El
pueblo santiaguero acompañó el féretro de Frank País y Raúl Pujol el 31
de julio de 1957. Los esbirros, temerosos, se refugiaron en sus
cuarteles.
En exclusiva para Cubadebate,
el Contralmirante (R) José Luis Cuza Téllez de Girón, compañero de
Frank País, comparte este testimonio excepcional sobre los
acontecimientos que conducirían al asesinato del líder del Movimiento 26
de Julio, en Santiago de Cuba, el 30 de julio de 1957. El
contralmirante Cuza fue Capitán del Ejercito Rebelde, Jefe de la
Compañía B “Pedro Sotto Alba”, de la Columna 19 “José Tey”, en el
Segundo Frente Oriental “Frank País”.
“[…] a remover, derribar, destruir el
sistema colonialista que aún impera, barrer con la burocracia, eliminar
los mecanismos superfluos, extraer los verdaderos valores e implantar,
de acuerdo con las particularidades de nuestra idiosincrasia, las
modernas corrientes filosóficas que imperan actualmente en el mundo;
aspiramos no a poner parches para salir del paso, sino a planear
concienzuda y responsablemente la Patria Nueva […]” Frank País García
Sería algo más de las 4 de la tarde cuando sonó el teléfono en la
sala de la casa de “los tíos”, María Fernández y Manolo Céspedes, en el
Reparto Sueño en Santiago de Cuba aquel 30 de Julio de 1957. Estaba
cerca y lo descolgué. Oí la voz apresurada de nuestro jefe del “26 de
Julio” Agustín Navarrete,
Jorge:
– ¿Quién habla?
– Es Pepito Cuza.- Le contesté.
– Rápido, ¿quiénes están ahí?
Comencé a decirle: Yito, Fernando, Oscar, Ñico… ¡Súbitamente me cortó la relación!
– Prepárense que los voy a mandar a buscar. ¡Frank está cercado y lo vamos a rescatar a tiro limpio!
Inmediatamente les grité a los mencionados, quienes estaban en la
cocina después del largo pasillo que conformaba el patio de la casa y,
apresuradamente, comenzamos a sacar las armas de sus escondites y
alistarlas para la necesaria acción.
Frank País García.
Frank y Léster Rodríguez se escondían
juntos, pero al marchar este para los Estados Unidos en misión de
obtener armas para abastecer a Fidel y a su Ejército Revolucionario en
la Sierra Maestra, era Agustín Navarrete quien estaba con él. Ambos
portaban pistolas y además una baby Thompson con la que se turnaban de guardia, día y noche.
Unos días atrás estando escondidos en la
casa de Clara Elena Ramírez, en la calle 8 del Reparto Vista Alegre,
habían tenido que salir pues Clara Elena en avanzado estado de gestación
se había puesto muy nerviosa. Frank salió delante y Navarrete detrás.
Cuando montaron en el carro, Navarrete le dijo que se le notaba la
pistola que portaba en la cintura por detrás de la cadera a pesar de
tener la camisa por fuera del pantalón. Frank estaba usando una pistola
STAR calibre 38, que unos días antes un comando revolucionario al mando
de Belarmino Castilla había ocupado en casa del ya fallecido médico
militar Capitán Doctor Edmundo Tamayo.
Esa noche se separaron para evitar que ambos jefes principales de la
Organización Revolucionaria pasaran los mismos peligros y pudiera ser
descabezada la Dirección insurreccional. Navarrete fue para San Basilio
No. 410 y Frank dijo no tener definido para dónde iba y que ya lo
llamaría.
Ocultó a los otros dirigentes revolucionarios dónde se escondería,
pues se había analizado que la casa de la familia Pujol San Miguel en
San Germán No. 204 esquina al Callejón Capdevila, no tenía condiciones
ya que formaba la esquina y no tenía posibilidad de escape por la parte
trasera, ni siguiera por los techos de las casas colindantes, y para
subir a la planta alta había que treparse por un tubo de desagüe. La
familia era de una fidelidad a toda prueba, pero la casa a decir de
Navarrete, era una ratonera.
Frank había estado ahí junto con Navarrete una noche a principio del
mes de julio, y se había sentido muy cariñosamente atendido, en familia,
y quizás eso primó en su estado de ánimo en esos días, en que había
fracasado el tan meticulosamente preparado Segundo Frente en la Sierra
Cristal, la bomba debajo de la tribuna del mitin de los esbirros
batistianos Alliegro y Masferrer el 30 de junio y la caída en combate en
las calles santiagueras de tres magníficos combatientes: Salvador
Pascual, Floro Vistel y su hermano más pequeño, Josué, “su niño” de tan
solo 19 años.
A todos ocultó dónde estaba. Hasta a
Vilma, Coordinadora Provincial en la antigua provincia de Oriente, la llamó pero no le dijo donde estaba.
A pesar de que se sabía muy perseguido y que como todo combatiente
clandestino de cualquier Revolución, con sus días contados, no paraba de
trabajar en aras de fortalecer a los combatientes en la Sierra Maestra y
de extender la lucha revolucionaria por todo el país. A
Haydeé Santamaría
le había escrito que solo le pedía a la vida que le diera un mes para
poder dejar bien organizado el abastecimiento de hombres, armas y medios
materiales a Fidel y su Ejército Revolucionario y la articulación de
planes nacionales de acción y sabotajes que crearan un clima
insurreccional insostenible para la dictadura.
Además de las grandes responsabilidades que se había echado sobre sus
hombros desde el mismo momento en que vio a su patria humillada por el
Golpe Militar del 10 de marzo de 1952, Frank era un joven que deseaba
crear una familia y aunque estuviera todos los días en inminente peligro
de quedar en la historia patria eternamente joven, deseaba contraer
matrimonio con su querido amor, América Domitro Terlebauca, y en esos
días de julio se estaba preparando la boda en la clandestinidad, con la
ayuda de otras valerosas combatientes como Graciela Aguiar, quien aquel
30 de julio acompañaba a América en la compra de algunas prendas azules,
blancas y nuevas para el mínimo ajuar, cuando en todo Santiago de Cuba
se sintieron aquellos disparos malditos.
Esa tarde Frank estaba despachando con el jefe de Acción de Guantánamo Demetrio Montseny,
Canseco, y con el dirigente obrero José de la Nuez,
Basilio.
Estando con ellos le llegó la información de que estaban registrando la
zona. Era el método de lucha que estaba empleando el conocido asesino
Teniente Coronel José María Salas Cañizares desde su llegada a Santiago
de Cuba en mayo de ese año, cuando se había ganado el mote de “Masacre”
por el asesinato de los revolucionarios Roberto Lámelas, Joel Jordan,
Salvador González y Orlando Badell. Esa tarde había cercado la zona por
una confidencia dada por Esperanza Paz, amante del batistiano
administrador de la Zona Fiscal Laureano Ibarra, a quien le había
informado de movimientos sospechosos por San Germán desde Gallo a
Rastro.
Cuando Raúl Pujol fue informado por una vecina, Bessie Planas, de que
había un gran despliegue de fuerzas en la zona de su casa, pidió
permiso en la ferretería Boix donde trabajaba y partió de inmediato a su
hogar. Al llegar alertó a Frank y a sus acompañantes y solicitó permiso
a los esbirros para que Montseny y De la Nuez salieran en contra del
tránsito en el carro en que andaban. Montseny trató de que Frank se
fuera con ellos, pero este muy tranquilamente le dijo: “No te
preocupes,
Canseco, yo soy Francisquito Buena Suerte, no me va a
pasar nada. Váyanse tranquilos. Recoge el dinero para que se puedan
comprar las armas y el parque que Fidel necesita y tú,
Basilio, sigue reforzando el movimiento obrero”.
Frank le entregó a Eugenia San Miguel la sub-ametralladora y unos
importantes documentos, que fueron escondidos detrás del aparador del
comedor, y ambos hombres salieron para la calle San Germán. La cantidad
de policías, soldados y marineros portando todos ametralladoras y
carabinas M-1 era tremenda. Un soldado con arma larga desde un balcón
les dio el Alto y los mandó a registrar con un marinero y un policía,
quienes le encontraron a Frank la pistola calibre 38 que portaba.
Rápidamente se personaron muchos más esbirros, todos apuntándolos con
sus armas largas deseosos de asesinar. Los condujeron al Callejón del
Muro y los sentaron en un jeep. Llamaron por la planta de radio a Salas
Cañizares y este acudió de inmediato con su escolta preferida, los
asesinos cabo Basol,
Mano negra, Garay, los hermanos Gallo.
Allí estaba lo peor de la dictadura en Santiago de Cuba: el Capitán
Bonifacio Haza, los Tenientes Ortiz y Garay, y con ellos Luis Mariano
Randich, quien había sido estudiante de la Escuela Normal para Maestros,
por lo que conocía muy bien a los estudiantes devenidos revolucionarios
al recrudecerse la lucha contra la dictadura. Randich, a quien sus
compañeros de estudio más de una vez le habían hecho colectas de dinero
para que pudiera continuar sus estudios, olvidando su condición de negro
y pobre, ahora era un vulgar traidor deseoso de obtener prebendas
delatando a sus antiguos condiscípulos y en especial a los hermanos
Frank y Agustín País García.
Montseny había alertado a Navarrete y a Vilma de la situación de
Frank y Pujol y estos se movilizaban para socorrer a nuestro jefe en
peligro. Así la llamada a nuestro grupo en la casa de los Céspedes, como
a Luis Clerge, quien rápidamente movilizó a algunos de sus más cercanos
compañeros, Romanidy, Carbonell y Ceferino y armados de una sub
ametralladora, una escopeta recortada y una pistola Star de ráfagas
partieron en un carro tomado a la fuerza para la casa de Raúl Pujol.
Estando ya cerca del lugar sintieron los múltiples disparos con que
Salas Cañizares y sus asesinos daban muerte brutalmente a Frank y a su
fiel compañero de luchas Raúl Pujol.
Mi amiga y compañera de la Lucha Clandestina en Santiago de Cuba,
Madeline Santa Cruz Pacheco, quien vivía en San Germán esquina a
Callejón del Muro, vio todo lo que sucedió desde detrás de uno de los
ventanales del costado de su casa que daba para el Callejón. Me contó al
otro día todo lo sucedido:
“Estaban Frank y Pujol sentados en el
jeep parqueado en San Germán y el Callejón del Muro cuando llegó Salas
Cañizares vociferando y amenazando con su carabina M-2 con la culata
recortada. Randich se acercó al jeep y miró a Frank, le quitó los
espejuelos oscuros y al reconocerlo le dijo a Salas: ‘¡Coronel, este es
Frank País!… ¡Este es Frank País, Coronel!’
“Al oír esto Salas fue al jeep y agarró a
Frank por la camisa vociferando palabras obscenas y con la culata del
M-2 lo golpeó en el pecho. Frank fue a dar contra la pared de enfrente,
desfallecido por los salvajes golpes.
“Raúl se había bajado del jeep y le gritó
a Salas que no lo golpeara y además le llamó cobarde. Los matones
escoltas de Salas golpearon brutalmente a Pujol, que cayó inconsciente
en la acera de la Calle San Germán adonde fue Salas y le ametralló toda
la espalda con una ráfaga larga. Se viró para donde estaba Frank y le
tiró los últimos proyectiles que le quedaban y mientras colocaba otro
cargador le ordenó a Mano Negra, a Basol y a los demás asesinos
que le tiraran a Frank, quien cayó boca abajo al recibir los múltiples
impactos. Volvió Salas sobre sus pasos hacia el Callejón del Muro y
ametralló en el suelo y por la espalda el cuerpo inerte de Frank País.”
Frank
recibió 22 balazos a sangre fría. Los esbirros colocaron la pistola
junto a su cuerpo para que pareciera que se había resistido.
Al sentir los disparos realizados contra los dos revolucionarios y al
aire para darse valor y meterle miedo a la población, todo el pueblo
salió a la calle presintiendo que algo muy grande había ocurrido.
Sin demora a los hechos se escuchó por la radio CMKC santiaguera:
“El Teniente Coronel Salas Cañizares,
supervisor de la Policía Nacional en esta ciudad, declaró a los
periodistas que Frank País hizo resistencia al momento de ser detenido y
disparó contra él con una pistola 38 que portaba, por lo que tuvo que
repeler la agresión. El cadáver de Frank País y de su compañero Raúl
Pujol permanecen en el lugar de los hechos a la espera de la
correspondiente diligencia judicial.”
America y Graciela fueron para la casa de Frank. A los oídos de Doña
Rosario la voz del pueblo había llevado la verdad de la triste noticia.
La había escuchado por la radio estando en la oficina de Carmona en
Heredia y San Félix y juntas las tres se encaminaron presurosas a San
German y el Callejón del Muro. En el camino Clerge les confirma la
dolorosa realidad.
A la prensa se le permitió tomar fotos de los nuevos mártires de la Patria…
¡Quizás la Dictadura pensó que nos iba a amedrentar con la muerte de nuestro querido jefe!
Sus cuerpos sin vida fueron llevados al necrocomio del Cementerio de
Santa Ifigenia, donde la Dirección del Movimiento revolucionario
comisionó al joven abogado Dr. Jorge Serguera Riverí para que, en
compañía de los Reverendos Agustín y Celestino González, reclamara a
Salas Cañizares la entrega de los cadáveres a sus familiares… El médico
forense, Dr. Prieto, le dijo a Salas Cañizares: “¡Ya lo mataste, a lo
menos entrégale el cuerpo a su madre!”
Frank en el féretro. En su pecho se colocó un brazalete del 26 de Julio.
Doña Rosario, América, Graciela, Marinita Malleuve y Carmona limpian,
taponan y visten con su traje blanco el cadáver de Frank. ¡22 balazos
recibió en su cuerpo Frank País! ¡36 perforaciones le taponeó su madre
adorada!
Vilma comisionó a Clerge a que hablara con Doña Rosario para que les
permitiera velar a Frank en casa de América, en Heredia y Clarín:
“Hagan lo que crean mejor. Frank es de ustedes”. Le contestó la valerosa Doña Rosario.
Navarrete ordenó el acuartelamiento de los Grupos de Acción, aunque
en Santiago de Cuba apenas hay armas para poder realizar alguna acción
de envergadura. En mi casa fuimos siete con un revolver 38.
La idea de Vilma, Taras Domitro,
Daniel y Navarrete, era
movilizar al pueblo y convertir el sepelio en una vigorosa demostración
de repudio a la Tiranía. Desde la casa de América al cementerio de Santa
Ifigenia el sepelio atravesaría la parte más céntrica de Santiago de
Cuba. El pueblo podría demostrarle su respeto y amor a su hijo más
querido. A quien tanto había luchado contra la dictadura desde el mismo
10 de marzo de 1952.
En su pecho se colocó un brazalete del 26 de Julio. Y en la madrugada
los cuatro hermanos Marañón lo vistieron con el uniforme verde olivo,
con una escarapela roja y negra con las Tres Estrellas de Comandante en
Jefe del Ejército Revolucionario del 26 de Julio. El mismo grado militar
que el de Fidel.
La Resistencia Cívica y el Frente Cívico de Mujeres Martianas habían
convocado una manifestación para el 31 de julio con motivo de la
anunciada visita del nuevo Embajador de los Estados Unidos a Santiago de
Cuba. Ahora con los asesinatos de Frank y Pujol, la manifestación se
convertirá en una combativa demostración de condena a la dictadura de
Batista, fiel aliado del gobierno yankee que Earl Smith representa. Con
las valerosas Gloria Cuadra y Pura Amador al frente, las mujeres
santiagueras originarían una verdadera batalla campal contra Salas
Cañizares y sus esbirros. Una veintena de ellas vilmente golpeadas
serían conducidas a los calabozos del cuartel de la Policía Nacional. Ni
Gloria Cuadra, ni Nuria García, ni Amalia Ross, ni Deborah Algeciras,
ni Diana Santamaría, ni Marcia Céspedes, ni Ania Martínez, ni Maira y
Manolita Lavigne, ni otras valerosas más podrían asistir al combativo
sepelio por estar recluidas en los sótanos del edificio del Gobierno
Provincial en la calle Carnicería entre Aguilera y Enramadas.
Serían como las dos de la tarde cuando salieron los cortejos. El de
Frank por la calle Heredia rumbo al Parque Céspedes a unirse con el de
Pujol en San Pedro y Heredia y así por toda la calle San Pedro ir hasta
el Paseo Martí y de ahí para San Pedrito donde en Santa Ifigenia Carlos
Manuel de Céspedes, Perucho Figueredo, José Martí, Guillermón Moncada,
José Maceo, Renato Guitart, Abel Santamaría, Pepito Tey y otros héroes
aguardaban la llegada de los dos últimos caídos por una patria libre.
Fue una inmensa muchedumbre la que los acompañó. Más de veinte
cuadras de compacta población de todas las capas sociales, credos
religiosos, militancia revolucionaria y política, sexos, color y edades.
Banderas cubanas y del 26 de Julio, flores que caían de todos los
balcones, abajos a Batista, Vivas a la Revolución, Libertad o Muerte, el
Himno Nacional en la garganta de todo un pueblo que gritaba:
¡Revolución!, ¡Revolución!, ¡Revolución!. ¡Era el reclamo del pueblo
santiaguero que aquel 31 de Julio tomó las calles del heroico Santiago
de Cuba!
Los esbirros temerosos se refugiaron en sus cuarteles. El Jefe
Militar de la ciudad, Coronel Cruz Vidal, comenzó a recibir Partes
informándole de que en otros pueblos y ciudades de la Provincia de
Oriente se comenzaban a realizar movimientos populares de solidaridad
con la actuación revolucionaria de Santiago de Cuba por la muerte de
Frank País y Raúl Pujol.
Cerca ya de la entrada al cementerio un grupo de jóvenes se adelantó a
colocar todas las banderas a media asta y otros brazos extrajeron los
féretros y en hombros fueron conducidos hasta sus últimas moradas.
Varios compañeros improvisaron combativos discursos, todos con
llamamientos a continuar la lucha hasta la derrota de la oprobiosa
tiranía.
Los comercios, las fábricas, las empresas, todos los centros de
trabajo de Santiago de Cuba cerraron aquel 31 de julio en huelga
espontánea en protesta por el vil asesinato de esos hijos tan queridos.
La huelga se fue extendiendo a otros pueblos y ciudades de la provincia
oriental y como una ola se fue propagando a las demás provincias hasta
llegar a las puertas de la capital de la República. Durante casi una
semana el pueblo cubano mantuvo la huelga espontáneamente a pesar de la
represión desatada por las Fuerzas Armadas de la dictadura… ¡Fue algo
verdaderamente extraordinario!
El Comandante en Jefe del Ejército Revolucionario 26 de Julio, el Dr.
Fidel Castro Ruz, al conocer la noticia de la muerte de Frank País
escribiría desde la Sierra Maestra, el 31 de julio de 1957:
“[…] ¡Que bárbaros! Lo
cazaron en la calle cobardemente, valiéndose de todas las ventajas que
disfrutan para perseguir a un luchador clandestino. ¡Qué monstruos! No
saben la inteligencia, el carácter, la integridad que han asesinado.
[…]”
Años después, al reparar el lavadero de la casa de Eugenia San Miguel
y Raúl Pujol, se encontró que un túnel construido en época de la
Colonia atravesaba por debajo de las calles e iba de la Iglesia San
Francisco a la casa de la familia Pujol San Miguel.
¡Hubiera sido la casa más segura de la lucha clandestina en Santiago de Cuba!
La Habana, 30 de julio de 2014.