Desde tiempos lejanos las sequías han estado presente en todo el orbe y ocasionado severos estragos al modo de vida del hombre en disímiles etapas históricas de su desarrollo.
Investigaciones realizadas en los últimos años por equipos internacionales de especialistas, vinculan la ocurrencia de grandes eventos naturales de ese tipo con el colapso de grupos poblacionales y notables civilizaciones asentadas en diversos lugares de la geografía mundial.
Así, por ejemplo, se plantea que las rebeliones campesinas que provocaron la caída de la dinastía china de Ming en 1644, parecen haberse desencadenado como consecuencia de los efectos de una devastadora sequía que azoló de manera particular la zona noreste del país asiático.
También algunos estudios le atribuyen a un proceso similar, enmarcado entre el año 800 hasta el 1000 de nuestra era, el probable declive de la civilización maya en América Central, al afectar drásticamente la disponibilidad de alimentos.
Hoy su creciente expansión a nivel mundial y los daños que ocasiona en la reducción de la producción agrícola y en la merma de los recursos hídricos subterráneos y superficiales, la convierten en uno de los mayores desastres naturales a encarar por la humanidad.
Si bien no hay una definición única de sequía, el Glosario Meteorológico Internacional la describe como un periodo de condiciones meteorológicas anormalmente secas y suficientemente prolongado, capaz de hacer que la falta de precipitación cause un grave desequilibrio hidrológico.
Existe, además, el término de sequía agrícola, referido a cuando la cantidad de lluvia y su distribución, las reservas de agua en el suelo y las pérdidas debidas a la evaporación, se combinan para provocar disminuciones considerables del rendimiento de los cultivos y el ganado.
VARIACIONES CLIMÁTICAS EN LA MIRILLA
Como reflejan las investigaciones desarrolladas por los doctores Braulio Lapinel y Ramón Pérez Suárez, del Centro del Clima del Instituto de Meteorología, en Cuba la frecuencia de años con eventos de sequía aumentó de forma significativa en el periodo 1961-1990, en comparación con lo sucedido en la precedente serie de 1931 a 1960, además de ampliarse su extensión superficial.
VARIACIONES CLIMÁTICAS EN LA MIRILLA
Como reflejan las investigaciones desarrolladas por los doctores Braulio Lapinel y Ramón Pérez Suárez, del Centro del Clima del Instituto de Meteorología, en Cuba la frecuencia de años con eventos de sequía aumentó de forma significativa en el periodo 1961-1990, en comparación con lo sucedido en la precedente serie de 1931 a 1960, además de ampliarse su extensión superficial.
Dicha tendencia mantiene su continuidad y constituye una de las variaciones climáticas más importantes observadas en nuestro archipiélago en las últimas cinco décadas. Igualmente hay un incremento de los casos de sequías severas y prolongadas.
En las cuencas hidrográficas de interés nacional del Cauto, Cuyaguateje y Guantánamo-Guaso, los promedios de precipitación anual decrecieron en 342, 162 y 154 milímetros, respectivamente.
La reiterada sucesión de tales episodios, unido a las elevadas tasas de evaporación, contribuyen al deterioro de los suelos y a la marcada merma de las reservas de agua.
Dentro de los eventos de sequía más sobresalientes ocurridos en el país durante la etapa revolucionaria resaltan los registrados entre los años 1960-1963, 1967-1969, 1974-1976, 1983-1986, y los acaecidos en los veranos de 1993, 1994 y 1998, según reseña el libro Impacto del Cambio Climático y Medidas de Adaptación en Cuba, que coordinado por el doctor Eduardo Planos Gutiérrez, del Instituto de Meteorología, mereció este año el Premio
Especial del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente al resultado de mayor relevancia ambiental.
El más notable referido en la propia publicación se corresponde con el extraordinario caso sucedido de mayo del 2003 a mayo del 2005, que comenzó por las provincias orientales y finalmente abarcó a todo el archipiélago.
A inicios del quinto mes del calendario del último año citado, el volumen de agua embalsada a nivel nacional apenas representaba el 26,7 % de la capacidad total, en tanto el impacto económico se estimó en alrededor de 1 350 millones de dólares.
Otro ejemplo de aguda seca es la que afectó extensas áreas de la región occidental desde comienzos del 2009 y hasta el verano del 2011, en particular en La Habana, donde llegó a reportarse un déficit diario en las entregas de agua de aproximadamente 500 000 metros cúbicos, y el número de personas perjudicadas rebasó la cifra de un millón.
En aquellos momentos expertos del Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos (INRH), calificaron la situación como la peor crisis de abasto del vital líquido sufrida por la capital en el último medio siglo.
Nuevamente en el 2015 el país sufre los estragos de una severa sequía que abarca prácticamente todo el archipiélago. Datos ofrecidos por el INRH indican que del 1ro. de enero al 31 de agosto, el acumulado nacional de lluvia fue de 674,7 milímetros, valor que representa un desfavorable 76 % de la media histórica.
Llama la atención el significativo déficit de precipitaciones en las provincias de Las Tunas, Santiago de Cuba y Guantánamo, con solo el 57, 65 y 68 %, de los respectivos promedios habituales para los ocho primeros meses del año.
Al valorar las causas de la reiterada aparición de esos eventos meteorológicos, que forman parte de la variabilidad natural del clima, el doctor Ramón Pérez indicó que tal comportamiento obedece en lo fundamental al reforzamiento y persistencia de acentuadas condiciones anticiclónicas en los niveles medios y altos de la atmósfera sobre Cuba y gran parte de la región del Caribe.
Tal condición provoca un acentuado descenso vertical del aire, lo cual crea un ambiente desfavorable al inhibir el desarrollo de grandes agrupaciones de nubes generadoras de precipitaciones.
En el caso específico de nuestro país la disponibilidad de agua depende exclusivamente de las precipitaciones, y los ciclones tropicales son los sistemas que más influyen en la elevación de los acumulados.
Y aunque todavía existe mucha incertidumbre al respecto, varios modelos climáticos de predicción sugieren una progresiva disminución de los totales de lluvia en el archipiélago cubano entre el 2021 y el 2100, con estimados de alrededor del 10 al 20 % menos.
Más allá de si lloverá menos o más, el incremento de la temperatura media y de la evaporación intensificará los procesos de aridez, factor que repercutirá asimismo en la reducción de las reservas de agua en los acuíferos.
No queda otra alternativa entonces que prepararse para convivir en el futuro con menos agua, haciendo que la ciencia y la tecnología potencien el tratamiento y reuso de esta en centros productivos y de servicios, además de buscar alternativas dirigidas a lograr su máximo aprovechamiento, incluso en aquellos embalses donde esa posibilidad todavía dista mucho de alcanzarse.
Imprescindible será también revertir el deterioro de las conductoras y redes de los sistemas de acueducto, mejorar el estado de los herrajes y redes internas en viviendas e instituciones, y poner punto final al despilfarro en el sector estatal y residencial.
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