Desde las primeras intervenciones que Fidel Castro realizó tras producirse la victoria de la Revolución definió la gran significación que le atribuyera a la presencia y labor del pueblo para garantizar el desarrollo y defensa del proceso revolucionario.
En Santiago de Cuba, el primero de enero de 1959, detalló al dialogar con los habitantes en el Parque Céspedes de esa oriental ciudad: “Tengo la satisfacción de haber creído profundamente en el pueblo de Cuba y de haberles inculcado esa fe a mis compañeros. Esa fe, que más que una fe es una seguridad completa en todos nuestros hombres.”
Varios días después, el 8 de enero, en el acto que se efectuó en el entonces Campamento Militar de Columbia donde culminó el transitar de la Caravana de la Libertad desde Santiago de Cuba hasta La Habana, Fidel también expuso: “Por mi parte les digo que lo primero que haré siempre es llamar al pueblo, porque hablándole al pueblo nos podemos ahorrar sufrimientos y sangre.”
Consecuente con lo que había proclamado en el transcurso del propio mes inicial del proceso revolucionario cubano el pueblo de La Habana, en representación simbólica del resto de la población del país, resultó convocado para una gran concentración popular que tuvo lugar el 21 de enero de 1959 frente a la terraza norte del entonces Palacio Presidencial para dar respuesta cabal a la campaña difamatoria que agencias y medios de prensa de los Estados Unidos de América realizaban contra la naciente Revolución Cubana.
Durante los años de la dictadura batistiana integrantes del ejército y otros agentes al servicio del régimen había cometido diversos asesinatos contra jóvenes revolucionarios y también contra campesinos que habitaban las zonas montañosas y otros sectores de la población.
No obstante a que era evidente que en el pueblo había un gran dolor por los crímenes y la represión en general que se había desatado durante la dictadura batistiana, al producirse el triunfo popular no se produjo lo que pudiera calificarse un ajuste de cuenta arbitrario contra esos elementos ni siquiera el saqueo de viviendas y otras propiedades.
El pueblo confió en que serían detenidos, juzgados y que se les aplicaría la condena correspondiente a los que habían sido los ejecutores directos y aquellos que también habían ordenado la realización de los asesinatos.
En Santiago de Cuba, el primero de enero de 1959, detalló al dialogar con los habitantes en el Parque Céspedes de esa oriental ciudad: “Tengo la satisfacción de haber creído profundamente en el pueblo de Cuba y de haberles inculcado esa fe a mis compañeros. Esa fe, que más que una fe es una seguridad completa en todos nuestros hombres.”
Varios días después, el 8 de enero, en el acto que se efectuó en el entonces Campamento Militar de Columbia donde culminó el transitar de la Caravana de la Libertad desde Santiago de Cuba hasta La Habana, Fidel también expuso: “Por mi parte les digo que lo primero que haré siempre es llamar al pueblo, porque hablándole al pueblo nos podemos ahorrar sufrimientos y sangre.”
Consecuente con lo que había proclamado en el transcurso del propio mes inicial del proceso revolucionario cubano el pueblo de La Habana, en representación simbólica del resto de la población del país, resultó convocado para una gran concentración popular que tuvo lugar el 21 de enero de 1959 frente a la terraza norte del entonces Palacio Presidencial para dar respuesta cabal a la campaña difamatoria que agencias y medios de prensa de los Estados Unidos de América realizaban contra la naciente Revolución Cubana.
Durante los años de la dictadura batistiana integrantes del ejército y otros agentes al servicio del régimen había cometido diversos asesinatos contra jóvenes revolucionarios y también contra campesinos que habitaban las zonas montañosas y otros sectores de la población.
No obstante a que era evidente que en el pueblo había un gran dolor por los crímenes y la represión en general que se había desatado durante la dictadura batistiana, al producirse el triunfo popular no se produjo lo que pudiera calificarse un ajuste de cuenta arbitrario contra esos elementos ni siquiera el saqueo de viviendas y otras propiedades.
El pueblo confió en que serían detenidos, juzgados y que se les aplicaría la condena correspondiente a los que habían sido los ejecutores directos y aquellos que también habían ordenado la realización de los asesinatos.
Se crearon en Cuba, los Tribunales Revolucionarios donde resultaban juzgados los criminales de guerra. En esos juicios participaron tanto los familiares como otros testigos que acusaban de modo directo con pruebas irrefutables a oficiales, soldados y policías de la tiranía que habían llevado a cabo los asesinatos.
No obstante, como parte de la campaña difamatoria que de inmediato se lanzó al mundo se pretendía hacer creer que en Cuba había un baño de sangre, y que se condenaba a la pena máxima a acusados sin garantías plenas.
Ya cuando visitó el 17 de enero de 1959 las ciudades de Artemisa y Pínar del Río, respectivamente, Fidel se había referido a dicha campaña. En Artemisa señaló al respecto:
“Se quiere aislar a la Revolución Cubana. Se ha lanzado contra ella una campaña de descrédito internacional. Los eternos enemigos de nuestras libertades, los intereses que se oponen a la justicia porque saben que es un despertar de la conciencia de todos los pueblos de América Latina, quieren destruir nuestra Revolución.”
Y en Pínar del Río igualmente precisó: “Quizás una de las injusticias más grandes que se quiera cometer contra un pueblo, quizás una de las canalladas más grandes que se quiera cometer contra una nación, quizás una de las calumnias más repugnantes que jamás se haya lanzado contra una congregación humana, contra una idea justa, contra una causa honrada, es la que en estos instantes se trata de lanzar en el mundo contra el pueblo, contra la nación y contra la Revolución Cubana.”
En esa intervención realizada en la ciudad pinareña Fidel anunció que se convocaba al pueblo habanero a un gran acto de masas para dar respuesta a esa agresión. Y fue así como cuatro días después La Habana se estremeció de fervor revolucionario con la participación de centenares de miles de cubanos en la concentración popular.
En esa intervención realizada en la ciudad pinareña Fidel anunció que se convocaba al pueblo habanero a un gran acto de masas para dar respuesta a esa agresión. Y fue así como cuatro días después La Habana se estremeció de fervor revolucionario con la participación de centenares de miles de cubanos en la concentración popular.
Fidel entonces expresó: “Compatriotas: Es posible que nuestros combatientes hayan temblado hoy ante esta multitud, como no temblaron jamás frente a las balas enemigas. Aún para nosotros, que tenemos una fe extraordinaria en nuestro pueblo, esta concentración ha superado todos nuestros cálculos. Se dice por los que acaban de llegar que la multitud se extiende desde el Malecón hasta el Parque de la Fraternidad.”
Más adelante Fidel expuso:
“Yo comprendo que el mejor discurso en la tarde de hoy es la presencia de ustedes, yo comprendo que nada puede hablar tan elocuentemente al cuerpo diplomático y a los 380 periodistas que han venido de todo el Continente como la presencia de ustedes. No es una victoria por las armas; no se ha disparado un solo tiro, es una victoria mucho más hermosa, es una victoria de la razón, es una victoria de la justicia, es una victoria de la moral.”
También manifestó que los que creyeron que, a través del monopolio de los cables internacionales, los que creyeron que sembrando mentiras y calumnias por doquier iban a debilitar a la Revolución, iban a despistar al pueblo cubano para después lanzarse sobre él cuando lo encontrasen débil, se equivocaron; porque la Revolución está hoy más firme y está hoy más fuerte que nunca.
Y aseguró: “En vez de debilitarla, la han fortalecido. Y es que la Revolución no se acobarda frente a la amenaza, la Revolución no se debilita frente al ataque, sino que se crece, que se hace más fuerte, porque ésta es la Revolución de un pueblo valiente y peleador.”
Tras enfatizar que él no tenía que rendirle cuentas a ningún congresista de los Estados Unidos ni a ningún gobierno extranjero, dijo: “Yo le rindo cuentas a los pueblos, yo le rindo cuentas en primer lugar a mi pueblo, al pueblo cubano, y en segundo lugar, a todos los demás pueblos de América.”
Instó a los participantes en el acto a convertirse en un gran jurado y plantear su opinión acerca de si se apoyaba o no cómo se aplicaba la justicia revolucionaria contra los criminales de guerra.
Detalló: “Sólo me resta algo. Imaginad, señores periodistas de todo el Continente, señores representantes diplomáticos acreditados en Cuba, imaginad un inmenso jurado, imaginad un jurado de un millón de hombres y mujeres de todas las clases sociales de todas las creencias religiosas, de todas las ideas políticas. Yo le voy a hacer una pregunta a ese Jurado, yo le voy a hacer una pregunta al pueblo. Los que estén de acuerdo con la justicia que se está aplicando, los que estén de acuerdo con que los esbirros sean fusilados, que levanten la mano.”
Y al resumir la reacción del pueblo, enfatizó: “Señores representantes del Cuerpo Diplomático, señores periodistas de todo el Continente, el Jurado de un millón de cubanos de todas las ideas y todas las clases sociales ha votado.
“Los que sean demócratas, los que se llaman demócratas, les digo que eso es democracia, eso sí es respetar la voluntad del pueblo. Los que sean demócratas, o los que quieran presentarse como demócratas, que respeten la voluntad de los pueblos.”
Tomado de Radio Rebelde
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