Por Arthur González
Esos que se apodan “disidentes” y luchan entre ellos por alcanzar posiciones, con la ilusión de dirigir a los cubanos en el futuro cercano, jamás podrán aspirar a lograr un liderazgo en Cuba.
Los diplomáticos yanquis en La Habana que tuvieron el especial “privilegio” de conocerlos, escucharlos y verlos actuar, informaron al Departamento de Estado y a la CIA que:
“…Sin un verdadero milagro entre los líderes de la oposición, no es probable que el movimiento disidente tradicional pueda reemplazar al gobierno cubano… es improbable que desempeñen algún papel significativo en cualquier gobierno que asuma después de los Castro…vemos poca evidencia de que las organizaciones disidentes principales tengan mucho impacto en los cubanos de a pie… su impacto en la sociedad cubana es muy poco y no ofrecen una alternativa política al gobierno…más bien dirigen sus mayores esfuerzos a obtener recursos suficientes para solventar las necesidades del día a día de los principales organizadores y sus seguidores…”
A pesar de esos criterios del personal diplomático que los conoció bien, en Washington algunos políticos continúan apostando por ellos y asignan presupuestos millonarios para alimentar a los que desde Miami llevan 58 años viviendo del fracasado cuento de “derrocar al régimen de Castro”.
Desesperados por encontrar figuras jóvenes entre la llamada “oposición”, crearon cursos en centros de Estados Unidos para la preparación de líderes. La primera acción fue en el 2009 con el lanzamiento de becas para jóvenes entre 16 y 18 años de edad.
Le siguieron otras como las otorgadas en el 2015 por la organización World Learning Inc., con sede en Washington, para un “Programa de Liderazgo de Verano”, y en el 2017 la convocatoria de la organización Líderes Sociales, con el propósito de promover el desarrollo profesional juvenil y fortalecer la sociedad civil cubana.
Ante tantos fracasos, apareció Rosa María Paya Acevedo, hija de Oswaldo Payá Sardiñas, muerto en un accidente automovilístico por la imprudencia del español Ángel Carromero, secretario general de Nuevas Generaciones del Partido Popular español, enviado a Cuba a repartirle dinero a la “disidencia” interna, cuando conducía a exceso de velocidad el auto en el que viajaban.
Carromero era un consuetudinario violador del código del tránsito en España, debido a su gusto por la velocidad, por lo cual le fue retirada su licencia de conducción.
Por el homicidio de Paya y su compañero Harold Cepero, fue juzgado y condenado a cuatro años de prisión por homicidio imprudente, ante la presencia del Embajador y el Cónsul General de España en Cuba, quienes reconocieron la limpieza del juicio y la veracidad de las pruebas presentadas, lo que fue ratificado por los periodistas extranjeros asistentes al acto jurídico.
La ausencia de ética de Rosa María y su madre Ofelia Acevedo, es tal que les vendieron a los yanquis sus principios y el amor familiar, a cambio de iniciar una campaña difamatoria contra el gobierno de Cuba, acusándolo de ser responsable de la muerte de ambos asalariados.
Como pago, recibieron un visado para Estados Unidos de “refugiadas políticas”, para ellas y dos hijos varones de Payá Sardiñas. Al arribar a Miami sus declaraciones fueron amplificadas por la prensa, con el respaldo de la mafia terrorista anticubana y en especial del Senador Marco Rubio.
A tal nivel cayeron ambas que se fotografían con el homicida español, lo besan y abrazan como un héroe, sin el menor escrúpulo, a sabiendas que es el único responsable de la pérdida del esposo y padre.
Por instrucciones recibidas en Miami, presentaron una acusación formal ante las cortes españolas, la que fue declarada sin lugar por falta de pruebas, al igual que la apelación. Tampoco el gobierno de Mariano Rajoy aceptó la versión fabricada en Estados Unidos, y no se dejó arrastrar al show mediático, corroborando las declaraciones de sus funcionarios diplomáticos que presenciaron el juicio en Cuba.
Pasados cinco años y queriendo darle un protagonismo inexistente a la joven Rosa María, con la quimérica pretensión de presentarla como una futura líder para los cubanos, costearon nuevamente su viaje a La Habana para conformar otra provocación en el aniversario de la muerte de Payá.
Para darle más sazón al tema, los senadores Dick Durbin, Bill Nelson, Jeff Merkley, Marco Rubio, Bob Menéndez y Ted Cruz, estos tres últimos de origen cubano, presentaron en el Senado una resolución en honor al legado de Payá, e instaron a que se aclarasen las circunstancias del suceso, con el objetivo de mantener el tema Cuba en discusión y evitar las propuestas de leyes para eliminar la prohibición de viajes a la Isla.
Rosa María siendo supuestamente una perseguida política, visita la Habana de forma permanente, sin confrontar dificultades para sus movimientos e incluso no ha sido encausada por las acusaciones falsas que reitera contra el Gobierno cubano, al responsabilizarlo de la muerte del padre, tal y como hizo recientemente en un comunicado, donde afirmó: “el accidente fue un atentado provocado por oficiales del régimen castrista”.
La “refugiada política” sabe perfectamente que está cometiendo un delito, tipificado en el código penal cubano, como denuncia o acusación falsa, sancionado con privación de libertad de tres a ocho años, algo que, de las autoridades proceder, le daría el pretexto anhelado para proclamarse como perseguida política.
Cuba tiene vasta experiencia en ese tipo de ardides yanquis, por tanto, Rosa María seguirá desgastándose con acusaciones que nunca podrá probar y con el denigrante papel de ganar dinero a costa de la muerte del padre.
En consecuencia, las aspiraciones que tienen de convertirla en una futura líder están condenadas al repudio del pueblo cubano y seguirá el mismo destino que sus tantos antecesores, pues como aseguran los diplomáticos norteamericanos en La Habana: “su impacto en la sociedad cubana es muy poco y no ofrecen una alternativa política al gobierno”.
Ante actitudes similares afirmó José Martí:
“Debe ser penoso inspirar desprecio a los hombres.”