En el año del aniversario 80 del establecimiento de
las relaciones diplomáticas entre Cuba y la Santa Sede, y los cien de la
solicitud de los veteranos de la Guerra de Independencia, para que se
declarara a la Virgen de la Caridad del Cobre como Patrona de Cuba,
llegará el Papa Francisco a nuestro país, uno de los pocos del mundo que
ha recibido la visita de los tres últimos pontífices.
De algo estamos conscientes los cubanos, creyentes religiosos o no; y es de que cuando eso suceda, lo estará recibiendo un pueblo batallador, noble y solidario; acostumbrado a levantarse sobre las dificultades y a andar con la frente erguida, a pesar de haber estado sometido a un férreo bloqueo económico, comercial y financiero durante más de cinco décadas, y enfrentar las limitaciones devenidas de él, sin pretender olvidar la defensa de su cultura, identidad y raíces, y desde la custodia de la educación de sus hijos.
El Obispo de Roma encontrará un país que aprende cada día cómo seguir adelante con un proyecto social en avance y pleno fogueo de actualizaciones; una sociedad que tiene sentada en sus pilares la lucha por un mundo mejor; y en la historia, hombres como el Padre Varela, José de la Luz y Caballero y José Agustín Caballero, por solo mencionar tres ejemplos, síntesis de la eticidad cubana, y para quienes el amor a la patria y a Dios, fueron dos pasiones consustanciales.
Pero por sobre todas las cosas, hallará una nación de multiplicidad cultural y religiosa, producto de un proceso de transculturación que acuñó el etnólogo cubano doctor Fernando Ortiz, indispensable si se desea profundizar en la historia de la nación y de América Latina. Un ajiaco de creencias y manifestaciones es el mapa religioso de la nación, catalogado por el investigador como complejo, heterogéneo y contradictorio, atendiendo a su origen, al contenido de sus ideas y representaciones, los modos de organizarse y expresar el ritual, etc.
En esa diversidad —en la cual coexisten las iglesias católica, evangélicas, protestantes y ortodoxas; el judaísmo, espiritismo, las religiones cubanas de origen africano, el islamismo y el budismo, entre otras—, está quizá una de las muestras más legítimas de lo refrendado en el artículo 8 de la Constitución de la República de Cuba, relacionado con la libertad religiosa.
“El Estado reconoce, respeta y garantiza la libertad religiosa. En la República de Cuba, las instituciones religiosas están separadas del Estado. Las distintas creencias y religiones gozan de igual consideración”.
“El Estado, que reconoce, respeta y garantiza la libertad de conciencia y de religión, reconoce, respeta y garantiza a la vez la libertad de cada ciudadano de cambiar de creencias religiosas o no tener ninguna, y a profesar, dentro del respeto a la ley, el culto religioso de su preferencia. La ley regula las relaciones del Estado con las instituciones religiosas”, refiere además el artículo 55 de la Carta Magna.
Esos principios se han visto también reflejados en el pensamiento y acción de los principales dirigentes de la Revolución. El Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, en el año 1971, sostuvo un encuentro con sacerdotes chilenos en el cual manifestó la necesidad de “unir a los cristianos y los revolucionarios” en la lucha por la libertad de los pueblos. Más adelante, en visita efectuada a Jamaica (1977), esta vez dirigiéndose a un público eminentemente protestante, volvió sobre el tema de la “alianza estratégica” que debía existir entre la religión y el socialismo.
Reflejada en su primera disertación se encuentra el prisma del líder histórico sobre la Teología de la Liberación; y en la última, su intención de cambiar el estado de cosas que en esos años vivían las relaciones entre las religiones y el Estado.
Años más tarde, evidencia de la madurez del proceso revolucionario cubano y en concreción al deseo de ambas partes, comenzaron a desarrollarse encuentros entre el Comandante y líderes evangélicos y protestantes en Cuba —tradición mantenida hasta la actualidad por las máximas autoridades del Gobierno—,
hasta que, en el año 1991, con el desarrollo del IV Congreso del Partido, cristalizó el deseo de los creyentes revolucionarios que ansiaban ingresar en las filas de la organización, intención reiterada en enero del 2012 en la Primera Conferencia Nacional del Partido.
Hay en la actualidad, en el máximo órgano legislativo cubano, tres pastores protestantes, una prebisteriana, un bautista y un episcopal, elegidos por el voto popular; y de la misma forma integran los órganos del poder estatal y las organizaciones políticas y de masas miembros de la Iglesia Católica y otras denominaciones y manifestaciones religiosas.
Un ejemplo de su vinculación con los problemas más acuciantes de la sociedad, sobre todo relacionados con la familia y el envejecimiento poblacional, son las actividades desarrolladas por instituciones religiosas en la gestión cooperada con el Estado en centros hospitalarios y asilos de ancianos, uno de los temas de la agenda de los más recientes encuentros realizados entre representantes de esas instituciones y asociaciones fraternales, y la dirección del país.
Las jornadas vividas durante las visitas de los sumos pontífices Juan Pablo II en el año 1998 y Benedicto XVI en el 2012, reflejaron las coincidencias entre el proyecto social cubano y los sentimientos cristianos, en el afán por eliminar la pobreza, la exclusión, en el enaltecimiento del papel de la familia, en defensa de la paz y contra la guerra, y en la preservación de la especie humana. Pero además, evidenció la cultura profundamente humanista de un pueblo entero.
“Me llevo en lo más profundo de mi ser a todos y cada uno de los cubanos, que me han rodeado con su oración y afecto, brindándome una cordial hospitalidad y haciéndome partícipe de sus más hondas y justas aspiraciones”, dijo en su despedida Benedicto XVI. Por otro lado, Juan Pablo II expresó:
“Les estoy agradecido por su cordial hospitalidad, expresión genuina del alma cubana, y sobre todo por haber podido compartir con ustedes intensos momentos de oración y de reflexión”.
Han visitado nuestro país, además, otras personalidades religiosas, entre los que se encuentran líderes del Consejo Latinoamericano de Iglesias, del Consejo Episcopal Latinoamericano y la Conferencia de Iglesias del Caribe, Secretarios Generales y Presidentes del Consejo Nacional de Iglesias de Cristo de Estados Unidos, cardenales y otros prelados de la Santa Sede, pastores, sacerdotes, rabinos, líderes yorubas, musulmanes, budistas y académicos.
En el año 2011, se creó la Plataforma Interreligiosa Cubana, que incluye a representantes de todas las manifestaciones religiosas. Sin lugar a duda, de singular significación fue su lucha para el regreso de los Cinco Héroes prisioneros en cárceles de Estados Unidos, y en el establecimiento de un puente entre ellos y sus familiares. Además, fue el Consejo de Iglesias de Cuba un destacado protagonista del regreso a la patria del niño Elián González y en el enfrentamiento al bloqueo, otras de las lides de este pueblo por la justicia.
Estas y otras realidades encontrará el Papa Francisco cuando toque suelo cubano el próximo 19 de septiembre. La Habana, Holguín y Santiago le darán la bienvenida a nombre de toda Cuba. Tal vez en medio de esas personas habrá quienes no compartan las mismas creencias religiosas, incluso quien lo haga solo por ese sentimiento de afecto y hospitalidad inherente a la genética del cubano.
Pero estamos seguros de que se llevará de esta tierra la huella de jornadas intensas junto a un pueblo unido, respetuoso, fiel a sus antecesores y a los sentimientos patrios; una nación con profunda vocación por la justicia y la libertad.
De algo estamos conscientes los cubanos, creyentes religiosos o no; y es de que cuando eso suceda, lo estará recibiendo un pueblo batallador, noble y solidario; acostumbrado a levantarse sobre las dificultades y a andar con la frente erguida, a pesar de haber estado sometido a un férreo bloqueo económico, comercial y financiero durante más de cinco décadas, y enfrentar las limitaciones devenidas de él, sin pretender olvidar la defensa de su cultura, identidad y raíces, y desde la custodia de la educación de sus hijos.
El Obispo de Roma encontrará un país que aprende cada día cómo seguir adelante con un proyecto social en avance y pleno fogueo de actualizaciones; una sociedad que tiene sentada en sus pilares la lucha por un mundo mejor; y en la historia, hombres como el Padre Varela, José de la Luz y Caballero y José Agustín Caballero, por solo mencionar tres ejemplos, síntesis de la eticidad cubana, y para quienes el amor a la patria y a Dios, fueron dos pasiones consustanciales.
Pero por sobre todas las cosas, hallará una nación de multiplicidad cultural y religiosa, producto de un proceso de transculturación que acuñó el etnólogo cubano doctor Fernando Ortiz, indispensable si se desea profundizar en la historia de la nación y de América Latina. Un ajiaco de creencias y manifestaciones es el mapa religioso de la nación, catalogado por el investigador como complejo, heterogéneo y contradictorio, atendiendo a su origen, al contenido de sus ideas y representaciones, los modos de organizarse y expresar el ritual, etc.
En esa diversidad —en la cual coexisten las iglesias católica, evangélicas, protestantes y ortodoxas; el judaísmo, espiritismo, las religiones cubanas de origen africano, el islamismo y el budismo, entre otras—, está quizá una de las muestras más legítimas de lo refrendado en el artículo 8 de la Constitución de la República de Cuba, relacionado con la libertad religiosa.
“El Estado reconoce, respeta y garantiza la libertad religiosa. En la República de Cuba, las instituciones religiosas están separadas del Estado. Las distintas creencias y religiones gozan de igual consideración”.
“El Estado, que reconoce, respeta y garantiza la libertad de conciencia y de religión, reconoce, respeta y garantiza a la vez la libertad de cada ciudadano de cambiar de creencias religiosas o no tener ninguna, y a profesar, dentro del respeto a la ley, el culto religioso de su preferencia. La ley regula las relaciones del Estado con las instituciones religiosas”, refiere además el artículo 55 de la Carta Magna.
Esos principios se han visto también reflejados en el pensamiento y acción de los principales dirigentes de la Revolución. El Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, en el año 1971, sostuvo un encuentro con sacerdotes chilenos en el cual manifestó la necesidad de “unir a los cristianos y los revolucionarios” en la lucha por la libertad de los pueblos. Más adelante, en visita efectuada a Jamaica (1977), esta vez dirigiéndose a un público eminentemente protestante, volvió sobre el tema de la “alianza estratégica” que debía existir entre la religión y el socialismo.
Reflejada en su primera disertación se encuentra el prisma del líder histórico sobre la Teología de la Liberación; y en la última, su intención de cambiar el estado de cosas que en esos años vivían las relaciones entre las religiones y el Estado.
Años más tarde, evidencia de la madurez del proceso revolucionario cubano y en concreción al deseo de ambas partes, comenzaron a desarrollarse encuentros entre el Comandante y líderes evangélicos y protestantes en Cuba —tradición mantenida hasta la actualidad por las máximas autoridades del Gobierno—,
hasta que, en el año 1991, con el desarrollo del IV Congreso del Partido, cristalizó el deseo de los creyentes revolucionarios que ansiaban ingresar en las filas de la organización, intención reiterada en enero del 2012 en la Primera Conferencia Nacional del Partido.
Hay en la actualidad, en el máximo órgano legislativo cubano, tres pastores protestantes, una prebisteriana, un bautista y un episcopal, elegidos por el voto popular; y de la misma forma integran los órganos del poder estatal y las organizaciones políticas y de masas miembros de la Iglesia Católica y otras denominaciones y manifestaciones religiosas.
Un ejemplo de su vinculación con los problemas más acuciantes de la sociedad, sobre todo relacionados con la familia y el envejecimiento poblacional, son las actividades desarrolladas por instituciones religiosas en la gestión cooperada con el Estado en centros hospitalarios y asilos de ancianos, uno de los temas de la agenda de los más recientes encuentros realizados entre representantes de esas instituciones y asociaciones fraternales, y la dirección del país.
Las jornadas vividas durante las visitas de los sumos pontífices Juan Pablo II en el año 1998 y Benedicto XVI en el 2012, reflejaron las coincidencias entre el proyecto social cubano y los sentimientos cristianos, en el afán por eliminar la pobreza, la exclusión, en el enaltecimiento del papel de la familia, en defensa de la paz y contra la guerra, y en la preservación de la especie humana. Pero además, evidenció la cultura profundamente humanista de un pueblo entero.
“Me llevo en lo más profundo de mi ser a todos y cada uno de los cubanos, que me han rodeado con su oración y afecto, brindándome una cordial hospitalidad y haciéndome partícipe de sus más hondas y justas aspiraciones”, dijo en su despedida Benedicto XVI. Por otro lado, Juan Pablo II expresó:
“Les estoy agradecido por su cordial hospitalidad, expresión genuina del alma cubana, y sobre todo por haber podido compartir con ustedes intensos momentos de oración y de reflexión”.
Han visitado nuestro país, además, otras personalidades religiosas, entre los que se encuentran líderes del Consejo Latinoamericano de Iglesias, del Consejo Episcopal Latinoamericano y la Conferencia de Iglesias del Caribe, Secretarios Generales y Presidentes del Consejo Nacional de Iglesias de Cristo de Estados Unidos, cardenales y otros prelados de la Santa Sede, pastores, sacerdotes, rabinos, líderes yorubas, musulmanes, budistas y académicos.
En el año 2011, se creó la Plataforma Interreligiosa Cubana, que incluye a representantes de todas las manifestaciones religiosas. Sin lugar a duda, de singular significación fue su lucha para el regreso de los Cinco Héroes prisioneros en cárceles de Estados Unidos, y en el establecimiento de un puente entre ellos y sus familiares. Además, fue el Consejo de Iglesias de Cuba un destacado protagonista del regreso a la patria del niño Elián González y en el enfrentamiento al bloqueo, otras de las lides de este pueblo por la justicia.
Estas y otras realidades encontrará el Papa Francisco cuando toque suelo cubano el próximo 19 de septiembre. La Habana, Holguín y Santiago le darán la bienvenida a nombre de toda Cuba. Tal vez en medio de esas personas habrá quienes no compartan las mismas creencias religiosas, incluso quien lo haga solo por ese sentimiento de afecto y hospitalidad inherente a la genética del cubano.
Pero estamos seguros de que se llevará de esta tierra la huella de jornadas intensas junto a un pueblo unido, respetuoso, fiel a sus antecesores y a los sentimientos patrios; una nación con profunda vocación por la justicia y la libertad.
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