La avalancha de quejas, a pesar de los esfuerzos de la Dirección Provincial de Transporte para garantizar el servicio a los capitalinos, tiene como denominador común lo que observamos en relación con las dificultades por la falta de vehículos, pero tales misivas no tienen en cuenta que una parte significativa de esas roturas es responsabilidad social.
Cuando un ómnibus sale de circulación deja un vacío de tiempo irreversible y severas consecuencias en la planificación de la jornada de los pasajeros, pero también afecta, considerablemente, la recaudación de un dinero con el símbolo de un precio muy por debajo de los aplicados en la norma internacional de transporte urbano.
En estos casos la rotura de los equipos se relaciona con la sustracción de aditamentos imprescindibles para sujetar las ventanillas (en muchos casos destruidas por el lanzamiento de objetos), roturas de los asientos, y la evasión del pago.
Como si fuera poco, pueden observarse los grafitis que nunca vemos como parte de las agresiones al transporte en la capital y mucho menos se refleja en las cartas, como esta vez, nos envían en una corta misiva de SOS, la Dirección Provincial de Transporte.
Día a día el ajetreo de mecánicos y tripulantes enfrentan la difícil tarea de salir a completar las vueltas frente a la expectativa de un regreso sin pronóstico de “regreso”, o sea la vuelta del ómnibus al taller; debido a un acto vandálico cuyo costo en recursos para alistamiento y servicio casi nunca está entre las quejas de los pasajeros.
Tomado del Periodico Tribuna
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