Guayacán es el nombre común con el que se conoce a varias especies de árboles nativos de América, pertenecientes a los géneros Tabebuia, Caesalpinia, Guaiacum y Porlieria. Todas las especies de guayacán se caracterizan por poseer una madera muy dura. Es justamente por esa característica que reciben el nombre de guayacán, aun cuando no guarden relación de parentesco entre sí.

martes, 2 de junio de 2015

Lecturas bochornosas en tiempo real


El año pasado, cuando la sociedad norteamericana y el mundo se estremeció por el asesinato del joven Michael Brown, en Ferguson, EE.UU., salió a relucir un problema mucho más profundo, que se genera todos los días y del que sufren millones de ciudadanos negros
La violencia policial por motivos raciales ha desatado protestas en varias regiones de Estados Unidos. Foto: AP
A propósito del boom mediático sobre algunos ejemplos de democracia y derechos humanos en sociedades capitalistas, en primer lugar Estados Unidos, me referiré a dos hechos con lecturas bochornosas en tiempo real.
Uno, el crecimiento de la mortalidad de afronorteamericanos y latinos que son baleados por la policía y el otro caso, quizá distante como noticia por su divulgación hace algún tiempo, pero que va incrementándose en una sociedad dominada por el dinero. 
La información de estos días es más que alarmante. Y me pregunto:  ¿Cómo es posible que en solo cinco meses del presente año en Estados Unidos, un país por demás muy desarrollado, que aplica una “democracia” y un modelo de justicia que quieren expandir a todo el mundo, la policía —generalmente blanca— haya matado a 385 personas, en su gran mayoría afronorteamericanos y latinos?
Ocurre esto precisamente cuando más se habla de derechos humanos y la humanidad toda se esmera en abolir los signos, aún grandes, de racismo y xenofobia.
El año pasado, cuando la sociedad norteamericana y el mundo todo conoció y hasta se estremeció por el asesinato del joven negro Michael Brown, en Ferguson, Estados Uni­dos, salió a relucir un problema mucho más profundo, que se genera todos los días y del que sufren millones de ciudadanos negros que viven en ese país.
Un elemento que acompaña estas acciones racistas, es que generalmente, cuando los policías implicados en la acción son acusados, los Jurados encargados de impartir justicia no procesan al asesino.
Como génesis de esta situación, en un despacho noticioso de BBC Mundo se señala que existe un abismo entre la riqueza de los blancos y la de los negros. Por ejemplo, por cada seis dólares que tienen los blancos, los negros solo tienen uno.
A eso se suma que las familias negras se vieron afectadas de manera “desproporcionada” durante la crisis económica reciente: su riqueza cayó en 31 % , mientras la de los blancos se vio afectada en 11 %, según el mismo estudio, dice el citado reporte de prensa.
Otra violación de los derechos humanos de los negros en Estados Unidos es el hecho de que los hombres de esa raza reciben sentencias judiciales 19,5 veces mayores que la de los blancos en similar situación; es decir, tratándose de delitos iguales.
Agréguese que aunque los afroestadounidenses solo son el 12 % de la población del país, representan el 40 % de las personas encarceladas en Estados Unidos, según in­formó la Universidad de Stanford, en Cali­fornia.
Además, los hombres negros tienen seis veces más probabilidades de ir a la cárcel que los blancos y 2,5 veces más que los hispanos, de acuerdo con un informe de The Sentencing Project, una institución que aboga por un sistema judicial justo, citada por BBC.
La desigualdad tiene su expresión también en el tema de la educación, pues un estudio de la Oficina de Derechos Civiles del De­par­ta­men­to de Educación norteamericano encontró que los estudiantes negros son suspendidos y ex­pulsados tres veces más de los colegios que sus pares blancos (16 % vs 5 %).
Debían —en mi opinión— los grandes medios al servicio del poder en Estados Uni­dos y fuera de allí, hablar un poco más y de­nunciar —¡por qué no !— esta violación de los derechos humanos, que tiene una expresión concreta en el maltrato que reciben los negros en ese rico y muy desarrollado país.
Pero hay otros casos de ejemplos fehacientes de cómo anda la sociedad norteamericana.
Me referiré a una segunda noticia:
Hace algún tiempo me horroricé cuando leí un despacho de la agencia ANSA, fechado en Washington, que relataba cómo la venta de fluidos orgánicos como el semen, óvulos jóvenes y robustos para la fecundación artificial y plasma para las transfusiones de sangre, se convirtieron en una alternativa para muchos estadounidenses afectados por la penuria económica, la desocupación y otros males sociales.
Siempre he leído y oído que en el capitalismo vale todo, pero convertir en alternativa la venta de partes mismas del cuerpo humano, no pasaban por mi mente en la lista imaginaria del mercado.
El tema en cuestión lo revela el aumento de las “ofertas” de estos “productos orgánicos” tras una serie de investigaciones locales cruzadas en clínicas y centros para la fecundación asistida en el territorio de la Unión.
Se describe cómo los donantes de esperma que tocaron las puertas de los “bancos” para ofrecer su mercancía se han triplicado; los que venden sus óvulos crecieron en un 30 % y los que comercian con la sangre un 50 %.
Y, como muy especial o tal vez decorativo, aparecieron los aumentos de los jóvenes que venden su larga cabellera a los negocios que crean pelucas, moños y trenzas y también el de las mujeres que se ofrecen como madres-sustitutas.
En Estados Unidos el incremento del nú­mero de mujeres listas para alquilar su vientre se calcula en el 20 %.
Y como toda operación de compra-venta, no podía faltar la lista de precios, y en la propia noticia de ANSA se describían los de cada “artículo”: entre 60 y 100 dólares por un frasco de esperma, 7 000 dólares por óvulo fértil, 200 dólares por una larga cabellera, entre 20 y 50 dólares por el plasma.
Para rematar la información concluye que es cierto que algunos jóvenes donantes de es­perma con diez “sesiones” mensuales se pa­gan el alquiler del dormitorio en el colegio, y algunas jóvenes ofrecen sus óvulos para cu­brir gastos universitarios.
Por ahí anda el modelo que se quiere im­poner al mundo

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