Guayacán es el nombre común con el que se conoce a varias especies de árboles nativos de América, pertenecientes a los géneros Tabebuia, Caesalpinia, Guaiacum y Porlieria. Todas las especies de guayacán se caracterizan por poseer una madera muy dura. Es justamente por esa característica que reciben el nombre de guayacán, aun cuando no guarden relación de parentesco entre sí.

martes, 5 de julio de 2016

La caída del León de Oriente


José Maceo, combatiente de las tres guerras por la independencia de Cuba, se al­zó el 11 de octubre de 1868, bajo las órdenes del Capitán Juan Bautista Rondón
José Marcelino Maceo Grajales nació en Majaguabo, San Luis, Oriente, el 2 de febrero de 1849. Era alto aunque no tanto como su her­mano Antonio, fuerte, zurdo, excelente ji­nete y tirador, enamorado, fumador de tabacos y gran aficionado a la música y a los gallos. Cuando se encolerizaba gagueaba visiblemente. Combatiente de las tres guerras, se al­zó el 11 de octubre de 1868, bajo las órdenes del Capitán Juan Bautista Rondón. Meses después vio caer a su padre Marcos en San Agus­tín de Aguarás. Con Máximo Gómez invadió Guantánamo, resultó herido gravemente en el cafetal de La Indiana y fue rescatado por su hermano Antonio. En 1874 participó en las ac­ciones de Naranjo-Mojacasabe, Las Guá­si­mas y otras, después de lo cual regresó a Orien­te. Se opuso a las sediciones de Lagunas de Varona y Santa Rita. En Mangos de Mejías el 6 de junio de 1877 salvó a Antonio de una muerte segura y lo protegió durante su convalecencia. Fue una de las principales figuras de la Protesta de Baraguá y después de la salida del Titán hacia Jamaica se mantuvo combatiendo hasta el 4 de junio de 1878, cuando de­puso las armas en San Luis.
Dio nuevamente el grito de Viva Cuba Libre en las calles de Santiago de Cuba, junto con Guillermón Moncada y Quintín Bandera, el 26 de agosto de 1879, para iniciar la Guerra Chiquita. Durante casi diez meses se mantuvo sobre las armas, pero ante la ausencia de los jefes y acosado por el enemigo, firmó el pacto de Confluente, en virtud del cual se le garantizaba la salida del país a él y a sus compañeros. El 4 de junio de 1880 embarcó por Guan­tánamo en el Thomas Brook hacia Jamaica, pero en altamar fue apresado pérfidamente por un cañonero español y enviado a lo que sería un largo peregrinar por diferentes cárceles españolas, incluidas dos fugas, la última de las cuales lo llevó a Panamá junto a Antonio en diciembre de 1886.
Después vino el azaroso viaje de la goleta Honor, el desembarco en Duaba y la tenaz persecución de los indios de Yateras, que le costó la vida a Flor Crombet en Alto de Pal­marito y lo obligó a él a arrojarse por un ba­rranco. Y vino la odisea que le tocó sufrir du­rante 13 días, solo en aquellas agrestes montañas hasta hacer contacto con el pequeño destacamento del Teniente Coronel Prudencio Mar­tínez. Más tarde, virtualmente inválido por un ataque de ciática, reclamó a su hermano, quien acudió a la cita y se dio el combate de Sao del Indio el 31 de agosto de 1895. Siendo José jefe del 1er. Cuer­po, dos días antes de partir para occidente, el Lugarteniente General le entregó el mando de la provincia oriental (1ro. y 2do. cuerpos). Por si esto fuera poco, el General en Jefe lo ratificó en el mando del Departamento Oriental el 6 de diciembre de1895, con carácter interino.
A pesar de esos nombramientos oficiales y de la intensa actividad combativa desplegada por el Héroe de Majaguabo, en abril de 1896 el Consejo de Gobierno nombró al Mayor General Mayía Rodríguez en el cargo de jefe del Depar­tamento Oriental, pero José se negó a entregar su jefatura sin una orden expresa del General en Jefe, no obstante lo cual renunció al cargo. Sin embargo, Mayía Rodríguez comprendió que José llevaba razón y no aceptó la encomienda. El León de Oriente continuó al mando de la provincia hasta finales de mayo, cuando el Mayor General Calixto García, que había sido nombrado el 28 de abril, asumió la jefatura del Depar­ta­mento, mientras que él quedaba como jefe del 1er. Cuerpo y aunque volvió a presentar su re­nun­cia, esta no fue aceptada por el General en Jefe.
La noche del 4 de julio las fuerzas insurrectas acamparon en un sitio conocido como La Isabelita y, en la mañana del día 5, emprendieron la marcha en busca del enemigo, cerca del poblado de La Maya. El Mayor General José Maceo sabía que se enfrentaría a las fuertes columnas comandadas por el general Tirso Albert y el coronel Joaquín Vara del Rey, y que la loma del Gato, unos 18 km al nordeste de San­tiago de Cuba, sería el escenario donde se ventilaría el encuentro. Cuando los insurrectos llegaban al sitio conocido como El Es­par­tillo, escucharon el fuego graneado típico de las avanzadas mambisas, procedente de las alturas Sangre de Toro y Camarones. El León de Oriente subió a El Espartillo y, desde allí co­menzó a mover sus peones. Sucesivamente introdujo en combate las fuerzas de los brigadieres Cebreco, Periquito Pérez y Matías Vega, así como las del Coronel Luis Bonne. Unos 15 minutos más tarde ordenó al Teniente Coronel Fran­cisco Sánchez Hechavarría que con su guerrilla volante Maceo, se adelantara hacia la loma del Gato por el camino más corto y apoyara a las fuer­zas de Cebreco, que ya estaban en combate.
Pasaba el tiempo y José se impacientó porque no escuchaba el fuego en la dirección en que debía estar atacando Sánchez Hecha­va­rría. Decidió entonces marchar con su escolta y ayudantes a decidir el encuentro. Pocos minutos después de llegar a la loma del Gato, avanzó sobre su caballo, revólver en mano y se situó en un lugar muy expuesto al fuego del enemigo. En esos momentos recibió un im­pacto en la cabeza y se desplomó de su montura. Su ayudante, el Teniente Salvador Du­rruty, acudió a levantarlo y recibió un disparo en la ingle. El Mayor General fue evacuado al cafetal La Soledad, jurisdicción de Ti Arriba, donde el médico mambí, Porfirio Valiente, le ex­­trajo el proyectil, pero pocas ho­ras después murió en brazos de sus compañeros.
[…] iba José con el revólver en la mano —re­lata Fermín Valdés Domínguez— cuando lo hirieron… Disgustado por la injusticia de los hombres que le deben respeto y cariño, fue al combate con toda la rabia de que era capaz aquel hombre valientísimo. Llevaba en el bolsillo la ratificación de su renuncia y la carta cariñosa del General en Jefe, que hacía poco había recibido. 1
Venía ahora a ver al general José Maceo y a abrazarlo —escribió Máximo Gómez a Ma­nana el 27 de julio— y la muerte no nos dio tiempo, se interpuso a mis deseos y se lo arrebató a la Patria. Era preciso haber conocido bien a fondo el carácter de aquel hombre sin dobleces y de rústica franqueza para poder estimarle y estimar su cariño cuando lo demostraba. El General José Maceo era todo verdad y por eso para muchos aparecía amargo. El destierro, la prisión, la persecución, la guerra y el infortunio, en fin, le habían educado admirablemente y de ahí que hubiese aprendido a conocer y a apreciar a los hombres no por el traje y las palabras ni por las formas, sino por sus hechos y por el fondo; y por eso, por la idea exagerada que se había formado del aseo moral de los demás hombres era que muchos engalanados por la fortuna o la astucia o la casualidad no podían caber con él puertas adentro, en su trato y modo de ser […] 2
En los casi 12 años que permaneció combatiendo, intervino en más de 500 acciones y recibió 19 heridas de guerra. Por la impetuosidad en las cargas contra el enemigo y su valor a toda prueba, recibió para la historia los so­brenombres de León de Oriente y Héroe de Majaguabo.


*Investigador del Instituto de Historia de Cuba
1 Fermín Valdés Domínguez. Diario de soldado, en José Luciano Franco. Antonio Maceo. Apuntes para una historia de su vida. Editorial de Ciencias So­ciales, La Habana, 1973, T III p 205
2 De Máximo Gómez a Manana desde Altagracia Venero, en La Odisea del General José, José Luciano Franco. Op. Cit.

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