En enero de 1983, 14 cubanos vinculados a la meteorología integraban una suerte de preselección para viajar a la Antártida, con el objetivo de incorporarse a las investigaciones que desarrollaban allí en la estación Maladiozhnaya científicos de la entonces Unión Soviética.
Como rememora el máster en Ciencias ya jubilado Valentín Fernández Martínez, apenas pudo articular palabra cuando su amigo y compañero de trabajo en el Instituto de Meteorología, doctor Julio Pérez Pérez lo sorprendió al decirle de pronto sin rodeos:¡Nos vamos tú y yo a la Antártida, fuimos los escogidos! Los antecedentes de aquel viaje se remontan a noviembre de 1982, cuando el doctor Antonio Núñez Jiménez visitó la inhóspita región y planteó la conveniencia de que especialistas y técnicos de la Mayor de las Antillas pudieran tomar parte en alguna de las expediciones futuras.
Ser los primeros cubanos que tendrían una larga estancia en el Polo Sur representó una gran responsabilidad para los dos meteorólogos elegidos. Incluso, la idea de que estuvieran junto a sus homólogos soviéticos en los trabajos investigativos llevados a cabo por estos en el Polo Sur, tuvo el respaldo del Comandante en Jefe Fidel Castro.
VERICUETOS DE UNA AVENTURA
VERICUETOS DE UNA AVENTURA
El periplo comenzó con la salida de La Habana por avión el 7 de febrero de 1983. Luego de cubrir la agotadora ruta hasta la capital soviética y de ahí continuar el itinerario Moscú-Leningrado-Odesa-El Cairo-Djibuti-Aden-Maputo, una semana después Valentín Fernández y Julio Pérez arribaron finalmente al aeropuerto de La Bichorka, perteneciente a la estación Maladiozhnaya, donde permanecerían ¡nueve meses y un día!
Según el testimonio ofrecido tiempo atrás a Granma por ambos especialistas, al abrirse la puerta de la nave aérea vieron un panorama que los impresionó. La pista estaba cubierta de hielo y el cielo completamente nublado. Había una temperatura de menos cuatro grados Celsius, y un intenso viento levantaba la nieve acumulada en la superficie, mientras esparcía la que caía en ese momento. Resultaba imposible ver algo más allá de los cien metros.
Soportar tan extremas condiciones climáticas con valores frecuentes de temperatura inferiores a 40 grados y vientos capaces de alcanzar y sobrepasar en racha la fuerza de huracán (igual o superior a los 119 kilómetros por hora) constituyó un enorme reto.
Soportar tan extremas condiciones climáticas con valores frecuentes de temperatura inferiores a 40 grados y vientos capaces de alcanzar y sobrepasar en racha la fuerza de huracán (igual o superior a los 119 kilómetros por hora) constituyó un enorme reto.
A lo anterior se sumaba la separación de la familia y el tener que adaptarse, en dependencia de la época del año, a largos periodos consecutivos sin noches, o de noches seguidas sin ver siquiera una tenue claridad.
Desplazarse en ese entorno resultaba sumamente difícil. Baste mencionar que la distancia del aeropuerto de La Bichorka al campamento central en línea recta era de apenas diez kilómetros.
Pero como el camino presentaba peligrosas grietas dentro del hielo, por donde podían caerse no solo los hombres, sino también los equipos, era ineludible hacer el trayecto dando un rodeo de aproximadamente 27 kilómetros, en ocasiones más extenso.
Cuenta Valentín que él y Julio se volcaron al trabajo investigativo con mucha intensidad, haciendo las observaciones meteorológicas correspondientes enfiladas a profundizar en el conocimiento de la circulación general de la atmósfera, aspecto de gran utilidad en la confección de pronósticos a largo plazo.
También aportaron de conjunto con los expertos soviéticos radicados en la estación, nuevas informaciones que enriquecieron la base mundial de datos científicos sobre la Antártida, un enorme bloque de tierra emergida con una forma casi circular cubierta por un grueso manto de hielo, que ocupa el Polo Sur geográfico de la Tierra y cubre alrededor de 14 millones de kilómetros cuadrados.
Narran que vivían en una edificación parecida a un contenedor muy grande, conformada por planchas de aluminio y materiales sintéticos, montados sobre pilotes, para que oscilara cuando el viento fuera muy fuerte. Dichos albergues tenían entre ocho y diez dormitorios amplios.
Gracias a la conexión vía satelital, lograban hablar por teléfono casi todas las semanas con sus familias, y eso los alentaba a no dejarse abatir por las adversas circunstancias del entorno.
Ambos consideran que uno de los objetivos cumplidos fue acumular la mayor experiencia acerca de cómo hacer más llevadera la estancia en ese apartado rincón de la Tierra y demostrar que los individuos procedentes del trópico eran capaces de resistir el severo clima polar. Esto ayudó mucho a los otros siete investigadores cubanos que viajaron posteriormente en diferentes misiones científicas al llamado continente blanco hasta 1985.
La principal fuente de noticias que tuvieron allí Julio y Valentín procedía de escuchar emisoras de radio internacionales. Nada de ver televisión entonces, o recibir periódicos con frecuencia, pues la entrada y salida de los aviones y barcos solo podía realizarse principalmente entre diciembre y febrero, cuando llegaba el verano austral y las condiciones del tiempo eran menos adversas. Al término de la prolongada estancia de 270 días fue que lograron sintonizar Radio Habana Cuba.
Por lo general soportaban de 25 a 30 libras de ropa, y la alimentación se basaba en carnes con mucha grasa para obtener energía y ayudar a mantener el calor.
Rigoberto Ayra Gutiérrez, uno de los meteorólogos que permaneció después durante nueve meses en la Antártida en 1985, expresó en una ocasión a este diario que entre las particularidades del clima prevaleciente en el Polo Sur sobresalen las grandes variaciones en los registros de temperatura máxima y mínima (personalmente pudo medir una diferencia de 46,6 grados Celsius de una a otra variable), la extremadamente baja humedad atmosférica prevaleciente, condicionada por el notable aire frío imperante, y la frecuente ocurrencia de repentinos y bruscos cambios de tiempo.
En la actualidad el estudio de la meteorología polar es considerado una herramienta esencial en el camino de entender mejor el complejo proceso de cambio climático global y sus consecuencias. Así por ejemplo el acentuado deshielo de los glaciares observado durante los últimos años en la Antártida occidental, influye en el aumento del nivel del mar, y en la vida de los ecosistemas marinos, por tanto resulta vital monitorear ese comportamiento.
Transcurridos más de 30 años del inicio de la participación cubana en aquellas históricas expediciones, hecho apenas conocido entre las nuevas generaciones, nada más justo que mencionar los nombres de quienes consagrados a la investigación científica, supieron sobreponerse a nueve meses de asedio por la nieve y el viento. Ellos fueron Valentín Fernández, Julio Pérez, Rigoberto Ayra, Roberto Acea, Jesús Nerey, Orelio López, José L. Cuevas, Ramón Hernández y David Berdellans.
Transcurridos más de 30 años del inicio de la participación cubana en aquellas históricas expediciones, hecho apenas conocido entre las nuevas generaciones, nada más justo que mencionar los nombres de quienes consagrados a la investigación científica, supieron sobreponerse a nueve meses de asedio por la nieve y el viento. Ellos fueron Valentín Fernández, Julio Pérez, Rigoberto Ayra, Roberto Acea, Jesús Nerey, Orelio López, José L. Cuevas, Ramón Hernández y David Berdellans.
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