Guayacán es el nombre común con el que se conoce a varias especies de árboles nativos de América, pertenecientes a los géneros Tabebuia, Caesalpinia, Guaiacum y Porlieria. Todas las especies de guayacán se caracterizan por poseer una madera muy dura. Es justamente por esa característica que reciben el nombre de guayacán, aun cuando no guarden relación de parentesco entre sí.

martes, 1 de marzo de 2016

Una feria difícil

La carencia de libros propició que fueran advertidos con mayor visibilidad otros productos. Foto: Yander Zamora
Los directivos de la presente 25 Fe­ria Internacional del Libro de La Habana (FILH) lo saben. La edición capitalina del que indiscutiblemente resulta el más populoso de los eventos culturales del país, fue una feria difícil. Nos referiremos al capítulo ha­banero de la cita literaria, al tener en cuenta que desde hoy 1ro. de marzo y hasta el 24 de abril se extenderá escalonadamente al resto del país, según lo hayan dispuesto, atendiendo a sus prioridades, cada una de las provincias.
Aciertos de incuestionable valor como la calidad del programa académico y literario, considerado por su coordinador, el escritor Jesús David Curbelo, como “de los mejores que ha habido en los últimos años desde el punto de vista conceptual, por su alto nivel científico”, fueron realidades en la actual edición, al contemplar entre los foros celebrados tópicos cruciales como los 130 años de la abolición de la esclavitud en Cuba; el dedicado a Fidel en su cumpleaños 90; el de Ciencias Sociales, dedicado a la economía e inversión extranjera; el de His­toriadores; el que honró a José Soler Puig, en su centenario, y el encuentro de editores norteamericanos, además de la presencia de di­rectivos de prestigiosas editoriales, como la del Fondo de Cultura
Eco­nómica y Planeta, y representantes de las ferias del libro de Frankfurt y de Moscú, por solo mencionar algunos. Aun cuando podrían enumerarse otros saldos positivos, nos centraremos en algunos de los fallos que dañaron la imagen de la Feria, una cita de notable convocatoria, reconocida y bien vista históricamente, no solo por los correspondientes evaluadores del suceso, sino por la voz po­pular, de altísima valía, cuando como se sabe, es la propia gente más allá de autores distinguidos, pre­mios y dedicatorias, quien la protagoniza.

A LA FALTA DE LIBROS
“Lo peor de esta feria ha sido la falta de libros, que crea un disgusto en ciertas zonas de los consumidores, y que permite que sea más visible algo que ya se veía en años anteriores y que ha sido criticado, como los afiches de fútbol, revistas y otros artículos, que han ganado espacio ahora precisamente por la falta de libros. Nadie está en contra de esos materiales, porque es cultura también, pero no es lo único, ni lo de mayor valor. Pero la industria poligráfica no pudo garantizar la producción y se dejaron de hacer 199 títulos y más de un millón de ejemplares”, comentó a Granma Cur­belo, “creo que hicimos la feria que pudimos hacer”.
Según las impresiones de Eduardo Fernández Collado, director general de la FILH, fue esta “una feria que se hizo con mucha dignidad, con mu­cho trabajo. Hacer una feria del libro casi sin libros, y me refiero a las no­vedades previstas, es un reto y esa fue la principal situación que se nos dio. “Se movieron muchos re­sortes que van desde la iniciativa de cada uno de los directores y comerciales de las editoriales, buscando día a día qué ibas a poner en los anaqueles, hasta cómo ibas a garantizar una presentación de un libro, sin que hubieran llegado los ejemplares, y eso fue diariamente. Muchos de esos títulos salieron para garantizar las presentaciones. Otros no pudieron salir”.
Entre las arbitrariedades mencionadas por el público estuvo la no existencia de la gran librería, donde se hallaban an­tes reunidos los títulos sin delimitación física de las editoriales. Sobre el menester expresaron también su opinión estos directivos: “En esta ocasión se hicieron muchos cambios y todo cambio ge­nera sus ruidos. Aunque se dijo que tendríamos una feria diferente en ciertas concepciones, el público está adaptado a lo que ha visto año tras año. La decisión de no hacer la gran librería se hizo teniendo en cuenta que las editoriales tienen de esta forma la posibilidad de vender su producto, que conocen bien, que fueron elaborando porque lo concibieron desde el principio has­ta el final. Es la concepción de un producto completo, su elaboración y su consumo. Esto sí se vio muy afectado por la situación de la producción editorial, la editoriales no contaron con las novedades para mantener este propósito”, explicó Fernández.
A estas variaciones respecto a la desaparición de ese espacio colectivo, y a la ubicación inapropiada de las editoriales nacionales, que para muchos no fueron advertidas, al hallarse insertas entre las de expositores extranjeros, con mucha más “presencia” desde el punto de vista de las ambientaciones, apunta Cur­belo: “Nosotros anunciamos que tendríamos una feria de transición y fallaron cosas. Tendremos que reestructurar, por ejemplo, el análisis espacial de la feria. Tratamos de pa­lear la inexistencia de la gran li­brería a través de las estrategias de comunicación, pero no lo logramos del todo. El público cubano lleva diez años adaptado a este modelo que engendra cierto paternalismo. Posi­blemente la única feria que tenía ese modelo de gran librería era esta. En otras ferias internacionales la gente busca las publicaciones según la editorial, es un modo de buscar un lector participativo y no mostrar un modelo acomodaticio. Creo que no se debe volver al modelo de la gran librería, donde había mucho personal contratado, en la que se hacía imperioso tomar medidas extremas en el control económico”.
Días previos a la inauguración de la Feria se habló de una producción editorial garantizada, a la que estaban contribuyendo ocho poligráficos y para lo cual se hizo un cronograma que contemplaba, entre otras acciones, que la Empresa de Artes Grá­ficas Federico Engels podría hacer unos 16 títulos semanales, pero “fa­lló la llegada de la materia prima, el escalonado del proceso productivo. La prioridad de la producción editorial fue manejada desde el Ins­tituto”, alega Fer­nández.
Sobre el pormenor refirió Zuleica Romay Guerra, presidenta del Ins­tituto Cubano del Libro, en el acto de clausura del evento en la capital, que “solo a la sede principal —la For­taleza de La Cabaña— dejaron de llegar 241 700 ejemplares, de ellos 150 400 dedicados a los ni­ños— lo que hizo que se ‘extrañaran’ los libros troquelados, clásicos de la literatura infantil como La Edad de Oro y Había una vez, los mapas y otros materiales didácticos. Esta ausencia que el público espera y consume, permitió que se hicieran visibles otros productos, muchos de ellos subculturales, en materia de libro, así como también artículos artesanales, de confecciones o bisutería, que si bien no tienen que ser necesariamente contraproducentes en ese en­torno, tampoco se espera que resalten por sobre los libros, como al menos a ojos vistas pareció suceder”.

LLEGADA TARDÍA DE LA MATERIA PRIMA
Muy estrechas resultan las relaciones de trabajo entre el ICL, los coordinadores de la Feria y la Em­presa de Artes Gráficas —encargada del tiraje del plan especial del ICL—. Para escuchar su parte Granma conversó con Juan José Valdés Pé­rez, su director general. “Los problemas se debieron al atraso del arribo al país de la materia prima. El papel con el que íbamos a trabajar no solo la Feria, sino otros compromisos que tenemos, llegó a finales del mes de noviembre y en diciembre, es decir, no es solo difícil, sino que no es posible hacer en dos meses lo que se tiene que hacer en un año. Aun así le dimos la prioridad a la Feria. Hicimos los 30 títulos de y sobre Uruguay, y los de los escritores a los que se dedicaba la Feria, todos con mucha presión y muchos de ellos con más de 600 páginas.
“Sabíamos que el problema se iba a dar. No fue algo que sorprendió, pero en el tiempo que tuvimos no paramos de hacer libros”, aseguró Valdés. “Pero la Feria no se ha acabado, y seguimos produciendo, por lo que muchas novedades saldrán ahora en las provincias. La as­piración es continuar en el mes de marzo lo que falta. La capital también tiene otras posibilidades porque el Pabellón Cuba sigue abierto y después vienen las actividades del verano donde estos libros podrán estar”, valoró Valdés.
Aun cuando situaciones como las descritas afectaron la imagen de la Feria —unas a causa del incumplimiento o déficit productivo de entidades, cuyo suministro resulta esen­cial para la feliz ejecución del evento, otras que aluden a problemas eminentemente organizativos— la presencia muy superior de 306 670 personas a La Cabaña, en esta edición con respecto a la pasada (169 580), y en total la de 349 236 personas al evento, contando las subsedes, fue un hecho y habla del poder de convite de un espacio digno de tenerse en cuenta. Sig­nificativo re­sulta que aún con la situación descrita en torno a la producción editorial, se hayan co­mercializado, gracias al esfuerzo de las editoriales, 296 364 ejemplares, y que el total de acceso a contenidos de la FILH en redes sociales fuera de más de cuatro millones de personas, en ambos casos mucho más que en ediciones anteriores.
Cabría considerar como positivo para próximas oportunidades la va­riada programación de la Radio Li­teraria, que entre otras solvencias, promocionó la presentación de va­rios títulos y ayudó a la adquisición por los lectores. La Feria es un espacio preferido, priorizado por personas de todas las edades. 
Para muchos es la ocasión de ir, en esa oportunidad, al encuentro de uno o más libros, lo cual no siempre se hace en el resto del año; para otros, incluso los no lectores, la de pasear en familia o en pareja en un entorno hermoso en el que de alguna forma los salpica la literatura. Pero sin los libros necesarios el milagro de descubrirlos tiene menores rangos. Que el libro sea el personaje principal de la Feria es una necesidad. Sus organizadores también lo saben y para ello, a pesar de los imprevistos, trabajan duro y se ajustan las clavijas.

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