Creado 2012-12-09 21:12 Alina Martínez Triay /
Haber
estado en dos ocasiones en manos del torturador y asesino Esteban
Ventura Novo fue para María Trasancos Álvarez una terrible
experiencia. “¿Y esta m… es Mariíta?’’, exclamó indignado el temido
coronel del batistato cuando trajeron a su presencia a la menuda
luchadora clandestina de solo 16 años, que pese a su corta edad ya
dirigía un grupo de revolucionarios y actuaba bajo las órdenes de
Sergio González López, El Curita.
La muchacha conspiraba contra
la dictadura batistiana desde los 14, cuando ingresó a la Escuela
Profesional de Comercio de La Habana. Su historia es la de muchos
jóvenes combatientes de su generación que, en abierto desafío al
poderoso aparato represivo del régimen, libraron en el adverso
escenario de la capital una pelea desigual en la que muchos
sufrieron detención, torturas y hasta la muerte.
Esa dramática
situación no motivaba entonces ninguna denuncia de las agencias de
prensa acreditadas en la isla ni condenas de organismos
internacionales por las continuas y flagrantes violaciones de los
derechos humanos ni mucho menos críticas del Gobierno de Estados
Unidos que veía al dictador Fulgencio Batista como el “hombre
fuerte” que necesitaba Cuba. Para el régimen cubano de entonces la
vida de aquellos jóvenes no valía nada.
María rememora aquella
primera detención con la misma rabia que sintió ante el maltrato
recibido desde que la apresaron en un apartamento de la calle
Atlanta, en Mantilla, adonde había acudido junto al también
combatiente del Movimiento 26 de Julio, Ricardo Gómez, para recoger
unas pistolas y cartuchos de dinamita: “En la estación, Ventura
comenzó a golpearme, me cogió por el pelo y me retorció como si
fuera un pollo; Ricardo le gritó: ‘¡Cobarde, no le pegues a ella,
pégame a mí!’, y le cayeron encima todos los esbirros que allí se
encontraban. Yo tenía conmigo unas direcciones anotadas en unos
papeles, pedí ir al baño y los boté en la taza del inodoro, los
esbirros se dieron cuenta, me sacaron por los pelos y volvieron a
golpearme.
“Como había sido apresada el 6 de enero de 1958,
Ventura se mofaba de mí diciéndome: ‘Mariíta, ¿qué te trajeron los
Reyes Magos?’ Y él mismo respondía con cinismo: ‘Un Ventura, un
Ventura…’ Al referirse a mis compañeros de lucha los llamaba ‘todos
esos maridos tuyos’, a lo que yo respondía: “Te equivocas, son mis
hermanos”. Yo me puse en muy malas condiciones pero afortunadamente
por gestiones de mi mamá salvé la vida. Me expulsaron de la Escuela
de Comercio”.
A pesar de los años transcurridos, María se
estremece de dolor al evocar el asesinato, en febrero, de Gerardo
Abreu, Fontán, cuyo cadáver salvajemente torturado fue arrojado,
cual irónica paradoja, junto al Palacio de Justicia; y el crimen
cometido en marzo contra su jefe, El Curita, cuyo cuerpo martirizado
fue arrojado en el reparto Altahabana. “Al Curita, que era mayor
que yo, lo quería como a un padre. Junto a él aparecieron muertos
Bernardo Juan Borrell, al que también quería muchísimo, y Bernardino
García Santos, Motica, que era mi novio. Fue para mí un día negro.
Me costó recuperarme del asesinato de Fernando Alfonso Torice, el
Negro Morúa, a quien apreciaba mucho, y me indigné al saber que otro
compañero, Pedro María Rodríguez, que había ido a su casa en
Taguasco a estar con sus padres antes de alzarse, fue herido al
enfrentarse a la Guardia Rural y cuando estaba siendo atendido lo
mataron a él y al médico que lo asistía”.
El 1ro de agosto, Mariíta
fue secuestrada en plena calle y conducida a la 9na. estación de
policía. En el despacho de Ventura vio a otros connotados
torturadores que estaban bebiendo, festejando algo, y el coronel le
preguntó en tono de burla: “Mariíta, ¿tú sabes de dónde venimos?”, y
ante su respuesta negativa, le informó con cruel satisfacción: “De
matar a tus hermanos presos”. Ella no podía creerlo, se trataba de
la masacre cometida ese día en El Príncipe: tres revolucionarios
murieron y una veintena resultaron heridos.
Al ser liberada por
gestiones de un senador de la república, Mariíta fue amenazada por
uno de sus captores con total descaro: “Cuídate porque no habrá
tercera vez, en la próxima te la arrancamos”.
Muy perseguida, el
31 de diciembre de 1958 Mariíta ya no tenía dónde ocultarse. La
noticia de la victoria la sorprendió caminando de noche por La
Habana Vieja. Había pasado del infierno a la vida.
Guayacán es el nombre común con el que se conoce a varias especies de árboles nativos de América, pertenecientes a los géneros Tabebuia, Caesalpinia, Guaiacum y Porlieria. Todas las especies de guayacán se caracterizan por poseer una madera muy dura. Es justamente por esa característica que reciben el nombre de guayacán, aun cuando no guarden relación de parentesco entre sí.
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