Foto:Tomada de Juventud Rebelde. cu
Camagüey.- Camilo Cienfuegos Gorriarán, no es llanamente esa repetida
imagen sobre los espejos de agua en la que se miran los niños y adultos
de tantas generaciones de cubanos cada 28 de octubre, cuando lanzan
flores al hombre de la sonrisa limpia, la espesa barba negra bajo el
sombrero alón. Es, además, lealtad y valentía infinitas que lo
inmortalizaron en carne y hueso tal cual su pueblo.
Un noche de ciclón en 1958 pasó por el sur cenagoso de Camagüey con
los mosquitos, el hambre aguijoneándoles la tropa y un enjambre de
soldados del dictador Fulgencio Batista emboscados en todo el trayecto, y
pocos citadinos se enteraron de que llevaban en sus mochilas y los
fusiles la victoria de la Revolución hacia Occidente, por orden de Fidel
y él: "primero dejaré de respirar que dejar de ser fiel a su
confianza", había jurado al recibir los grados de Comandante otorgados
por el líder del Ejército Rebelde.
Regresó a Camagüey el Primero de Mayo de 1959 y en el Casino
Campestre, compartió con sus trabajadores la fiesta de todo un pueblo,
su único y último Primero de Mayo libre ¿Quién lo iba a saber?
¿Y si lo hubiera sabido? "Camilo, no medía el peligro, lo utilizaba
como una diversión, jugaba con él, lo toreaba, lo atraía y lo manejaba;
en su mentalidad de guerrillero no podía una nube detener o torcer una
línea trazada ". Afirmó otro de los grandes comandantes de la
Revolución, el Che Guevara.
En la toma de Yaguajay, peleó como un barbudo más de la vanguardia
para asombro del enemigo y admiración de esa población que lo declaró
Héroe.
¿Por qué iba a cambiar, si en la Batalla de Pino del Agua, cuando
un proyectil le atravesó el abdomen, otra bala le traspasó un muslo y
los fragmentos de metralla hirieron su frente y mano derecha, pidió que
atendieran primero a un soldado rebelde que cayó herido a su lado?" ¡O
lo cargan ustedes o lo cargo yo!".
Pero la traición no, y volvió a Camagüey, donde el jefe del
Regimiento 2, Huber Matos Benítez, tramó un complot anticomunista en
aquel octubre glorioso y aciago, cuando Camilo, entró desarmado al
cuartel Ignacio Agramonte, hoy ciudad escolar, y abortó la conjura del
caudillo militar, quien se opuso a los reclamos sindicales de los
trabajadores de Las Maboas, de los obreros del antiguo central Jaronú,
frenó todo lo que pudo los avances de la Reforma Agraria en el
territorio más ganaderos de Cuba y practicó el nepotismo con hacendados
ganaderos y familiares.
Matos Benítez cumplió 20 años de prisión y al salir viajó a Costa
Rica y vivió definitivamente en Miami, donde se convirtió en uno de los
contrarrevolucionarios más extremistas del "exilio" cubano. Hasta su
muerte, apoyó la Ley Helms Burton y el bloqueo estadounidense contra
Cuba y pidió con insistencia la intervención militar norteamericana.
Después de cumplir con la misión encomendada por Fidel, Camilo abrió
las puertas de la entonces fortaleza militar de Camagüey y el pueblo
secundó al líder de la Revolución, para hacer realidad su histórica
afirmación: "¡Y hombres puede haber traidores, pero no pueblos!...".
Camilo, trató de retornar a La Habana en el avión Cesna, aquel
octubre de cielo encapotado y días de zozobras, de lágrimas de pueblo y
de espera infinita, más no se fue, se quedó para siempre en el corazón
de su gente, porque Gerardo, Antonio, Ramón, René y Fernando, pueden ser
Camilo y viceversa.
"Habrá muchos Camilos, dijo Fidel; y hubo Camilos, -sentenció el
Che-. Camilo y los otros Camilos (los que no llegaron y los que
vendrán), son el índice de las fuerzas del pueblo, son la expresión más
alta de lo que puede llegar a dar una nación, en pie de guerra para la
defensa de sus ideales más puros y con la fe puesta en la consecución de
sus metas más nobles".
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