El mundo aguardaba, expectante, el anunciado discurso del Presidente Obama en el Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso.
Contrariamente a lo que propagó la extrema derecha, por estos días más
rencorosa y envidiosa de lo habitual por todo lo que está sucediendo en
Cuba, el Presidente de los Estados Unidos se expresó con total libertad.
Sus palabras tuvieron una gran repercusión y se interpretaron en muchos
sentidos; incluyendo los opuestos.
Las
autoridades cubanas fueron respetuosas y la delegación oficial que se
encontraba en el Gran Teatro, encabezada por el Presidente Raúl Castro
Ruz, se puso de pie al concluir la pieza oratoria del invitado y lo
saludó comedidamente, con los aplausos que indica el protocolo y el buen
gusto.
Quienes
revisaron la prensa escrita y los comentarios en los medios de difusión
cubanos, pudieron comprobar la existencia de una respuesta general sobre
algunos puntos del discurso de Obama que no fueron frontales, ni
totalmente claros, y cuya ambigüedad permitía interpretarlos como una
intromisión en los asuntos internos de Cuba. Ya se sabe lo celoso que es
el pueblo cubano con su soberanía; hasta los gestores del injerencista
plan “Zunzuneo” reconocieron con impotencia que los cubanos hacían
críticas y chistes políticos, pero si los hacía el extranjero se le
reviraban. No hay que equivocarse: Cuba es profunda y es exigente.
Al dejar La
Habana el martes 22, el presidente Obama se dirigió a Argentina donde
repitió algunas de sus ya repetitivas frases sobre el futuro, la nueva
época, el cambio, el sí se puede; sin que mencionara el actual contexto
argentino, donde un gobierno “viejoliberal” está llevando al despido de
maestros, bibliotecarios, trabajadores de televisiones y teatros; a la
vez que disfruta del beneplácito del gran capital internacional y los
agroexportadores antinacionales.
Como si de
repente se hubiera olvidado de algunas de las cosas que dijo en Cuba,
como si no recordara que durante su estancia en La Habana el Secretario
de Estado John Kerry sostuvo conversaciones con las partes comprometidas
con el logro de la paz en Colombia, el presidente Obama prometió apoyar
al derechista Mauricio Macri para que se convirtiera en un líder de
influencia continental, para que lleve adelante en la región esa
política “impresionante”, que fue como Obama calificó a los primeros
cien días de Macri en el gobierno. Ya varios periodistas han advertido
que en algunos conatos contra los presidentes Nicolás Maduro y Evo
Morales, se pudieron ver personas portando carteles que decían “Viva
Macri”.
Recuerdo
esto para que se tenga una idea del ambiente de desconcierto que existía
en los medios políticos, en la prensa y en las redes sociales sobre el
alcance real de las declaraciones de Obama en sus viajes a Cuba y
Argentina; cuando este lunes 28 de marzo aparece el esclarecedor artículo del Comandante en Jefe Fidel Castro “El hermano Obama”,
que puso las cosas en su sitio. Califico el artículo como esclarecedor
por la autoridad histórica, política y moral de quien lo firma, pero
también porque a diferencia de otras opiniones sobre el discurso de
Obama en La Habana, la opinión escrita de Fidel no se pierde en
devaneos, no titubea ni se enreda en si va a molestar a este o al otro.
Fidel, como siempre, con una prosa preclara, revela lo que hay escondido
y opina desde la historia y con sentido de futuro.
Y por ahí
empieza Fidel, por la historia. Porque no hay futuro sólido si no se
construye sobre la experiencia; y no hay historia edificante si no se
busca y se dice la verdad. La visión de Fidel es en este aspecto muy
distinta, mejor dicho opuesta, a la sugerencia de Obama sobre olvidar el
pasado para construir el futuro. No, para nada, no se puede construir
el futuro si no se tiene en cuenta el pasado. Integralmente, que es lo
que señala Fidel a Obama, quien olvidó mencionar la explotación y
exterminio de los pueblos nativos, tanto de Cuba como de Estados Unidos,
a mano de los llamados “conquistadores”.
Las fuerzas
progresistas en Argentina también le exigieron a Obama respeto por la
verdad histórica. Adolfo Pérez Esquivel, Premio Nobel de la Paz, y otros
líderes le pidieron que hablara sobre el papel de Estados Unidos en el
sostenimiento de las dictaduras militares en Argentina y en América
Latina en general. Obama respondió con algunas de esas evasivas a que ya
nos tiene acostumbrados. Pero de una cosa sí se puede estar seguro:
Obama se llevó el convencimiento de que ni Cuba, ni Argentina, ni
América Latina están dispuestas a construir una relación con Estados
Unidos que pase por el olvido de la historia. No lo va a lograr Estados
Unidos aunque Macri censure a Telesur en Argentina, o quiera salirse de
los organismos de integración que han creado los políticos progresistas
latinoamericanos.
El periódico
Granma publica hoy martes una nota de la redacción internacional
titulada “Artículo de Fidel recorre el mundo”, donde reseña parte de las
repercusiones que ha tenido la reflexión “El hermano Obama”. No podía
ser de otro modo. Fidel lleva tiempo tratando de tú a tú con políticos
norteamericanos; conoce muy bien la cultura, la geografía, la psicología
social de Estados Unidos.
Hay un
pasaje en el artículo de Fidel que es toda una lección para aquellos a
quienes nos gusta estudiar y polemizar. Fidel cita primero, brevemente,
una frase del discurso de Obama; frase que como recordarán fue aplaudida
“disciplinadamente” por algunos de los presentes en el Gran Teatro de
La Habana. Dice esa frase de Obama: “Es hora ya de olvidarnos del
pasado, dejemos el pasado”.
Y es
entonces cuando Fidel, que debatiendo es un especialista, aprovecha para
lograr un párrafo de máximo alcance, estratégico: “Se supone que cada
uno de nosotros corría el riesgo de un infarto al escuchar estas
palabras del Presidente de Estados Unidos. Tras un bloqueo despiadado
que ha durado ya casi 60 años, ¿y los que han muerto en los ataques
mercenarios a barcos y puertos cubanos, un avión de línea repleto de
pasajeros hecho estallar en pleno vuelo, invasiones mercenarias,
múltiples actos de violencia y de fuerza?
Nadie se
haga la ilusión de que el pueblo de este noble y abnegado país
renunciará a la gloria y los derechos, y a la riqueza espiritual que ha
ganado con el desarrollo de la educación, la ciencia y la cultura.
Advierto
además que somos capaces de producir los alimentos y las riquezas
materiales que necesitamos con el esfuerzo y la inteligencia de nuestro
pueblo. No necesitamos que el imperio nos regale nada.”
Si alguna
prueba faltara para mostrar los dobleces del discurso del presidente
Obama, se ha publicado el dato de que solo unas hora después de que se
despidiera del pueblo y las autoridades cubanas, el Departamento de
Estado anunció un programa que destina 800 mil dólares para formar
líderes ilusos para cambiar al gobierno al que supuestamente Obama le
está proponiendo trabajar juntos para edificar un mejor futuro para sus
pueblos.
Así de
sorprendente suele ser la historia: Quien ha sepultado para siempre a la
falsa oposición pagada desde el extranjero fue el propio presidente
Obama cuando pidió a los cubanos que olvidaran su historia. Un desliz,
un error irreparable. Y no hubo entre sus asesores expertos en Cuba uno
solo que se lo advirtiera.
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