Por Omar Segura*/ La Polilla Cubana
La “preocupación” de Estados Unidos con Cuba no tiene nada que ver
con los “derechos humanos”, la “democracia”, la “libertad de expresión”,
la “promoción del terrorismo”, el “antiimperialismo”, el “comunismo”,
el “castrismo” o, simplemente, con nuestra convicción de construir el
socialismo.
Cuando en fecha tan temprana como el 23 de junio de 1773 (3 años
antes de decretarse la independencia de las Trece Colonias), John Adams,
segundo presidente de Estados Unidos (1797-1801), en carta a Robert
Livingston, uno de los principales colaboradores de Thomas Jefferson en
la redacción de la Declaración de Independencia y firmante de la
Constitución de Estados Unidos por el Estado de New Jersey, expuso lo
siguiente: “…es casi imposible resistir la convicción de que la anexión
de Cuba a nuestra República Federal será indispensable para la
continuación de la Unión”, en ese momento faltaban aún:
44 años para el natalicio de Carlos Marx
74 años para que él y Federico Engels redactasen el Manifiesto Comunista
80 años para el nacimiento de José Martí
95 años para el nacimiento de Vladimir Ilich Lenin
143 años para el inicio de la Gran Revolución Socialista de Octubre.
152 años para el nacimiento de Fidel
185 años para el triunfo de la Revolución Cubana
187 años para la Proclamación del Carácter Socialista de la Revolución.
La teoría de la “fruta madura”, de John Quincy Adams; la doctrina
Monroe, la concepción del “Destino Manifiesto”… y lo que cuelga, no son
cosa reciente ni olvidadas en la política de Estados Unidos hacia Cuba.
Los deseos de los gobernantes y los grandes intereses de Estados
Unidos por intentar apoderarse de Cuba, no son nuevos. No se originaron
el Primero de Enero de 1959, como algunos, interesados, pretenden hacer
ver y creer.
En la actualidad –y desde siempre- quienes rigen la política en
Estados Unidos justifican sus intenciones alegando la “incapacidad de
los cubanos para gobernarse”, “violación de los derechos humanos”,
“persecución de las personas”, “violación de los derechos humanos y de
los derechos civiles”, “terrorismo”, “torturas”… en fin, han pretendido
convertirse en “salvadores” y “libertadores” de los cubanos, sometidos
al “comunismo” y a la “dictadura de los Castro” o al “régimen”, como
también gustan llamarlo.
Precisamente a esas “violaciones” de las que acusan a Fidel y a la
Revolución han endosado sus “justificaciones” para inmiscuirse en los
destinos de la Isla y sus habitantes, organizar agresiones de todo tipo y
mantener su injusto y criminal bloqueo, tantas veces condenado en la
ONU por amplia mayoría… y nuevamente en esta ocasión con un récord
histórico de sólo 2 votos en contra: el propio Estados Unidos y su socio
Israel. Casi lo mismo como si uno sólo de ellos hubiera levantado las
dos manos.
Pero, como decíamos al principio, estos intentos, y mucho más, esas pretensiones, no son nuevas.
Fidel Castro nada tiene que ver con el surgimiento y la aplicación de
esta tradicional política. No había nacido cuando comenzaron a surgir
estas manifestaciones de anexarse a Cuba por cualquier vía y con
cualquier motivo.
Fidel nació el 13 de agosto de 1926, sin embargo, ya…
159 años antes, en 1767, faltando una década para que las Trece
Colonias inglesas declararan su independencia, Benjamín Franklin, uno de
sus padres fundadores, escribió acerca de la necesidad de colonizar el
valle de Mississipi: “(…) para ser usado contra Cuba o México mismo (…)”
153 años antes, el político norteamericano John Adams, vicepresidente
de Estados Unidos en 1789, reelegido en 1792, y electo presidente en el
periodo 1796–1800, en carta fechada el 23 de junio de 1783, dirigida a
Robert R. Livingston, uno de los principales colaboradores de Thomas
Jefferson en la redacción de la Declaración de Independencia y firmante
de la Constitución de Estados Unidos por el Estado de New Jersey, expuso
lo siguiente: “…es casi imposible resistir la convicción de que la
anexión de Cuba a nuestra República Federal será indispensable para la
continuación de la Unión”.
139 años antes, en 1787, Alexander Hamilton, Secretario del Tesoro,
uno de los padres fundadores de esa nación, exhortó a que su país creara
un gran sistema norteamericano, superior al dominio de toda fuerza
trasatlántica, y para lograrlo recomendaba: “La creación de un imperio
continental americano que incorpore a la unión los demás territorios de
América, aún bajo el dominio colonial de potencias europeas, o las
coloque, al menos bajo su hegemonía”.
En 1805, 121 años antes, Thomas Jefferson, tercer presidente
estadounidense (1801-09), notifica al Ministro de Gran Bretaña en
Washington que, en caso de guerra contra España por la posesión de La
Florida Occidental,
EE.UU. tomarían a la Isla, porque la consideraban una posición imprescindible para la defensa militar de Louisiana y La Florida.
115 años antes, en 1811, el Gobierno norteamericano envía a Cuba a un
agente especial para establecer contactos con elementos anexionistas en
la Isla y realizar actividades conspirativas simulando actividades
comerciales.
103 años antes, el 28 de abril de 1823, John Quincy Adams, secretario
de Estado del presidente Monroe y su sucesor en el ejecutivo, escribió:
“(…) es imposible resistir la convicción de que la anexión de Cuba a
nuestra República Federal será indispensable para la continuación de la
Unión y el mantenimiento de su integridad”; pero, como no considera
oportuno actuar aún, diseña su teoría de la “fruta madura”, asegurando
que cuando la isla se separara de España no podría sostenerse por sí
misma y gravitaría hacia la Unión, “exclusivamente”. (Aquí no se cumplió
la Ley de gravedad).
103 años antes, el 2 de diciembre de 1823, James Monroe, quinto
presidente estadounidense (1817-25), en su discurso anual ante el
Congreso de la Unión, expondría la estrategia de dominación regional que
pasaría a la historia como: Doctrina Monroe, basada en el principio de
“América para los americanos”… del Norte, se sobreentiende).
Cien años antes, en 1826, Estados Unidos se opone denodadamente a que
Cuba quedara enrolada en los procesos independentistas de América
Latina y bloquea cualquier intento, de cualquier patriota o
internacionalista, por lograr ese objetivo.
En 1845, 81 años antes, se proclama la doctrina del Destino
manifiesto: “misión histórica inevitable que le compete asumir a Estados
Unidos de expansión agresiva”… porque “es nuestro destino manifiesto
expandirnos por el continente que nos ha dado la Providencia”.
76 años antes, en 1850, Millard Fillmore, decimotercer presidente
estadounidense, sería el primero en sugerir medios armados para ejercer
su política expansiva. Varios generales del sur organizaron expediciones
armadas integradas por aventureros. La más conocida fue en 1850,
dirigida por el venezolano Narciso López, quien se apoderó de la ciudad
de Cárdenas, pero no contó con apoyo popular y se vio obligado a
reembarcar. Alentaron esta idea con la finalidad de continuar su
política de anexión de nuevos territorios, como ya habían hecho con
Texas.
Veintinueve años antes, en 1897, Theodore Roosevelt, entonces
subsecretario de Marina y posteriormente presidente (1901-1909),
escribió a un amigo: “En estricta confidencia, agradecería cualquier
guerra, pues creo que este país necesita una”.
El 29 de marzo 1898, 28 años antes, el presidente William McKinley
(1897-1901) exige a Madrid cesar las hostilidades en Cuba, y doce días
después el Congreso le aprueba intervenir en la guerra mediante la
“Resolución Conjunta”, en la que se establece que Cuba “debe ser libre”;
se ordena al Presidente “usar las fuerzas militares y navales”, y se
declara la determinación “de dejar el gobierno y dominio de la isla a su
pueblo” luego de pacificado.
El 15 de julio de 1898, 28 años antes, las fuerzas españolas
capitulaban en Santiago de Cuba ante los estadounidenses, apoyados por
el Ejército Libertador, que mantuvo a raya a los 300 mil peninsulares
empantanados en la Isla. El presidente Mc Kinley sabía que España estaba
desangrada y en bancarrota frente al Ejército Libertador.
El 10 de diciembre de 1898, 28 años antes se firma del Tratado de
París a espaldas del pueblo cubano: “(…) Cuba con un territorio mayor,
tiene una población mayor que Puerto Rico. Ésta consiste en blancos,
negros, asiáticos y sus mezclas. (…) la inmediata anexión de estos
elementos a nuestra propia federación sería una locura y antes de
hacerlo debemos limpiar el país aún cuando eso sea por la aplicación de
los mismos métodos que fueron aplicados por la Divina Providencia en las
ciudades de Sodoma y Gomorra. Debemos destruir todo lo que esté dentro
del radio de acción de nuestros cañones. Debemos concentrar el bloqueo
de modo que el hambre y su eterna compañera, la peste, minen a la
población civil y diezmen al ejército cubano. (…) debemos crear
dificultades al gobierno independiente y éstas y la falta de medios para
cumplir con nuestras demandas y las obligaciones creadas por nosotros,
los gastos de guerra y la organización del nuevo país, tendrán que ser
confrontadas por ellos (…). Resumiendo: nuestra política debe ser
siempre apoyar al más débil contra el más fuerte hasta que hayamos
obtenido el exterminio de ambos a fin de anexarnos la Perla de la
Antillas”. Esto fue refrendado el 24 de diciembre por el secretario de
la guerra de
EE.UU., Mr. N.
Breckenridge, en instrucciones sobre la Campaña de las Antillas al
teniente general N. A. Miles del ejército de esa nación.
Al referirse a las anexiones de nuevos territorios a Estados Unidos (Puerto Rico, Hawai, Cuba), respecto a esta última expresó:
“…Sus habitantes son por regla general, indolentes y apáticos. En
ilustración se hayan colocados desde la más refinada hasta la ignorancia
más grosera y abyecta. Su pueblo es indiferente en materia de religión,
y por lo tanto, su mayoría es inmoral, como es a la vez de pasiones
vivas, muy sensual, y como no posee sino nociones vagas de lo justo y de
lo injusto, es propenso a procurarse los goces no por medio del
trabajo, sino por medio de la violencia; y como resultado eficiente de
esta falta de moralidad, es despreciable de la vida.”
A continuación, le expone los métodos de exterminio a aplicar a la
población, reflejados en el referido Tratado… Después de trazar la
estrategia para ir ocupando palmo a palmo el territorio cubano a partir
de Oriente, y crear conflictos al gobierno independiente que se creara,
Breckenridge, le reitera: “…nuestra política se concreta a apoyar
siempre al más débil contra el más fuerte, hasta la completa
exterminación de ambos, para lograr anexarnos la Perla de las Antillas”.
26 marzo de 1900, 26 años antes, Grover Cleveland, ex presidente de
Estados Unidos que gobernó ese país entre 1893 y 1897, en carta que
remitió a su Secretario, Richard Olney, el 26 marzo de 1900, expresó:
“Me temo que Cuba debiera ser sumergida por algún tiempo antes de que
pudiera ser un estado, territorio o colonia de los Estados Unidos del
que estuviéramos orgullosos”.
Veinticinco años antes, el 28 de mayo de 1901, el gobernador
interventor yanqui de la Isla, Leonardo Wood, le impuso a la Asamblea
Constituyente la tristemente célebre Enmienda Platt, que deja claro su
título de propiedad sobre la Isla y que poca o ninguna libertad deja a
la naciente República. La Enmienda se impone bajo la amenaza de
prolongar indefinidamente la ocupación.
El General Leonard Wood, gobernador militar de la Isla durante la ocupación norteamericana (1898-1902): expresó:
“(…) Por supuesto, que a Cuba se le ha dejado poca o ninguna
independencia con la Enmienda Platt y lo único indicado ahora es buscar
la anexión. Esto, sin embargo, requerirá algún tiempo y durante el
período en que Cuba mantenga su propio gobierno, es muy de desear que
tenga uno que conduzca a su progreso y a su mejoramiento. No puede hacer
ciertos tratados sin nuestro consentimiento, ni pedir prestado más allá
de ciertos límites y debe mantener las condiciones sanitarias que se le
han preceptuado, por todo lo cual es bien evidente que está en lo
absoluto en nuestras manos y creo que no hay un gobierno europeo que la
considere por un momento otra cosa sino lo que es, una verdadera
dependencia de los Estados Unidos, y como tal es acreedora de nuestra
consideración. Con el control que sin duda pronto se convertirá en
posesión, en breve prácticamente controlaremos el comercio de azúcar en
el mundo. La isla se norteamericanizará gradualmente y, a su debido
tiempo, contaremos con una de las más ricas y deseables posesiones que
haya en el mundo (…)”.
Veinticuatro años antes, se firma el Tratado Permanente entre Cuba y
los Estados Unidos, el cual se suscribió el 22 de mayo de 1902. En el
mismo estaban incluidos los siete primeros apéndices de la Enmienda
Platt.
El 2 de octubre de 1903, es aprobado por el Presidente de
EE.UU.
el Tratado de arrendamiento de bases navales o Carboneras (ratificado
por el presidente cubano Estrada Palma). Poco después, el 10 de
diciembre de 1903, los Estados Unidos toman posesión, en calidad de
arrendamiento, de la bahía de Guantánamo y tierras adyacentes para la
creación de la Base Naval que aún ocupan ilegalmente, contra la voluntad
del pueblo y el Gobierno de Cuba.
El 27 de diciembre de 1903, 23 años antes, se firma el Tratado de
Reciprocidad Comercial entre Cuba y Estados Unidos. Roosevelt, en
mensaje al Congreso de
EE.UU.,
expresó: “Insisto en aconsejar el planteamiento de la reciprocidad con
Cuba, no solo por favorecer eficacísimamente nuestros intereses, dominar
el mercado cubano, e imponer nuestra supremacía en todas las tierras y
mares tropicales que se hallan al sur de nosotros…” Este Tratado,
calificado por Raúl Roa, el Canciller de la dignidad, como “El tratado
del esqueleto”, propició la penetración acelerada del capital financiero
norteamericano y comprometió y empeñó el futuro desarrollo de la nación
cubana.
El 14 noviembre de 1905, 21 años antes, ciudadanos estadounidenses
residentes en la Isla de Pinos (hoy Isla de la Juventud), promueven un
movimiento y se declaran “separados de Cuba”, y proclaman su “adhesión a
la Unión”. Mr Squiers, ministro norteamericano en La Habana, pide a las
autoridades cubanas que abandonen la isla y solicita un cañonero a su
país. Declara que el Gobierno cubano debía entregar la isla a Estados
Unidos.
Veinte años antes, el 13 de septiembre de 1906, a solicitud del
presidente Don Tomás Estrada Palma, Estados Unidos ocupa a Cuba por
segunda ocasión. La división de los cubanos, el surgimiento y
proliferación de múltiples partidos políticos: Nacional, Liberal,
Moderado, Conservador; Autonomista, Constitucional, entre otros; unido a
las aspiraciones y ambiciones políticas de Tomás Estrada Palma, José
Miguel Gómez, Alfredo Zayas y otros, propiciaron pugnas y
contradicciones que se manifestaron en forma violenta. Estrada Palma
intentó reelegirse como presidente de la República y tras unas
fraudulentas elecciones, provocó la cruenta guerrita, en la que se
vieron enrolados un grupo de generales veteranos de la Guerra de
Independencia contra el colonialismo español en el siglo XIX.
En 1912, catorce años antes, Estados Unidos interviene por tercera
ocasión en Cuba, pretextando “proteger los intereses” de esa nación,
ante la rebelión encabezada por el Partido Independiente de Color.
En 1917, nueve años antes, Se produce la cuarta intervención
estadounidense para imponer la reelección de Mario García Menocal. Para
ello, nuevamente pretextaron la protección de la Base Naval de
Guantánamo y la salvaguarda de las propiedades norteamericanas en la
Isla.
Seis años antes, en 1920, se produce una nueva intervención
estadounidense en los asuntos de la Isla, que duró hasta 1922. Envían al
general Enoch H. Crowder, que dispuso la celebración de nuevas
elecciones en Cuba, basadas en un código electoral confeccionado por él
mismo. Estas elecciones se efectuaron en marzo de 1921.
Todo esto ocurría, y aun Fidel no había nacido; por supuesto, tampoco
la Revolución que encabezara ni el socialismo que propugnara.
Así que, por favor, ¿cuáles son las verdaderas intenciones?
Vea además:
*Periodista cubano