Escribe: Blas García para La Opinión Popular
Con
casco y portando su fusil automático, el presidente Allende, acompañado
por su escolta de militantes, penetró por la puerta principal del
Palacio de La Moneda, decidido a combatir hasta la muerte defendiendo al
gobierno constitucional, legítimo y popular de Chile frente al golpe
militar fascista de Pinochet.
El martes 11 de septiembre de 1973, las Fuerzas Armadas chilenas, dirigidas por el general Augusto Pinochet Ugarte,
salieron a las calles, cortaron las comunicaciones y bombardearon el
Palacio de La Moneda, iniciando un golpe de estado fascista.
Derrocan violentamente al gobierno de la Unidad Popular, de Salvador Allende Gossens, elegido democráticamente en elecciones libres, quien muere dentro de la sede gubernamental, luego de ser atacado por fuerzas aéreas, tanques y tropas.
Allende murió luchando, sin darse por vencido. Y de esta forma se termina con el Estado de Derecho y las instituciones democráticas, dando inicio a 17 años de dictadura, en un régimen militar que se impuso por la fuerza y se mantuvo de manera violenta, como un orden autoritario de facto, en un período desdichado marcado por las represiones, allanamientos, exilios, violaciones a los derechos humanos, torturas y muertes.
Esto permitió la instalación del salvaje modelo económico neoliberal en Chile. La desnacionalización de los recursos públicos y la supresión de los derechos de los trabajadores fueron impuestas por la represión al pueblo chileno, estableciendo la injusticia social y una desigualdad desmedida en la distribución del ingreso y la riqueza. Un drama que ocurrió en Chile, pero nos marcó a todos, para siempre.
Derrocan violentamente al gobierno de la Unidad Popular, de Salvador Allende Gossens, elegido democráticamente en elecciones libres, quien muere dentro de la sede gubernamental, luego de ser atacado por fuerzas aéreas, tanques y tropas.
Allende murió luchando, sin darse por vencido. Y de esta forma se termina con el Estado de Derecho y las instituciones democráticas, dando inicio a 17 años de dictadura, en un régimen militar que se impuso por la fuerza y se mantuvo de manera violenta, como un orden autoritario de facto, en un período desdichado marcado por las represiones, allanamientos, exilios, violaciones a los derechos humanos, torturas y muertes.
Esto permitió la instalación del salvaje modelo económico neoliberal en Chile. La desnacionalización de los recursos públicos y la supresión de los derechos de los trabajadores fueron impuestas por la represión al pueblo chileno, estableciendo la injusticia social y una desigualdad desmedida en la distribución del ingreso y la riqueza. Un drama que ocurrió en Chile, pero nos marcó a todos, para siempre.
Participación yanqui
El golpe militar, que el 11 de septiembre de 1973 derrocó en Chile al presidente constitucional Salvador Allende y provocó un baño de sangre en ese país, fue decidido y planificado tres años antes, en 1970 y pocos días después de que la Unidad Popular resultara victoriosa en las elecciones celebradas el 4 de septiembre de ese año.
El entonces presidente yanqui Richard Nixon y su consejero de seguridad nacional, Henry Kissinger, intervinieron personalmente en la planificación del golpe militar contra Allende.
La participación directa de Nixon y Kissinger en el golpe contra Allende quedó revelada hace poco tiempo, cuando el gobierno norteamericano liberó del secreto a una serie de documentos clasificados.
Plan golpista e intervencionista
Inmediatamente después de las elecciones que ganó Allende y antes de que asumiera, el 24 de octubre de 1970, intentaron forzar un pronunciamiento militar para impedir la asunción, y no vacilaron en asesinar al general Schneider para conseguirlo. Pero el plan fracasó.
Luego decidieron que Allende fuese derrocado por un golpe (sin fecha fija) y trazaron un plan que incluyó, entre otras medidas, acciones secretas de la CIA en Chile, un cuidadoso ahogo de la economía chilena, un apoyo manifiesto, aunque en las sombras, a los opositores de Allende y una campaña de propaganda persistente sobre supuestas restricciones a las libertades individuales y debilidad del régimen de Allende.
La intervención del Gobierno de los Estados Unidos en la política interna de Chile fue cada vez más abierta y desenfrenada.
Los grupos de derecha del Partido Nacional y el movimiento Patria y Libertad intentaron por diferentes medios terminar con el gobierno, apoyados y financiados por la CIA, que también conspiraba para terminar con el gobierno de la UP, debido a que lo consideraban una amenaza para los intereses yanquis en la región.
Durante el gobierno de Allende, los medios de comunicación masivos desempeñaron un papel fundamental en cuanto a la formación de criterio de la población. Además, manipularon la información para desacreditar las acciones y la figura del mandatario chileno.
La prensa de derecha comenzó una campaña publicitaria contra la coalición de la Unidad Popular que tenía como objetivo desacreditar al socialismo y despertar el miedo entre la población chilena.
Las noticias sirvieron como pretexto para defender los intereses del gran capital, que se encargó de decidir cuáles noticias debían tener una circulación preferencial y manejaron constantemente la ironía, el ridículo, el apodo ofensivo y el insulto. Incluso, documentos desclasificados de la CIA revelan que el gobierno estadounidense financió periódicos y revistas de derecha en perjuicio del gobierno de Allende.
Los métodos democráticos para sacar a Allende fracasaron y se preparó el derrocamiento de la experiencia socialista en libertad. Los camioneros, financiados por la oligarquía chilena y la embajada norteamericana, habían sumido al país en el desabastecimiento.
Foto. Bombardeo al Palacio de La Moneda en Santiago de Chile. 11-09-73.
Una vida segada en La Moneda
Allende gobierna mil días que revolucionaron la historia chilena. Desde la nacionalización del cobre al vaso de leche para cada niño chileno, todo bajo el incesante hostigamiento y la intervención yanqui en los asuntos internos.
El golpe militar de septiembre de 1973 desató una ola de asesinatos y violaciones a los derechos humanos en Chile. Salvador Allende muere con su arma en la mano, fiel a sus convicciones y a su pueblo. Muere virilmente y con dignidad, defendiendo su cargo, no huye ni se esconde. En esta acción destaca, no sólo, su autoridad política, sino también, su enorme autoridad moral.
Ese once de septiembre de 1973 Allende cayó combatiendo por Chile y por su pueblo, luego que dejara -en un discurso sereno e inteligente- testimonio de fe inquebrantable en sus principios políticos. Murió en La Moneda y su muerte fue heroica, porque cayó enfrentando a un enemigo poderoso. Demostró más dignidad, más honor, más valor y más heroísmo que todos los militares fascistas juntos.
Allende, con sus últimas acciones, nos da una lección histórica de una enorme trascendencia política. Y treinta y seis años después, vive en el corazón agradecido de la mayoría de los chilenos, en el recuerdo de los revolucionarios, de los hombres progresistas, de los que luchan por el pueblo y sus problemas en toda Latinoamérica.
Foto. Ataque al Palacio de La Moneda en Santiago de Chile. 11-09-73.
Santiago ensangrentada
Con el golpe, Santiago se cubrió de sangre. Dos meses después del golpe, el 15 de noviembre, un informe del Departamento de Estado norteamericano titulado "Ejecuciones en Chile" reveló, entre otras cifras del terror, que los fusilamientos reconocidos por el gobierno de Pinochet eran 100, que las fuentes de inteligencia afirmaban que eran 320 y que otras 40 personas habían muerto al intentar huir de la custodia militar.
El informe destacaba en las conclusiones que el total de muertos a dos meses del golpe era: Según autoridades chilenas 600 aproximadamente; según un artículo de Newsweek del 8 de octubre de 1973: 2.796; según el artículo del The Washington Post del 21 de octubre sobre la declaración del director de la CIA, William Colby al Comité del Congreso: 2.000 o 3.000 chilenos.
Entre siete y ocho mil personas estaban detenidas en el Estadio Nacional de Santiago. Las personas eran llamadas a viva voz y las que respondieron de entre la multitud fueron ejecutadas en el mismo lugar, como es el caso del artista Víctor Jara.
Modelo neoliberal chileno
Desde 1973, la dictadura de Augusto Pinochet remodeló de un sablazo la economía chilena mediante de la reducción de los salarios y la liberación de los precios; y a través de la apertura unilateral de la economía, un patrón de crecimiento hacia afuera que diversificó las exportaciones, realizó rotundos recortes fiscales y encaró privatizaciones masivas.
Tres años antes que Argentina, que inició el giro neoliberal en 1976, y que Estados Unidos y Gran Bretaña, que tuvieron que esperar hasta los '80 para la revolución conservadora, Chile avanzaba hacia la sociedad de mercado.
Continuidad del modelo
En 1990, cuando Pinochet finalmente dejó el poder, después de 17 años de asfixia política, económica y cultural, algunos especularon con un cambio económico, pero los cuatro presidentes de la Concertación decidieron no modificar la esencia del modelo, asentado en un manejo macroeconómico riguroso, sin déficit fiscal ni inflación, una estructura impositiva regresiva (los impuestos al consumo afectan incluso a los productos más básicos, como la leche y el pan, mientras que el impuesto a la renta es muy reducido).
Todo esto en el marco de leyes laborales hiperflexibles, con una de las tasas de sindicalización más bajas de la región (menos del diez por ciento) y servicios públicos carísimos. Como el huevo de la serpiente, la historia de Chile fue la historia de América Latina.
La vuelta a la democracia se dio en condiciones singulares, Pinochet continuaba al mando de las armas y el nuevo gobierno se había comprometido con el respeto a una transición pactada entre políticos y militares. Una de esas condiciones fue el respeto al modelo económico y el no cuestionamiento a la gestión económica de la dictadura, en especial a la venta de más de 300 empresas públicas a un precio muy por debajo de su valor, como un botín de guerra para la derecha económica.
Legalidad instaurada por la dictadura
La transición de la dictadura a la democracia se hizo, en 1989-1990, con la condición expresa que la legalidad instaurada por la dictadura y el esquema económico imperante fuesen conservados.
Este acuerdo, concluido en secreto, evocado de vez en cuando incluso por aquellos que lo alcanzaron, nunca fue publicado. Chile vive con una Constitución diseñada a medida por Pinochet y votada en 1980 en condiciones injustas: en plena dictadura, con un millón de chilenos exiliados por la fuerza, con decenas de miles en prisión, con miles de dirigentes políticos y sindicales desaparecidos en las mazmorras, sin listas electorales, y en medio del Estado de Sitio, sin garantías constitucionales.
Los chilenos sufren ese acuerdo tácito, secreto, que hace que si gracias al coraje de los magistrados un cierto número de militares pueden ser llevados a la justicia por atentados contra los derechos del hombre, los responsables políticos de la dictadura, los ideólogos y todos los apoyos de los militares, -que avalaron el golpe de Estado y justificaron todas las traiciones y todos los horrores-, siguen impunes.
Dictador Pinochet.
10-09-2016 / 19:09
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