La guerra se había ido extendiendo por diversos puntos de la Isla después de los levantamientos del 24 de febrero de 1895 y la llegada de los principales jefes en abril. Pero la lucha por la independencia de la metrópoli española sufrió un duro revés cuando el 19 de mayo cayó en Dos Ríos el hombre que aunó voluntades, el principal organizador de la contienda y su ideólogo fundamental: José Martí.
Sin embargo, quienes se batían en el campo de batalla estaban seguros de que el momento para que Cuba fuera libre había llegado y rindieron su homenaje al Delegado mediante la continuación de ese propósito.
Martí anhelaba deponer la autoridad que le había otorgado el Partido Revolucionario Cubano ante una reunión representativa de los combatientes de las fuerzas mambisas, donde también se determinaría el tipo de gobierno que asumiría la Revolución.
Fue entonces que en Jimaguayú, lugar donde cayera en combate Ignacio Agramonte, se dieron cita 20 delegados con la misión de redactar la constitución que institucionalizaría la gesta independentista.
Tres proyectos se enfrentaron dentro de la asamblea, acerca de la organización del gobierno de la República en Armas: uno que recogía las tesis de Maceo a favor de la centralización de poderes en los jefes militares; por otra parte, otros, influenciados por el pensamiento martiano, defendían la separación de funciones y el otorgamiento de amplias facultades para el gobierno civil como para el ejército mambí, los cuales no debían interferirse entre sí.
Una tercera opción pretendía revivir el espíritu de Guáimaro. Quería prevenir el surgimiento de una tiranía gracias al control absoluto ejercido por el poder civil sobre el militar, la que fue desechada por estar al margen de la realidad misma de la guerra.
Intensas fueron las discusiones, como intensos eran estos hombres en la defensa de sus ideas. Pero el predominio de los asambleístas de la nueva generación determinó el triunfo a favor de la división de mandos en civil y militar.
Sobre la impronta martiana en Jimaguayú, el historiador Antonio Álvarez Pitaluga afirmó, durante su intervención en la Mesa Redonda dedicada al tema, que debe pensarse como un hecho particular dentro de la guerra con un mayor valor cultural; como un foco que genera lo que se puede considerar una arquitectura jurídica para la Revolución de 1895; prácticamente hasta el año 1898 se promulgaron casi 48 leyes, entre artículos, disposiciones y otros tipos de nomenclaturas jurídicas.
Martí tenía la intención de una reunión política y probablemente en ella buscaría el equilibrio de poderes entre los civiles y militares, algo que se había convertido en una obsesión a partir del análisis de la contienda del 68, apuntó Álvarez Pitaluga.
Destacó este estudioso que el espíritu de esas ideas martianas no estuvo, sin embargo, en Jimaguayú, pues cuando se revisan los 24 artículos de la constitución el deseado equilibrio no se logra.
De forma general Jimaguayú vuelve a encerrar a la estructura militar y la aleja de las decisiones políticas. Se produjo una transacción política, más que ideológica, al concederse cuestiones innegables como el cargo de General en Jefe a Máximo Gómez y la conducción del Ejército Libertador en calidad de Lugar Teniente General a Antonio Maceo, pero todo ello alejados de las decisiones políticas.
Por su parte, el historiador Rolando Rodríguez, Premio Nacional de Ciencias Sociales, explica que la Constitución de Jimaguayú es un documento de importancia trascendental para la historia de Cuba, muestra de la concepción legalista y republicana y del empeño de dotar de una dirección constitucional a la insurrección cubana.
Al respecto, Yoel Cordoví, vicepresidente del Instituto de Historia de Cuba, asegura que este cuerpo legal, junto a otros, es imprescindible para la historia y para el proceso independentista cubano, que buscaba constituir un gobierno provisional que previera la posibilidad de cambios frente a condiciones que no propiciaran la viabilidad independentista.
Señaló que un aspecto relevante dentro de la constitución fue el radicalismo en cuanto a la idea de la separación de España, que no daba opciones intermedias en lo que se refería a la independencia. Fue además un paso superior con relación a Guáimaro, pues tenía un cuerpo más simplificado y concretaba muchas ideas que quedaron plasmadas en 1869, pero que nunca pudieron llevarse a vías de hecho.
La concepción de un Estado libre, independiente, con el nombre de República de Cuba, fue una idea que unió a los asambleístas y se convirtió en uno de los principales aportes de la letra de esta constitución, enfatizó el vicepresidente del Instituto de Historia.
Más allá de las divergencias entre los patriotas cubanos durante la asamblea, el interés común en la lucha a muerte contra la metrópoli y la obtención de la independencia absoluta fue la médula de la Constitución. Relevante fue también que se lograra eliminar una de las principales trabas de la Guerra de los Diez Años, cuando las diferencias entre el aparato ejecutivo, el legislativo y el Ejército dificultaron la toma de decisiones. Con la nueva constitución y la estructura de gobierno elegida, ajustada a las condiciones de la contienda, se dirimió este asunto.
Igualmente quedó establecido que cada dos años habría una asamblea que se encargaría de proponer los cambios necesarios de acuerdo con las nuevas circunstancias, algo que también la sitúa en un escalón superior con relación a la aprobada en Guáimaro.
A 120 años de estos históricos días, el documento original de la Constitución de Jimaguayú vuelve a ser noticia, no solo por su relevancia para comprender los pasajes de la historia cubana, sino porque desde el 14 de septiembre integra el Registro Nacional de la Memoria del Mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario