Las enfermedades infecciosas son todavía una amenaza latente, en particular para los países subdesarrollados
Para los más de 2 000 millones de niños que viven en el mundo, de
los cuales uno de cada dos vive en la pobreza, según el Fondo de las
Naciones Unidas para la Infancia, los tres principales peligros a los
que están expuestos son el hambre, los conflictos bélicos y las
enfermedades infecciosas.
El Estado Mundial de la Infancia del año 2005 daba cuenta que desde comienzos de los años 1990 hasta el año 2000 la tasa de mortalidad de menores de cinco años disminuyó en el mundo en un 11%. Asimismo, la mortalidad debido a la diarrea, la principal causa de muerte en la infancia para 1990, se redujo a la mitad durante esa década.
Justamente, las enfermedades infecciosas son todavía una amenaza latente, en particular para los países subdesarrollados, no obstante se hayan producido avances concretos ante el aumento considerable en la prestación de bienes y servicios esenciales, como vacunas, mosquiteros tratados con insecticidas y sales de rehidratación oral, que los infantes necesitan para sobrevivir y mantenerse sanos.
Gracias a la concepción del sistema de salud cubano y a la prioridad que el Estado ha dado a un conjunto de estrategias, y a la educación sanitaria de la población, la mortalidad por enfermedades infecciosas en niñas y niños disminuyó considerablemente, si bien la morbilidad por esta causa se mantiene.
La prevención y saber identificar los principales signos de alarma en los menores es la clave para disminuir los riesgos. Sobre este tema, Granma conversó con la doctora Berta Lidia Castro Pacheco, profesora consultante del Hospital Pediátrico Juan Manuel Márquez, y Jefa del Grupo Nacional de Pediatría.
De acuerdo con la especialista, las enfermedades infecciosas más frecuentes en nuestro país en niñas y niños, sobre todo en los más pequeños, son las enfermedades respiratorias, las diarreicas, las infecciones del tracto urinario, y las de la piel y partes blandas (abscesos, forúnculos, impétigos, artritis, sinovitis, entre otras).
Para la entrevistada, entre las medidas generales más efectivas para evitar las infecciones, en primer lugar se encuentra la protección del niño mediante el esquema de vacunación, que en Cuba tiene un 100% de cobertura. “Contamos con 11 vacunas contra 13 enfermedades, ocho de las cuales son cubanas, y es una fortaleza enorme para nuestro sistema de salud.
La doctora Castro Pacheco comentó que igual importancia tiene “la lactancia materna, otra ‘vacuna’ que es una de las medidas más económicas y factibles. Constituye una fuente ideal de nutrientes, y no solo protege de las infecciones al pasarle los anticuerpos de la madre al niño, sino que mejora la respuesta a la vacunación, y reduce el riesgo de mortalidad neonatal. Debe ser exclusiva hasta los seis meses, y complementaria hasta los dos años”.
Otro elemento que protege contra todas las enfermedades infecciosas, puntualizó la experta, es el lavado de manos. “Los diez enemigos del niño para adquirir enfermedades son los diez dedos de las manos de quien lo manipula, ya sean los familiares o cuidadores”.
Respecto a cómo prevenir algunos padecimientos específicos, la profesora explicó, por ejemplo, que en relación con las enfermedades de transmisión digestiva, como las diarreas, además del ya citado lavado de manos es fundamental hervir y clorar el agua, así como brindarle al niño alimentos que sean inocuos, elaborados y conservados de una forma adecuada.
“En el caso de las respiratorias, es importante que las personas enfermas del tracto respiratorio no manipulen o permanezcan cerca de los menores, y vuelve a ser esencial el lavado de manos de todos”, explicó.
Asimismo, dijo, cuando es la madre la que está enferma, esta debe continuar la lactancia materna protegiendo su vía aérea con un pañuelo o nasobuco, de manera que no ocurra una transmisión directa. “Muchas veces, tratando de brindarse manifestaciones de cariño a los menores, hay personas que los besan en la cara, las manos o la boca, y esa es una vía de transmisión de enfermedades”.
“Todos los objetos de uso personal del niño, como cucharas y vasos, deben ser de uso exclusivo, y los pequeños, sobre todo los lactantes, deben permanecer en ambientes sin hacinamiento ni grandes conglomerados de personas”.
La doctora Castro Pacheco refirió que en el caso de las infecciones del tracto urinario, están relacionadas con la higiene de los genitales, tanto en el varón, al que se le debe retirar el prepucio para lavarlo bien durante el aseo, como en la niña, a la que se le deben limpiar los genitales de delante hacia atrás y nunca bañarlas sentadas en pocetas o palanganas. Del mismo modo, no es aconsejable dejarles puestos los culeros desechables demasiado tiempo y la ropa debe estar limpia.
Refiriéndose a las infecciones de la piel y partes blandas, la entrevistada acotó la importancia de que cuando los padres o cuidadores se percaten de que el niño tiene una lesión en la piel, recuerden que es este órgano la primera gran barrera que defiende al organismo de las infecciones. “Arañazos, cortaduras, picadas, pequeñas heridas, pueden ser también la puerta de entrada de microorganismos que causen al niño una enfermedad infecciosa”.
La especialista insistió en que el único capacitado para el diagnóstico de una enfermedad, sea infecciosa o no, es el profesional de la salud, en particular el médico, por lo que los padres no deben automedicar a los hijos.
Igualmente explicó que aun cuando el médico diagnosticó e identificó una enfermedad infecciosa que puede ser banal, como un catarro común, la familia debe estar al tanto de la evolución, puesto que los niños pequeños muchas veces presentan manifestaciones muy poco precisas y sutiles en los primeros estadios de las enfermedades infecciosas. “No debe tardarse en llevarlos por primera vez al sistema y ante cualquier duda acudir a su médico de la familia, policlínicos y servicios de urgencia”.
Entre las principales señales a tenerse en cuenta, la doctora Castro Pacheco mencionó el curso de la fiebre, uno de los síntomas más frecuentes. Hay que observar si es mantenida, si cuesta trabajo bajarla, si se acompaña de decaimiento, irritabilidad, respiración muy frecuente, trabajosa, o agitación; si el niño se niega a beber o comer, tiene vómitos, quejidos, somnolencia, o si pierde la actividad normal de juego.
La familia conoce muy bien a sus niños, por lo cual tienen los elementos suficientes para darse cuenta cuando hay cambios en su conducta, momento propicio para consultar nuevamente al profesional, y garantizar una correcta evolución de la afección diagnosticada, o si se necesita una nueva intervención. “Sin que medien actitudes sobrevaloradas, debe existir la suficiente cordura para evaluar estas manifestaciones, pues la mejor manera de prevenir es estar pendientes”.
El Estado Mundial de la Infancia del año 2005 daba cuenta que desde comienzos de los años 1990 hasta el año 2000 la tasa de mortalidad de menores de cinco años disminuyó en el mundo en un 11%. Asimismo, la mortalidad debido a la diarrea, la principal causa de muerte en la infancia para 1990, se redujo a la mitad durante esa década.
Justamente, las enfermedades infecciosas son todavía una amenaza latente, en particular para los países subdesarrollados, no obstante se hayan producido avances concretos ante el aumento considerable en la prestación de bienes y servicios esenciales, como vacunas, mosquiteros tratados con insecticidas y sales de rehidratación oral, que los infantes necesitan para sobrevivir y mantenerse sanos.
Gracias a la concepción del sistema de salud cubano y a la prioridad que el Estado ha dado a un conjunto de estrategias, y a la educación sanitaria de la población, la mortalidad por enfermedades infecciosas en niñas y niños disminuyó considerablemente, si bien la morbilidad por esta causa se mantiene.
La prevención y saber identificar los principales signos de alarma en los menores es la clave para disminuir los riesgos. Sobre este tema, Granma conversó con la doctora Berta Lidia Castro Pacheco, profesora consultante del Hospital Pediátrico Juan Manuel Márquez, y Jefa del Grupo Nacional de Pediatría.
De acuerdo con la especialista, las enfermedades infecciosas más frecuentes en nuestro país en niñas y niños, sobre todo en los más pequeños, son las enfermedades respiratorias, las diarreicas, las infecciones del tracto urinario, y las de la piel y partes blandas (abscesos, forúnculos, impétigos, artritis, sinovitis, entre otras).
Para la entrevistada, entre las medidas generales más efectivas para evitar las infecciones, en primer lugar se encuentra la protección del niño mediante el esquema de vacunación, que en Cuba tiene un 100% de cobertura. “Contamos con 11 vacunas contra 13 enfermedades, ocho de las cuales son cubanas, y es una fortaleza enorme para nuestro sistema de salud.
La doctora Castro Pacheco comentó que igual importancia tiene “la lactancia materna, otra ‘vacuna’ que es una de las medidas más económicas y factibles. Constituye una fuente ideal de nutrientes, y no solo protege de las infecciones al pasarle los anticuerpos de la madre al niño, sino que mejora la respuesta a la vacunación, y reduce el riesgo de mortalidad neonatal. Debe ser exclusiva hasta los seis meses, y complementaria hasta los dos años”.
Otro elemento que protege contra todas las enfermedades infecciosas, puntualizó la experta, es el lavado de manos. “Los diez enemigos del niño para adquirir enfermedades son los diez dedos de las manos de quien lo manipula, ya sean los familiares o cuidadores”.
Respecto a cómo prevenir algunos padecimientos específicos, la profesora explicó, por ejemplo, que en relación con las enfermedades de transmisión digestiva, como las diarreas, además del ya citado lavado de manos es fundamental hervir y clorar el agua, así como brindarle al niño alimentos que sean inocuos, elaborados y conservados de una forma adecuada.
“En el caso de las respiratorias, es importante que las personas enfermas del tracto respiratorio no manipulen o permanezcan cerca de los menores, y vuelve a ser esencial el lavado de manos de todos”, explicó.
Asimismo, dijo, cuando es la madre la que está enferma, esta debe continuar la lactancia materna protegiendo su vía aérea con un pañuelo o nasobuco, de manera que no ocurra una transmisión directa. “Muchas veces, tratando de brindarse manifestaciones de cariño a los menores, hay personas que los besan en la cara, las manos o la boca, y esa es una vía de transmisión de enfermedades”.
“Todos los objetos de uso personal del niño, como cucharas y vasos, deben ser de uso exclusivo, y los pequeños, sobre todo los lactantes, deben permanecer en ambientes sin hacinamiento ni grandes conglomerados de personas”.
La doctora Castro Pacheco refirió que en el caso de las infecciones del tracto urinario, están relacionadas con la higiene de los genitales, tanto en el varón, al que se le debe retirar el prepucio para lavarlo bien durante el aseo, como en la niña, a la que se le deben limpiar los genitales de delante hacia atrás y nunca bañarlas sentadas en pocetas o palanganas. Del mismo modo, no es aconsejable dejarles puestos los culeros desechables demasiado tiempo y la ropa debe estar limpia.
Refiriéndose a las infecciones de la piel y partes blandas, la entrevistada acotó la importancia de que cuando los padres o cuidadores se percaten de que el niño tiene una lesión en la piel, recuerden que es este órgano la primera gran barrera que defiende al organismo de las infecciones. “Arañazos, cortaduras, picadas, pequeñas heridas, pueden ser también la puerta de entrada de microorganismos que causen al niño una enfermedad infecciosa”.
La especialista insistió en que el único capacitado para el diagnóstico de una enfermedad, sea infecciosa o no, es el profesional de la salud, en particular el médico, por lo que los padres no deben automedicar a los hijos.
Igualmente explicó que aun cuando el médico diagnosticó e identificó una enfermedad infecciosa que puede ser banal, como un catarro común, la familia debe estar al tanto de la evolución, puesto que los niños pequeños muchas veces presentan manifestaciones muy poco precisas y sutiles en los primeros estadios de las enfermedades infecciosas. “No debe tardarse en llevarlos por primera vez al sistema y ante cualquier duda acudir a su médico de la familia, policlínicos y servicios de urgencia”.
Entre las principales señales a tenerse en cuenta, la doctora Castro Pacheco mencionó el curso de la fiebre, uno de los síntomas más frecuentes. Hay que observar si es mantenida, si cuesta trabajo bajarla, si se acompaña de decaimiento, irritabilidad, respiración muy frecuente, trabajosa, o agitación; si el niño se niega a beber o comer, tiene vómitos, quejidos, somnolencia, o si pierde la actividad normal de juego.
La familia conoce muy bien a sus niños, por lo cual tienen los elementos suficientes para darse cuenta cuando hay cambios en su conducta, momento propicio para consultar nuevamente al profesional, y garantizar una correcta evolución de la afección diagnosticada, o si se necesita una nueva intervención. “Sin que medien actitudes sobrevaloradas, debe existir la suficiente cordura para evaluar estas manifestaciones, pues la mejor manera de prevenir es estar pendientes”.
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