Por:
Miguel Torres
Hemingway es una figura recordada y querida en Cuba. Dejó huellas en varios sitios de la isla: El Hotel Ambos Mundos, en La Habana Vieja, donde vivió en sus primeras visitas a Cuba, y El Floridita, la cuna del Daiquirí, son referencias obligadas.
Qué decir de la Finca La Vigía, en San Francisco de Paula, donde transcurrieron los últimos años de su vida, y que se conserva hoy como un testimonio impecable. Como su yate Pilar donde navegaba las aguas del golfo acompañado de su patrón Gregorio, un cubano que vivió en Cojímar.
Entrevisté muchas veces a Gregorio, porque siempre pensé que de alguna manera era el prototipo del personaje de la novela El Viejo y el Mar.
Debo agregar que Raúl Corrales un eminente fotógrafo cubano cubano que vivió en Cojímar, conoció de cerca y fotografió innumerables veces a Hemingway. Corrales contaba varias anécdotas de este norteamericano que caminaba en shorts y sandalias por el pueblito marinero, y no dudaba en sentarse a beber con aquellos pescadores que no tenían ni idea de con quién trataban.
Hemingway sufrió en Hollywod la adaptación de muchas de sus obras. Pero su obra maestra la plasmó en Cuba y sobre Cuba, una novela corta: “El viejo y el mar”. La historia se desarrollaba en nuestro Cojímar, y es la visión de Hemingway sobre la vida.
Aquel viejo pescador abandonado por la suerte, logra capturar un gran pez que no puede evitar sea depredado por los tiburones. Un símbolo de la condición humana sobre lo que Hemingway dijo muchas veces: “un hombre puede ser derrotado, pero nunca vencido”.
Hemingway pidió a los productores de Hollywood que compraron los derechos de la novela, para que el rodaje se llevara a cabo en los escenarios originales, o sea el pueblo cubano de Cojímar y que sus pescadores serían los extras que propiciarían el ambiente cinematográfico.
Seguro estamos que trataron de convencer a Hemingway de hacerlo al modo tradicional hollywoodense, lo cual conllevaría el rodaje en un poblado de utilería y con un ambiente de acuerdo a los intereses de la industria.
Hemingway insistió y logró su propósito de trasladar los recursos cinematográficos de la gran industria al pequeño Cojímar. El director seleccionado fue John Sturges, un profesional serio, aunque por intereses de la industria, el casting no tenía nada que ver con la novela.
Spencer Tracy, un viejo, pero robusto actor, no hacía creíble el personaje del viejo pescador. De todas maneras, la irrupción de todo un equipo profesional del cine norteamericano, arribó al pequeño pueblo. Hemos entrevistados a varios pescadores, hoy viejos, que recuerdan aquella época que para los habitantes de Cojímar significó considerables ventajas económicas.
Hemingway participó de la filmación, existen muchas fotos de él con su inevitable short y sandalias en medio de aquel maremágnum de cámaras, luces, y accesorios cinematográficos.
Aunque no era un cineasta su mirada vigilante buscaba la fidelidad a su novela cubana, y logró que el resultado final fuera un filme sin la calidad de la novela como el hubiera deseado, pero eso sí, logró que sus amados lugares de esta isla quedaran en la historia del cine.
Como comentario final agrego que cuando la prensa local se enteró del Premio Nobel que obtuvo Hemingway con El Viejo y el Mar, acudieron en masa a entrevistarlo, y el novelista acuñó una frase: “Soy un cubano sato”. Indudablemente quiso dejar en claro una vez más que él no vivía en Cuba como un turista, sino que como escritor trataba de incorporarse a los ambientes que él conoció en Cuba con una honda sensibilidad humana. Es el único caso de un artista norteamericano insertado profundamente en cultura cubana.
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