El jueves 4 de septiembre de 1997 el joven italiano
de 32 años Fabio Di Celmo tenía a las nueve de la mañana una reunión de
negocios en La Habana Vieja. Al demorarse por problemas en el tráfico,
canceló la cita y se dirigió al hotel Copacabana, donde su padre,
Giustino, había alquilado una habitación.
Desde allí se comunicó telefónicamente con dos amigos suyos desde la infancia, Enrico Gallo y Francesca Argeli, quienes recientemente habían contraído matrimonio y estaban en Cuba de luna de miel, precisamente porque el propio Fabio los había convencido de que era un buen lugar para iniciar la vida de casados.
Giustino, quien permanecía en la habitación, oyó a su hijo proponerle a los dos jóvenes verse en el lobby bar del hotel para decidir el lugar donde almorzarían juntos, a manera de despedida, ya que la pareja tenía pasajes de regreso a Italia para las tres de la tarde. Era ya mediodía cuando el Di Celmo más joven partió al encuentro de sus amigos. Fue la última vez que su padre lo vio con vida.
Entretanto, el mercenario de origen salvadoreño, Ernesto Cruz León, contratado por el terrorista Luis Posada Carriles, se agazapaba en un baño del hotel Copacabana para activar una potente bomba. En ese momento no le atormentaban las consecuencias de sus actos, solo pensaba en el dinero que iba a recibir. Además, como había oído decir al “combatiente por la libertad” Orlando Bosch, autor intelectual del sabotaje al avión cubano en Barbados y compinche de Posada, todo aquel que represente al régimen comunista cubano, sea deportista, músico, personal de salud o discapacitado, debe ser castigado.
Fabio, con pasos rápidos, llegó al lobby bar, donde ya los dos jóvenes lo aguardaban. Los huéspedes comenzaron a invadir los salones del hotel, el lobby bar se fue llenando de comensales. Cruz León deslizó dentro de uno de los ceniceros del local el mecanismo criminal.
En su habitación Giustino escuchó una explosión. A los pocos minutos le telefonearon desde la carpeta del hotel para decirle que su hijo se hallaba gravemente herido y lo trasladaban a la Clínica Central Cira García, junto con el matrimonio que lo acompañaba, quienes habían salido ilesos.
Giustino se dirigió inmediatamente al centro hospitalario. Un galeno le comunicó que Fabio había fallecido.
EL LÍBERO
Fabio Di Celmo nació en Génova, Italia, el primero de junio de 1965. Sus amigos lo recuerdan como una persona muy sencilla, extremadamente delicado con las compañeras. Simone Riveruzzo, su compañero de equipo en el fútbol, rememora: “No era de muchas palabras, sin embargo siempre estaba listo para reír y bromear... Contaba a menudo sus viajes a Cuba y de ello hablaba con entusiasmo. Amaba a este país y a su gente, soñaba con traernos un día a esta Isla”.
También amaba al fútbol. Comenzó a jugar desde los siete años. Integró el Libertas y otros equipos genoveses, pero su trayectoria más recordada fue en el Sciarborasca, su último colectivo. No se comportaba como un líbero tradicional, más bien como un volante mixto, presto para la defensa, letal para el ataque. Su ideal no era el mítico Gaetano Scirea, intentaba parecerse más a Lothar Matthaus y a Matias Sammer.
LOS ASESINOS
Al ser capturado por las autoridades cubanas, el mercenario Cruz León delató sus conexiones con Posada Carriles, lo que a nadie extrañó, ya que el connotado terrorista había declarado una vez: “Con cualquier hecho dentro del territorio cubano en contra el régimen de La Habana, me responsabilizo totalmente”. Un reportero le preguntó por aquellos días si lamentaba lo de Fabio Di Celmo: “Es triste de que alguien haya muerto, estaba en el lugar equivocado en el momento equivocado”.
En el cementerio de Arenzano, Génova, en la lápida de una tumba, persiste una perenne denuncia: “El 4 de septiembre de 1997, una bomba asesina de un mercenario salvadoreño apagó la vida del joven Fabio Di Celmo”. Inicialmente, se leía “una bomba americana asesina”, pero las autoridades italianas exigieron que se omitiera el gentilicio.
Desde allí se comunicó telefónicamente con dos amigos suyos desde la infancia, Enrico Gallo y Francesca Argeli, quienes recientemente habían contraído matrimonio y estaban en Cuba de luna de miel, precisamente porque el propio Fabio los había convencido de que era un buen lugar para iniciar la vida de casados.
Giustino, quien permanecía en la habitación, oyó a su hijo proponerle a los dos jóvenes verse en el lobby bar del hotel para decidir el lugar donde almorzarían juntos, a manera de despedida, ya que la pareja tenía pasajes de regreso a Italia para las tres de la tarde. Era ya mediodía cuando el Di Celmo más joven partió al encuentro de sus amigos. Fue la última vez que su padre lo vio con vida.
Entretanto, el mercenario de origen salvadoreño, Ernesto Cruz León, contratado por el terrorista Luis Posada Carriles, se agazapaba en un baño del hotel Copacabana para activar una potente bomba. En ese momento no le atormentaban las consecuencias de sus actos, solo pensaba en el dinero que iba a recibir. Además, como había oído decir al “combatiente por la libertad” Orlando Bosch, autor intelectual del sabotaje al avión cubano en Barbados y compinche de Posada, todo aquel que represente al régimen comunista cubano, sea deportista, músico, personal de salud o discapacitado, debe ser castigado.
Fabio, con pasos rápidos, llegó al lobby bar, donde ya los dos jóvenes lo aguardaban. Los huéspedes comenzaron a invadir los salones del hotel, el lobby bar se fue llenando de comensales. Cruz León deslizó dentro de uno de los ceniceros del local el mecanismo criminal.
En su habitación Giustino escuchó una explosión. A los pocos minutos le telefonearon desde la carpeta del hotel para decirle que su hijo se hallaba gravemente herido y lo trasladaban a la Clínica Central Cira García, junto con el matrimonio que lo acompañaba, quienes habían salido ilesos.
Giustino se dirigió inmediatamente al centro hospitalario. Un galeno le comunicó que Fabio había fallecido.
EL LÍBERO
Fabio Di Celmo nació en Génova, Italia, el primero de junio de 1965. Sus amigos lo recuerdan como una persona muy sencilla, extremadamente delicado con las compañeras. Simone Riveruzzo, su compañero de equipo en el fútbol, rememora: “No era de muchas palabras, sin embargo siempre estaba listo para reír y bromear... Contaba a menudo sus viajes a Cuba y de ello hablaba con entusiasmo. Amaba a este país y a su gente, soñaba con traernos un día a esta Isla”.
También amaba al fútbol. Comenzó a jugar desde los siete años. Integró el Libertas y otros equipos genoveses, pero su trayectoria más recordada fue en el Sciarborasca, su último colectivo. No se comportaba como un líbero tradicional, más bien como un volante mixto, presto para la defensa, letal para el ataque. Su ideal no era el mítico Gaetano Scirea, intentaba parecerse más a Lothar Matthaus y a Matias Sammer.
LOS ASESINOS
Al ser capturado por las autoridades cubanas, el mercenario Cruz León delató sus conexiones con Posada Carriles, lo que a nadie extrañó, ya que el connotado terrorista había declarado una vez: “Con cualquier hecho dentro del territorio cubano en contra el régimen de La Habana, me responsabilizo totalmente”. Un reportero le preguntó por aquellos días si lamentaba lo de Fabio Di Celmo: “Es triste de que alguien haya muerto, estaba en el lugar equivocado en el momento equivocado”.
En el cementerio de Arenzano, Génova, en la lápida de una tumba, persiste una perenne denuncia: “El 4 de septiembre de 1997, una bomba asesina de un mercenario salvadoreño apagó la vida del joven Fabio Di Celmo”. Inicialmente, se leía “una bomba americana asesina”, pero las autoridades italianas exigieron que se omitiera el gentilicio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario