana, cuando aún estábamos cerca
de Moa, sentimos un fuerte tiroteo.
Luego supimos que un grupo de soldados, bajo el mando
del Teniente Martínez, emboscaron la tropa del Teniente Eduardo Pérez, Bayo, donde iba también la tropa del
Sargento Santiago Prego, a quienes se les envió con un mensajero la orden de
retirada por Centeno y no por Gran Tierra, la que propagó Bayo a viva voz y fue escuchada por el enemigo.
El Teniente Martínez había atravesado la emboscada
rebelde colocada por el Teniente Bayo,
los que sin sus jefes, y no habiendo podido explotar la mina por desperfectos
técnicos, no habían realizado ninguna acción, por tal motivo, los guardias
pasaron la emboscada rebelde sin ninguna resistencia.
Al escuchar por dónde se retirarían los rebeldes,
rodearon el poblado, realizaron la fatal emboscada, que ocasionaría la muerte a
cinco compañeros nuestros, y huyeron en cuanto el resto de los combatientes
rebeldes avanzó sobre ellos.
Ascendían a seis nuestras bajas mortales, añadiendo el
nombre del Teniente Pedro Sotto Alba, de Antonio Boizán Barrientos, Austergesilio
Vargas Reyes y Renato Oliver Galbán, en un jeep,
Alcibíades Deroncelet Isidro y Manolo Terrero Matos, quienes iban en un camión.
Luego supimos que el compañero Ángel Romero Videaux, Jutía, había sido ultimado cuando lo
encontraron herido debajo de una casa en la zona de Los Mangos.
Ya, al amanecer, llegamos de nuevo a La Ayuíta, donde fueron
escondidos algunos camiones con mercancías y otros siguieron su camino rumbo a la Capitanía y la Comandancia.
Ese día 27 de junio, fue muy duro para nosotros, pues
debíamos esconder todo lo capturado en Moa y dar sepultura a nuestros
compañeros, lo que se hizo en el cementerio de Andrés, en las márgenes del Río
Sagua. El duelo fue despedido por el Comandante Raúl Castro Ruz. Los doce
norteamericanos y canadienses capturados fueron sacados del acto antes de que
el Jefe del II Frente Oriental hablara, para que no oyeran lo que este le iba a
decir a la tropa.
Raúl nos habló de la importancia que tenía la operación
realizada, pues el mundo se enteraría de que el pueblo de Cuba estaba dispuesto
a pagar cualquier precio por la victoria y que el anhelo de libertad de
nuestros mambises vivía en nuestra generación; que al conjuro de “Libertad o
Muerte” íbamos a vencer; que la opinión pública mundial sabría que nuestro
pueblo estaba siendo asesinado por la dictadura de Batista con armas que le
proporcionaba el gobierno norteamericano y que en nuestro poder obraban fotos
de los aviones del dictador, cargando bombas en la Base Naval yanqui de
Guantánamo.
Habló de Pedro Sotto Alba, de su honradez, el valor
demostrado siempre, veterano del “Granma”, humilde obrero del pueblo de
Manzanillo, quien habiendo participado en mil y una batallas, caía en una
escaramuza. Lo ascendió a Capitán en
Honores Póstumos, lo nombró Comandante de Honor de todos los legionarios de la Orden de Mérito
Revolucionario Legión de Honor “Frank País” y juró que un día el Centro
Industrial de Moa llevaría el nombre glorioso de Pedro Sotto Alba cuando el
pueblo de Cuba, junto a la libertad conquistada recuperara los bienes que en
aquel momento usufructuaban los monopolios norteamericanos y sus cómplices de
la camarilla explotadora cubana. (Hoy,
Moa lleva el nombre de Centro Industrial Comandante Pedro Sotto Alba, propiedad
del pueblo de Cuba).
Habló de los demás compañeros caídos, obreros y
campesinos, hombres humildes del pueblo, quienes cansados de soportar sobre su
cuello el yugo de la explotación, habían tomado la estrella como nos enseñara
Martí y con ella en la frente, prefirieron morir de pie que seguir viviendo de
rodillas. El pueblo no olvidaría a sus
mártires y ahora menos que nunca serían considerados como muertos, pues “Morir
por la Patria
es vivir.”
Por la madrugada partimos para nuestros campamentos en
compañía de los norteamericanos asignados a cada Jefatura.
El día 29 por la mañana fuimos avisados que, desde Moa,
habían llegado unos compañeros del Movimiento “26 de Julio” de este poblado
industrial y que venían acompañando a un norteamericano. Fuimos a su encuentro y resultó ser el Cónsul
de los Estados Unidos en Santiago de Cuba, Park Wollam, quien venía con
instrucciones de su gobierno para hablar con el Comandante Raúl Castro en
relación con la captura de los norteamericanos. Nos reunimos con él en
presencia de los tres norteamericanos que estaban con nosotros y ellos le
relataron lo bien que eran tratados, que acorde con nuestros recursos, no les
faltaba nada y que no tenían peligro alguno por parte de nuestras tropas, pues
los considerábamos parte del pueblo norteamericano y ajenos a las agresiones de
su gobierno.
Le comunicamos que con gusto lo llevaríamos hasta la Comandancia de nuestra
Columna, desde donde sería conducido ante el Comandante Raúl Castro Ruz, pero
no podríamos partir hasta la noche debido a que tendríamos que atravesar por
muchos campos de caña y los aviones del tirano nos podrían sorprender.
Me contestó que podíamos salir en ese mismo instante,
pues el gobierno de Batista sabía que él estaba por allí y había ordenado a sus
aviones no volar por esa zona, y además, agregó que él era veterano de la II Guerra Mundial y, por
tanto, tenía experiencia de combate.
-Si es así,
vamos – le contesté.
Nos montamos en los jeep
y no habíamos andado ni 500
metros, cuando apareció una avioneta artillada con una
calibre 30 y, al vernos, maniobró sobre nosotros y abrió fuego.
El cónsul corrió y se metió en un bohío y nosotros
debajo de un camión volqueta de los capturados en Moa.
El ametrallamiento duró de 20 a 30 minutos, batiendo lo
mismo el bohío que nuestro parapeto. Cuando el avión acabó con las balas y las
granadas que llevaba y se fue rumbo a Guantánamo, salimos de nuestro
improvisado refugio y fuimos al encuentro del Cónsul, el que salió del bohío
muy pálido y asustado.
-¿Pero usted no nos dijo que era
veterano de la II Guerra Mundial?
¿Cómo es que se ha asustado por simple balas calibre 30 y granadas de mano? –
le preguntó Fernando Ruiz Bravo.
Su respuesta fue rápida…
-En la II Guerra Mundial,
yo fui de oficinista y nunca estuve en el Frente.
Ya llegaban junto a nosotros, compañeros que nos traían
pedazos de las granadas lanzadas.
¡Todas de fabricación norteamericana! Eran granadas de
las empleadas para lanzar con el fusil Garand,
cuya parte posterior siempre queda intacta, en la que se podía apreciar el
emblema de las manos estrechadas, símbolos de la “Ayuda Mutua”.
Una hora después, llegamos a la Capitanía y éramos
autorizados a seguir rumbo a Naranjo Agrio, donde estaba la Comandancia. Allí
le entregamos el Cónsul al Comandante Belarmino Castilla, Aníbal, el que lo
conduciría personalmente ante el Comandante Raúl Castro Ruz.
Unos días después, al ir a Calabazas, improvisada
Comandancia General del II Frente Oriental, supe del rotundo éxito de la “Operación Antiaérea”,
pues fueron capturados casi simultáneamente 49 ciudadanos yanquis, 29 de ellos
eran Infantes de Marina de la
Base Naval yanqui de Guantánamo, capturados por tropas bajo
el mando del Teniente José Sandino Rodríguez de la Compañía E bajo el
mando del Capitán Félix Pena Díaz de la Columna 6 “Frank País”.
La
Compañía A
“Otto Parellada” bajo el mando del Capitán Ernesto Casillas Palenzuela había
capturado a cuatro representantes de la United Fruit Company
en el pueblo de Guaro, así como a dos altos funcionarios de la Nickel Processing
Corporation, en la zona de la mina La Ramona en la Sierra Cristal.
En la zona de la Compañía D, bajo el mando del Capitán Manuel
Fajardo Sotomayor, fueron capturados tres extranjeros administradores y altos
funcionarios de los centrales Ermita e Isabel, los que también fueron
trasladados para Las Calabazas de Sagua y pude comprobar que habíamos atraído
la atención mundial y detenido momentáneamente los bombardeos y la ofensiva de
Batista contra nuestro territorio.
En la pista de Calabazas de Sagua, aterrizaban
constantemente avionetas y helicópteros con periodistas, camarógrafos y
distintas personalidades, quienes venían atraídas por nuestra Revolución, los
que dirían al mundo sobre nuestra lucha por una mejor vida para nuestro pueblo,
a pesar de que una buena cantidad de ellos, bajo el disfraz de periodistas y diplomáticos
escondían su verdadera profesión de espías.
En las Calabazas de Sagua, se llevaban a cabo las
conversaciones de la jefatura del II Frente, representado por el Comandante
Raúl Castro, Vilma Espín, Delegada de la Dirección Nacional
del “26 de Julio”, el Comandante Belarmino Castilla, el Capitán Augusto
Martínez Sánchez y el abogado Lucas Morán Arce y, por la parte norteamericana,
el Cónsul Park Wollam y el Vicecónsul Robert Wiecha. En varias de las
conversaciones, participaron norteamericanos capturados, los que recibieron
nuestro calificativo de “Testigos internacionales”. Algunos de ellos
escribieron a sus congresistas y familiares y les contaron sobre nuestro buen
trato y hasta extrañándose que así fuera, pues les habíamos demostrado que el
gobierno de los Estados Unidos era cómplice de los crímenes cometidos por el
dictador Batista en los campos cubanos.
Por los resultados positivos obtenidos con la “Operación Antiaérea”,
la jefatura del II Frente deseaba no solo denunciar la alianza del gobierno de
los Estados Unidos con Batista, sino también obtener el compromiso de aquel de
cesar en el suministro bélico a Batista al amparo del Pacto de Defensa Hemisférica,
así como el cese del aprovisionamiento bélico y combustible, y prestación de
asistencia técnica a la
Fuerza Aérea cubana en la Base Naval yanqui de
Guantánamo, haciendo constar que ese era territorio nacional cubano ocupado
ilegalmente por el Gobierno de los
Estados Unidos de América.
El 2 de julio el Comandante Raúl Castro Ruz entregaba
un documento oficial al Cónsul Wollam, en el que le realizaba estos
señalamientos asi como dejaba constancia escrita de que el Movimiento Revolucionario
“26 de Julio” se ha opuesto y se opondrá enérgicamente a todo intento de
intervención de naciones extranjeras en la política interna de nuestro país.
La prepotencia de las autoridades norteamericanas hizo
que varias veces las conversaciones fueran sumamente tensas, pero los
principios defendidos por la parte cubana se supieron imponer siempre, en
ocasiones con hechos de la historia de las relaciones entre Cuba y los Estados
Unidos; otras veces con la muestra de los restos de las bombas de fragmentación
y napalm arrojadas por la aviación
del tirano en las que constaba que pertenecían a la Fuerza Aérea de los
Estados Unidos.
El Comandante en Jefe Fidel Castro, en medio de los
combates de rechazo a la
Ofensiva de Verano del Ejército de Batista, ordenó la
liberación de todos los norteamericanos capturados en el II Frente en alocución
trasmitida por Radio Rebelde desde la Sierra Maestra en la noche del 2 de julio. El
líder de la Revolución
cubana quería evitar que esta situación provocara una intervención militar
directa de los Estados Unidos, y, como sucedió en 1898, se frustrara el triunfo
del nuevo Ejército Mambi.
Ya había sectores reaccionarios en el Congreso
norteamericano que estaban pidiéndole al presidente Eisenhower una rigurosa
acción de los Estados Unidos contra Cuba.
A partir del día 2 de julio, se fueron poniendo en
libertad los norteamericanos y canadienses “Testigos internacionales” como
muestra de la buena fe del mando revolucionario.
En los días siguientes continuaron las conversaciones y
la liberación de otros extranjeros, siempre en pequeños grupos, mientras la
jefatura del II Frente alertaba a los mandos subordinados y adoptaba medidas
para cuando fueran liberados todos, no perdiéramos ni un palmo del terreno ganado.
Los últimos en ser librados fueron los Marines, cuya
entrega concluyó el día 18 de julio.
Con el cumplimiento de la “Operación Antiaérea”
habíamos salido fortalecidos militarmente, y políticamente le habíamos
inflingido una buena derrota a la dictadura y al gobierno norteamericano, pues
como hasta el propio Almirante Arleigh Burke, jefe de Operaciones navales del
gobierno yanqui manifestó: “El prestigio de los Estados Unidos ha sido
seriamente dañado en toda Latinoamérica por esos hechos en las últimas dos
semanas...”
Con la llegada del último Marine a la Base Naval yanqui de
Guantánamo el General Francisco Tabernilla Dolz, Jefe del Estado Mayor
Conjunto, ordenó la reanudación de las operaciones militares.
Al entregar a todos los norteamericanos, Calabazas de
Sagua fue salvajemente bombardeada, así como 13 lugares más del II Frente
Oriental “Frank País”.
Nuevamente sangre humilde era derramada en los campos
de Cuba.
¡Era necesario hacer triunfar la Revolución!
Contralmirante ® José Luis Cuza Téllez de Girón
Capitán del ER, Jefe de la Compañía B “Pedro Sotto
Alba”, Columna 19 “José Tey”, Segundo Frente Oriental “Frank País”.
Profesor Titular Adjunto de la Universidad de La Habana.
Master en Ciencias Navales.
Licenciado en Ciencias Sociales.
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