La noticia de que una institución federal de Estados Unidos planea gastar dinero de los contribuyentes para atacar a los dirigentes cubanos en una serie de televisión “humorística”, reactivó el debate sobre la efectividad y pertinencia de los programas subversivos contra Cuba, especialmente cuando ambos gobiernos buscan normalizar sus relaciones.
La iniciativa de la entidad gubernamental, involucrada en otros escándalos de malversación de fondos, no ha causado mucha risa en el interior de los propios Estados Unidos.
“El Congreso continúa financiando los esfuerzos que durante décadas fueron las piezas centrales de una política de sabotaje y confrontación”, escribió recientemente el periodista de The New York Times, Ernesto Londoño, conocido por sus editoriales contra el bloqueo.
“El gobierno estadounidense no debería estar en el negocio de las parodias. Nuestra política hacia Cuba ya ha sido un chiste durante demasiado tiempo”, concluyó.
Londoño no es el único que defiende esa idea. “Sería bueno que alguien en la Casa Blanca o el Departamento de Estado bajara el interruptor del financiamiento para este desperdicio innecesario de dinero de los contribuyentes”, escribió por su parte la académica estadounidense Sarah Stephens en el Huffington Post.
Stephens, quien dirige el Centro por la Democracia en las Américas y ha participado en la organización de viajes de congresistas a Cuba, incluso le envió una carta al secretario de Estado, John Kerry, para solicitar el fin de estos programas.
“Creo que debería haber una política hacia Cuba basada en el respeto y el intercambio, y socavar esas intenciones por una comedia gubernamental no es nada gracioso y sí una gran pérdida de dinero”, aseguró a Granma la académica vía electrónica.
Por su parte, el conocido periodista estadounidense Tracey Eaton, quien dio a conocer las intenciones de la OCB en su blog Along the Malecon, opina que el programa de la OCB es reflejo de las “conflictivas y a veces contradictorias” políticas del gobierno estadounidense respecto a Cuba.
Respecto al nivel de escrutinio público sobre las actividades de la OCB, una entidad que gasta cerca de 30 millones de dólares anualmente en programas subversivos, dijo Eaton a este diario que la mayoría de los estadounidenses no prestan mucha atención a los detalles del gasto del gobierno en los llamados “programas para la promoción de la democracia”.
Y tampoco el gobierno se los facilita. Según datos del propio periodista estadounidense, especializado en el tema Cuba, entre 1996 y el 2012 se llevaron a cabo cerca de 1 400 programas relacionados con Cuba.
“Y para complicar las cosas, muchos de esos planes se ejecutan en secreto, por lo que es casi imposible para los estadounidenses saber qué está haciendo exactamente el gobierno con su dinero”.
Los contratistas se aprovechan de los millones de dólares dedicados con estos fines en el mundo, una parte de los cuales le toca a Cuba. “Mientras estos proyectos tengan fondos, ellos los aprovecharán, incluso si entran en conflicto con el acercamiento de Obama”.
En ese sentido, todo parece indicar que el dinero continuará fluyendo.
Mientras el gobierno de Obama batalla con el Congreso para la aprobación de sus presupuestos para el año 2016, en los Comités de Asignaciones del Senado y la Cámara de Representantes se mantienen los fondos millonarios dedicados hasta ahora a la subversión en Cuba.
La Cámara va mucho más lejos que el Senado y propone aumentar los fondos de 20 millones a 30 millones y de paso cortar los presupuestos para el mantenimiento de la nueva embajada estadounidense en La Habana. Sin embargo, todavía falta que ambas instancias concilien sus propuestas y se lleven a votación general.
Los diplomáticos estadounidenses han sido poco claros respecto al destino de esos fondos a partir de ahora. “Los programas han cambiado con el tiempo, desde que comenzaron en 1996. No puedo decir qué cambios experimentarán en el futuro, pero estamos buscando constantemente la forma de hacerlos efectivos”, dijo en mayo pasado la entonces secretaria de Estado Adjunta para el Hemisferio Occidental, Roberta Jacobson.
El secretario de Estado, John Kerry, evitó aclarar directamente esa cuestión ante una pregunta de Granma en la conferencia de prensa que efectuó el pasado 14 de agosto en la capital cubana.
Cuba sostiene claramente que el fin de los programas subversivos es una condición indispensable para la normalización de las relaciones. Parodias como la de la OCB, que ponen en riesgo esa aspiración, no causan ninguna risa al pueblo que ha sufrido por más de medio siglo las consecuencias del bloqueo y la agresión estadounidenses.
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