El territorio nos sorprende con sus logros y la historia de uno de sus habitantes
Sancti spíritus.—Parecía que Yaguajay había gastado su
excepcionalidad en el monumento a Camilo Cienfuegos, y que toda su
gloria sería historia pasada. Parecía… al menos para los foráneos que
lo ubican en una batalla del año 1958 y que continúan reverenciándolo
medio siglo después.
Y a nuestra llegada comenzaron a dibujarnos un territorio extraordinario en el contexto nacional ¡Sin un foco de vectores en un quinquenio!“Oiga, esto es noticia de primera plana”, sugiere en broma chovinista un lugareño al que aún no he podido quitarle la razón porque Yaguajay, el municipio más extenso de la provincia de Sancti Spíritus, se ha burlado del calor, de los pantanos, de la costa norte, del corredor de aves endémicas, de sus fronteras con Villa Clara y Ciego de Ávila y hace más de cinco años sus operarios no ven una larva de mosquito.
No han existido superficialidad en su búsqueda ni falseo de estadísticas, o esta historia tuviera otro final. Se han resguardado tanto sus más de 55 000 habitantes que directivos de la Dirección Municipal de Salud hablan ya de una cultura arraigada, de 58 operarios que conocen la geografía como palma de su mano y de acciones preventivas y rápidas, para por si acaso.
Tanto así que el primer caso de Chikungunya de un doctor que regresaba de una misión en el exterior acabó al instante con el carnaval del año y se extremaron las medidas en los 300 metros a la redonda. Yoanis Peneztelo, director municipal de Higiene y Epidemiología, asegura no subestimar la realidad, pero cree que, verdaderamente, han logrado algo impresionante, gracias, también, a que ninguna puerta se cierra.
Félix Jacinto Espinosa, supervisor del poblado de Meneses, sabe que esa “bienvenida” no es absoluta en el panorama nacional, donde él ha llevado su bazuca: Santiago, La Habana, Trinidad… De alguna manera sus 18 operarios han tenido que practicar en otras zonas a falta de vectores ubicados en Yaguajay.
Si excepcional aparentaba ser ya el municipio espirituano, Pavel Socarrás Hernández, director municipal de Salud, asombra con otro dato, “en un año, del 2014 al 2015, más de 700 personas han regresado o llegado a la zona del Plan Turquino-Bamburanao”, la geografía intrincada de la región. —¿Cómo?— he dudado ante el directivo, que sabe que la tendencia actual ubica a la gente descendiendo, en dirección del campo a la ciudad, no al contrario.
Entonces habla de beneficios, de cómo es la vida en Alunao, Camaján, El Tranque, Platero Vergara…, comunidades con menos de 300 habitantes. Menciona, además, a Llanada Abajo y Jobo Rosado, aunque por otros motivos.
INTRINCADAS EXCEPCIONES
Lo de Edson Núñez Quintero fue inversamente proporcional a toda lógica de “guajiros” que se enamoran y se van pa’l pueblo y de “quema’os” que concluyen sus carreras de medicina con más de cinco puntos de promedio y viven luego entre libros de alguna temprana especialidad.
Cuando se graduó y lo ubicaron en Llanada Abajo supo que allí se quedaría y la idea se le volvió perenne, incluso, mientras dirigía un Centro de Diagnóstico Integral en Venezuela, y a su regreso a Cuba con posibilidades de vivir, cómodamente en Chambas, en Mayajigua o de comprarse una casa en la cabecera provincial. Él siguió con la idea inicial y solicitó trabajar (que también significa vivir) en Llanada Abajo, un caserío a 30 kilómetros de Yaguajay, de 235 personas al que le entra una guagua tres veces al día, de lunes a viernes.
Allí se enamoró luego de una joven y se aplatanó de tal forma que está cercando un terreno para criar carneros, sembró maíz en un pedacito de tierra, tiene de mascota un sarnícaro y en las urgencias médicas toma las riendas del caballo.
El delegado de la zona, Ariel Obregón García, enuncia asuntos pendientes que la economía de la Isla no ha podido permitirse en Llanada Abajo, pero en esa lista no incluye la salud, que desde su casa consultorio ofrece “el mejor médico que debe haber en el país y eso que tiene solo 31 años. Le digo que es muy bueno y que no quiere irse de aquí”. Continúa Ariel ufanándose y los pobladores aprueban su criterio “porque no es solo que sea buen médico, sino buena gente.”
Anyy Santos Jiménez, la enfermera que lo acompaña, comparte las opiniones favorables y Edson no hace más que encoger los hombros apenado por ese reconocimiento público del que Granma ahora es parte. “La gente me aprecia y me siento comprometido por la manera en que son conmigo, la verdad que no puedo abandonarlos”, confiesa resuelto, mientras aclara que nunca desechará la ilusión de ser cirujano, aunque antes quiere encaminar un poco su vida, que es, también, la del pueblo.
Por lo pronto, Llanada Abajo recibe cada 15 días a un clínico, un obstetra y un pediatra. “Está instituido que los especialistas hagan esas visitas, una vez al mes. Sin embargo, al ser esto un lugar alejado o de difícil acceso del plan Turquino-Bamburanao se prioriza”, afirma el director municipal de Salud.
La prioridad se ve hasta en las noches, alega Ariel, con un cuarto de siglo al servicio de su comunidad, “tenemos siete luces en este pedacito y si te descuidas está más alumbra’o que Sancti Spíritus”, dice jocoso.
Las bondades bajan asimismo por Llanada y se detienen en Jobo Rosado, un paisaje divino con una comunidad “atravesada” que se ha cansado de ver lo más natural del mundo: una doctora y una enfermera disponibles las 24 horas del día.
María Electa Ramos Días lleva 25 años siendo la enfermera de allí e Iraisday Pérez Oliva, solo tres siendo doctora, pero ambas son nacidas en Jobo Rosado, donde más de 800 potenciales pacientes les agradecen su deber. Un deber que ellas han cultivado tan exitosamente que en la pared muestran el cuadro de “mejor consultorio médico de la provincia”.
La gastritis de María Ocdulia Rodríguez la ha llevado a corroborarlo, sobre todo si es época de crisis y debe visitarla seis veces en un día y a cualquier hora. “Aquí nunca hay un no, un ven más tarde, estas mujeres siempre están con la misma cara, viven en la segunda y tercera planta del consultorio y sueltan lo que sea pa’ atenderte.”
Quizá por eso, en agradecimiento a una labor que nunca ha reglamentado horarios, Berto Herrera Guerra, parquea su “quitrín” en las afueras del consultorio “pa’ que estas mujeres no caminen. Lo mío es tirar la leche pa’ la cooperativa y cargar con ellas pa’ aquí y pa’ allá”, explica. Nadie le ha dado la tarea ni se beneficia, en lo personal, con el recorrido. Lo único malo del asunto, declara sonriendo, “es que son lindas y yo soy más enamora’o que siete caballos”.
Podría ponerse a mirar el lindo paisaje —le convida Granma, también en broma. Y ya en serio Berto reconoce que su eufemismo exagerado es solo la manera que tiene para adorar la belleza, para “justificar” su ayuda desinteresada a “gente que hace cosas increíbles en cualquier parte”.
Y a nuestra llegada comenzaron a dibujarnos un territorio extraordinario en el contexto nacional ¡Sin un foco de vectores en un quinquenio!“Oiga, esto es noticia de primera plana”, sugiere en broma chovinista un lugareño al que aún no he podido quitarle la razón porque Yaguajay, el municipio más extenso de la provincia de Sancti Spíritus, se ha burlado del calor, de los pantanos, de la costa norte, del corredor de aves endémicas, de sus fronteras con Villa Clara y Ciego de Ávila y hace más de cinco años sus operarios no ven una larva de mosquito.
No han existido superficialidad en su búsqueda ni falseo de estadísticas, o esta historia tuviera otro final. Se han resguardado tanto sus más de 55 000 habitantes que directivos de la Dirección Municipal de Salud hablan ya de una cultura arraigada, de 58 operarios que conocen la geografía como palma de su mano y de acciones preventivas y rápidas, para por si acaso.
Tanto así que el primer caso de Chikungunya de un doctor que regresaba de una misión en el exterior acabó al instante con el carnaval del año y se extremaron las medidas en los 300 metros a la redonda. Yoanis Peneztelo, director municipal de Higiene y Epidemiología, asegura no subestimar la realidad, pero cree que, verdaderamente, han logrado algo impresionante, gracias, también, a que ninguna puerta se cierra.
Félix Jacinto Espinosa, supervisor del poblado de Meneses, sabe que esa “bienvenida” no es absoluta en el panorama nacional, donde él ha llevado su bazuca: Santiago, La Habana, Trinidad… De alguna manera sus 18 operarios han tenido que practicar en otras zonas a falta de vectores ubicados en Yaguajay.
Si excepcional aparentaba ser ya el municipio espirituano, Pavel Socarrás Hernández, director municipal de Salud, asombra con otro dato, “en un año, del 2014 al 2015, más de 700 personas han regresado o llegado a la zona del Plan Turquino-Bamburanao”, la geografía intrincada de la región. —¿Cómo?— he dudado ante el directivo, que sabe que la tendencia actual ubica a la gente descendiendo, en dirección del campo a la ciudad, no al contrario.
Entonces habla de beneficios, de cómo es la vida en Alunao, Camaján, El Tranque, Platero Vergara…, comunidades con menos de 300 habitantes. Menciona, además, a Llanada Abajo y Jobo Rosado, aunque por otros motivos.
INTRINCADAS EXCEPCIONES
Lo de Edson Núñez Quintero fue inversamente proporcional a toda lógica de “guajiros” que se enamoran y se van pa’l pueblo y de “quema’os” que concluyen sus carreras de medicina con más de cinco puntos de promedio y viven luego entre libros de alguna temprana especialidad.
Cuando se graduó y lo ubicaron en Llanada Abajo supo que allí se quedaría y la idea se le volvió perenne, incluso, mientras dirigía un Centro de Diagnóstico Integral en Venezuela, y a su regreso a Cuba con posibilidades de vivir, cómodamente en Chambas, en Mayajigua o de comprarse una casa en la cabecera provincial. Él siguió con la idea inicial y solicitó trabajar (que también significa vivir) en Llanada Abajo, un caserío a 30 kilómetros de Yaguajay, de 235 personas al que le entra una guagua tres veces al día, de lunes a viernes.
Allí se enamoró luego de una joven y se aplatanó de tal forma que está cercando un terreno para criar carneros, sembró maíz en un pedacito de tierra, tiene de mascota un sarnícaro y en las urgencias médicas toma las riendas del caballo.
El delegado de la zona, Ariel Obregón García, enuncia asuntos pendientes que la economía de la Isla no ha podido permitirse en Llanada Abajo, pero en esa lista no incluye la salud, que desde su casa consultorio ofrece “el mejor médico que debe haber en el país y eso que tiene solo 31 años. Le digo que es muy bueno y que no quiere irse de aquí”. Continúa Ariel ufanándose y los pobladores aprueban su criterio “porque no es solo que sea buen médico, sino buena gente.”
Anyy Santos Jiménez, la enfermera que lo acompaña, comparte las opiniones favorables y Edson no hace más que encoger los hombros apenado por ese reconocimiento público del que Granma ahora es parte. “La gente me aprecia y me siento comprometido por la manera en que son conmigo, la verdad que no puedo abandonarlos”, confiesa resuelto, mientras aclara que nunca desechará la ilusión de ser cirujano, aunque antes quiere encaminar un poco su vida, que es, también, la del pueblo.
Por lo pronto, Llanada Abajo recibe cada 15 días a un clínico, un obstetra y un pediatra. “Está instituido que los especialistas hagan esas visitas, una vez al mes. Sin embargo, al ser esto un lugar alejado o de difícil acceso del plan Turquino-Bamburanao se prioriza”, afirma el director municipal de Salud.
La prioridad se ve hasta en las noches, alega Ariel, con un cuarto de siglo al servicio de su comunidad, “tenemos siete luces en este pedacito y si te descuidas está más alumbra’o que Sancti Spíritus”, dice jocoso.
Las bondades bajan asimismo por Llanada y se detienen en Jobo Rosado, un paisaje divino con una comunidad “atravesada” que se ha cansado de ver lo más natural del mundo: una doctora y una enfermera disponibles las 24 horas del día.
María Electa Ramos Días lleva 25 años siendo la enfermera de allí e Iraisday Pérez Oliva, solo tres siendo doctora, pero ambas son nacidas en Jobo Rosado, donde más de 800 potenciales pacientes les agradecen su deber. Un deber que ellas han cultivado tan exitosamente que en la pared muestran el cuadro de “mejor consultorio médico de la provincia”.
La gastritis de María Ocdulia Rodríguez la ha llevado a corroborarlo, sobre todo si es época de crisis y debe visitarla seis veces en un día y a cualquier hora. “Aquí nunca hay un no, un ven más tarde, estas mujeres siempre están con la misma cara, viven en la segunda y tercera planta del consultorio y sueltan lo que sea pa’ atenderte.”
Quizá por eso, en agradecimiento a una labor que nunca ha reglamentado horarios, Berto Herrera Guerra, parquea su “quitrín” en las afueras del consultorio “pa’ que estas mujeres no caminen. Lo mío es tirar la leche pa’ la cooperativa y cargar con ellas pa’ aquí y pa’ allá”, explica. Nadie le ha dado la tarea ni se beneficia, en lo personal, con el recorrido. Lo único malo del asunto, declara sonriendo, “es que son lindas y yo soy más enamora’o que siete caballos”.
Podría ponerse a mirar el lindo paisaje —le convida Granma, también en broma. Y ya en serio Berto reconoce que su eufemismo exagerado es solo la manera que tiene para adorar la belleza, para “justificar” su ayuda desinteresada a “gente que hace cosas increíbles en cualquier parte”.
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