GRANMA.—La noticia del accidente y de la compleja
cirugía recorrió el país hace casi un año. Resultaba increíble entonces
que Yoan Alexi Torres, el joven de 15 años del municipio granmense de
Pilón, lograra recuperarse y retomar el curso habitual de la vida que
por algunos instantes pareció perder.
Un arpón, de 60 centímetros de largo y uno de diámetro, le había atravesado la cabeza de lado a lado. A ello se sumó un trauma por inmersión pues el accidente ocurrió en el mar, y el muchacho fue rescatado a casi dos metros de profundidad.
A estas alturas ya Yoan ha recuperado prácticamente las funciones neurológicas que el impacto del arma le dañó. Y logró graduarse como técnico en
elaboración de alimentos, un oficio que pretende continuar.
Ganar en destreza constituye, quizá, el punto de mira actual de la rehabilitación. Por fortuna, ya el sobresalto no acecha a cada minuto, si bien parecen pocos todos los cuidados, a veces en demasía.
DE VUELTA A LA VIDA
La operación duró tres horas y 45 minutos. Tres horas y 45 de tensión, reitera, casi un año después, el doctor Maikel García Chávez, especialista en Medicina General Integral y Neurocirugía, quien fuera el cirujano principal del caso.
“El Sistema Integrado de Urgencias Médicas de Pilón le había brindado todas las medidas de soporte vital y alrededor de las cuatro de la tarde, del 14 de noviembre del 2014, recibimos a Yoan en el hospital provincial Carlos Manuel de Céspedes, de Bayamo”, rememora Maikel, quien con sus 34 años comanda el Servicio de Neurocirugía de esta institución de salud.
Cuenta que el paciente llegó en estado de coma profundo a causa del traumatismo craneoencefálico perforante sufrido. Entonces la cirugía, siempre compleja, lo fue más por la longitud del arpón, dotado de una espoleta de diez centímetros que quedó impactada dentro del tejido nervioso.
Según Maikel, “el arpón atravesó los dos hemisferios cerebrales, el derecho y el izquierdo, en un plano bastante profundo, cerca de estructuras neurovitales de gran importancia”.
Habla y le parece revivirlo: lo primero fue extraer el objeto del interior de la cavidad craneana sin ocasionar nuevas lesiones vasculares y nerviosas; luego correspondió el tratamiento de todas las lesiones asociadas, y por último: lograr una continuidad anatómica y funcional de las membranas envolventes del cerebro para evitar otras afectaciones.
“Los integrantes del equipo que intervenimos en la cirugía le pusimos mucho empeño y aplicamos todos los principios científicos posibles; no obstante, hubo un toque de improvisación porque para estas operaciones no existe un diseño establecido. Se trata de encontrar la lesión y resolverla”, agrega.
Recuerda que el muchacho salió para terapia intensiva bastante estable y eso los hizo pensar que iba a recuperarse, máxime cuando a las 24 horas comenzó a tener movimientos activos de las extremidades, con reflejos de tallo cerebral. Del tercer al quinto día tuvo apertura ocular espontánea y al octavo empezó a tener comunicación gestual.
Con orgullo sano refiere que la herida cicatrizó sin problemas, resultado del trabajo de muchas manos. “A partir de ahí fue recuperando de a poco sus funciones neurológicas y luego sobrevino la otra parte del proceso: la rehabilitación, tan importante como la propia cirugía”.
A los seis meses le hicimos una evaluación y la respuesta fue bastante buena, recapitula, principalmente en la recuperación del movimiento, la función visual, así como las capacidades de articulación y lenguaje.
“Hoy Yoan es parte de nuestra familia”, insiste Maikel. Y la frase también quiere suscribirla el especialista en Neurocirugía Osmán Ramírez, quien fue el primer ayudante en la operación.
“Conocer sobre sus avances, y que lleva una vida bastante cercana a lo normal es un premio al esfuerzo y a la tensión de aquellas tres horas y 45 minutos. Es algo que nos viene a confirmar que en esta especialidad, como en otras tal vez, ninguna enfermedad es tan simple como para restarle importancia ni tan compleja como para perder la esperanza”, concluyen.
RECUPERANDO EL ALMA
Yoan llegó en silla de ruedas a la sala de rehabilitación de Pilón. Era enero del 2015 cuando el doctor Juan Luis Quesada Castillo, especialista de primer grado en Medicina Física y Rehabilitación, comenzó a atenderlo. Entonces no fueron suficientemente optimistas los augurios ante su hemiplejia (parálisis) del lado izquierdo.
Luego de ser evaluado por un equipo multidisciplinario que labora en la sala, integrado por defectólogos, logopedas, rehabilitadores, psicólogos… los especialistas convinieron en partir de cero, pues Yoan apenas respondía a un 25 % de los objetivos de la rehabilitación.
Nos trazamos objetivos bien precisos, explica Juan Luis, encaminados a desarrollar la comunicación, realizar actividades de la vida diaria, aumentar la fuerza muscular, mejorar la coordinación y prepararlo para la vida futura.
“La adecuación psicológica fue fundamental, subraya. Fuimos poco a poco fortaleciendo el hemicuerpo afectado y a los tres meses logramos que se parara y caminara, unido a la independencia que fue adquiriendo en las actividades escolares y de la vida diaria.
“Ya a los seis meses este jovencito andaba sin apoyo. Por su edad, nuestro interés no es solo una marcha funcional, sino estética y eso también lo vamos logrando”.
A juicio del doctor Juan Luis, Yoan se encuentra ahora en la fase final de su rehabilitación, pues se ha cumplido la mayoría de los propósitos iniciales: ha mejorado sobremanera su caligrafía, realiza acciones didácticas de coordinación, corre y hasta monta bicicleta.
Quizá por ello los cirujanos hayan valorado, en su justa medida, el impacto de la rehabilitación y no dudan en calificar la evolución de Yoan de
“ampliamente satisfactoria”, e incluso aseguran que les ha dado muchas sorpresas.
“Por las características funcionales y anatómicas de la lesión este joven podía haber quedado con secuelas motoras más amplias. Sin embargo, en estos momentos solo le falta adquirir algunas destrezas en el movimiento, fundamentalmente”, sentencian. Habilidades que, al menos para los padres de
Yoan, parecen nimias, teniendo en cuenta las fatales consecuencias que podrían haberse derivado de aquel accidente.
“Agradecimiento… agradecimiento infinito a quienes lo operaron y a todos los que han participado en su recuperación”, dice nerviosa Anabel, la madre del muchacho, desde una esquina de la casa.
Y también Yoan se muestra agradecido, sonriente. Conversa sobre sus cirujanos, a quienes considera como padres, y sobre la rehabilitación que según cuenta, “marcha bien”.
Cuando a su historia todavía le colgaban demasiadas incertidumbres, ya este joven granmense fue noticia. Y también lo fueron sus médicos. Casi un año después vuelven a serlo, pero desde una perspectiva diferente: la de las manos que convirtieron en certeza aquella esperanza primera.
Un arpón, de 60 centímetros de largo y uno de diámetro, le había atravesado la cabeza de lado a lado. A ello se sumó un trauma por inmersión pues el accidente ocurrió en el mar, y el muchacho fue rescatado a casi dos metros de profundidad.
A estas alturas ya Yoan ha recuperado prácticamente las funciones neurológicas que el impacto del arma le dañó. Y logró graduarse como técnico en
elaboración de alimentos, un oficio que pretende continuar.
Ganar en destreza constituye, quizá, el punto de mira actual de la rehabilitación. Por fortuna, ya el sobresalto no acecha a cada minuto, si bien parecen pocos todos los cuidados, a veces en demasía.
DE VUELTA A LA VIDA
La operación duró tres horas y 45 minutos. Tres horas y 45 de tensión, reitera, casi un año después, el doctor Maikel García Chávez, especialista en Medicina General Integral y Neurocirugía, quien fuera el cirujano principal del caso.
“El Sistema Integrado de Urgencias Médicas de Pilón le había brindado todas las medidas de soporte vital y alrededor de las cuatro de la tarde, del 14 de noviembre del 2014, recibimos a Yoan en el hospital provincial Carlos Manuel de Céspedes, de Bayamo”, rememora Maikel, quien con sus 34 años comanda el Servicio de Neurocirugía de esta institución de salud.
Cuenta que el paciente llegó en estado de coma profundo a causa del traumatismo craneoencefálico perforante sufrido. Entonces la cirugía, siempre compleja, lo fue más por la longitud del arpón, dotado de una espoleta de diez centímetros que quedó impactada dentro del tejido nervioso.
Según Maikel, “el arpón atravesó los dos hemisferios cerebrales, el derecho y el izquierdo, en un plano bastante profundo, cerca de estructuras neurovitales de gran importancia”.
Habla y le parece revivirlo: lo primero fue extraer el objeto del interior de la cavidad craneana sin ocasionar nuevas lesiones vasculares y nerviosas; luego correspondió el tratamiento de todas las lesiones asociadas, y por último: lograr una continuidad anatómica y funcional de las membranas envolventes del cerebro para evitar otras afectaciones.
“Los integrantes del equipo que intervenimos en la cirugía le pusimos mucho empeño y aplicamos todos los principios científicos posibles; no obstante, hubo un toque de improvisación porque para estas operaciones no existe un diseño establecido. Se trata de encontrar la lesión y resolverla”, agrega.
Recuerda que el muchacho salió para terapia intensiva bastante estable y eso los hizo pensar que iba a recuperarse, máxime cuando a las 24 horas comenzó a tener movimientos activos de las extremidades, con reflejos de tallo cerebral. Del tercer al quinto día tuvo apertura ocular espontánea y al octavo empezó a tener comunicación gestual.
Con orgullo sano refiere que la herida cicatrizó sin problemas, resultado del trabajo de muchas manos. “A partir de ahí fue recuperando de a poco sus funciones neurológicas y luego sobrevino la otra parte del proceso: la rehabilitación, tan importante como la propia cirugía”.
A los seis meses le hicimos una evaluación y la respuesta fue bastante buena, recapitula, principalmente en la recuperación del movimiento, la función visual, así como las capacidades de articulación y lenguaje.
“Hoy Yoan es parte de nuestra familia”, insiste Maikel. Y la frase también quiere suscribirla el especialista en Neurocirugía Osmán Ramírez, quien fue el primer ayudante en la operación.
“Conocer sobre sus avances, y que lleva una vida bastante cercana a lo normal es un premio al esfuerzo y a la tensión de aquellas tres horas y 45 minutos. Es algo que nos viene a confirmar que en esta especialidad, como en otras tal vez, ninguna enfermedad es tan simple como para restarle importancia ni tan compleja como para perder la esperanza”, concluyen.
RECUPERANDO EL ALMA
Yoan llegó en silla de ruedas a la sala de rehabilitación de Pilón. Era enero del 2015 cuando el doctor Juan Luis Quesada Castillo, especialista de primer grado en Medicina Física y Rehabilitación, comenzó a atenderlo. Entonces no fueron suficientemente optimistas los augurios ante su hemiplejia (parálisis) del lado izquierdo.
Luego de ser evaluado por un equipo multidisciplinario que labora en la sala, integrado por defectólogos, logopedas, rehabilitadores, psicólogos… los especialistas convinieron en partir de cero, pues Yoan apenas respondía a un 25 % de los objetivos de la rehabilitación.
Nos trazamos objetivos bien precisos, explica Juan Luis, encaminados a desarrollar la comunicación, realizar actividades de la vida diaria, aumentar la fuerza muscular, mejorar la coordinación y prepararlo para la vida futura.
“La adecuación psicológica fue fundamental, subraya. Fuimos poco a poco fortaleciendo el hemicuerpo afectado y a los tres meses logramos que se parara y caminara, unido a la independencia que fue adquiriendo en las actividades escolares y de la vida diaria.
“Ya a los seis meses este jovencito andaba sin apoyo. Por su edad, nuestro interés no es solo una marcha funcional, sino estética y eso también lo vamos logrando”.
A juicio del doctor Juan Luis, Yoan se encuentra ahora en la fase final de su rehabilitación, pues se ha cumplido la mayoría de los propósitos iniciales: ha mejorado sobremanera su caligrafía, realiza acciones didácticas de coordinación, corre y hasta monta bicicleta.
Quizá por ello los cirujanos hayan valorado, en su justa medida, el impacto de la rehabilitación y no dudan en calificar la evolución de Yoan de
“ampliamente satisfactoria”, e incluso aseguran que les ha dado muchas sorpresas.
“Por las características funcionales y anatómicas de la lesión este joven podía haber quedado con secuelas motoras más amplias. Sin embargo, en estos momentos solo le falta adquirir algunas destrezas en el movimiento, fundamentalmente”, sentencian. Habilidades que, al menos para los padres de
Yoan, parecen nimias, teniendo en cuenta las fatales consecuencias que podrían haberse derivado de aquel accidente.
“Agradecimiento… agradecimiento infinito a quienes lo operaron y a todos los que han participado en su recuperación”, dice nerviosa Anabel, la madre del muchacho, desde una esquina de la casa.
Y también Yoan se muestra agradecido, sonriente. Conversa sobre sus cirujanos, a quienes considera como padres, y sobre la rehabilitación que según cuenta, “marcha bien”.
Cuando a su historia todavía le colgaban demasiadas incertidumbres, ya este joven granmense fue noticia. Y también lo fueron sus médicos. Casi un año después vuelven a serlo, pero desde una perspectiva diferente: la de las manos que convirtieron en certeza aquella esperanza primera.
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